El silencio se hizo eterno o al menos eso pareció.
— ¿Por qué debo creer esto? — dice el príncipe rematadamente atónito.
—Tú mismo lo has visto con tus ojos Desmont— Báthory hizo una pausa— Vasilisa no se fue. Está aquí, solo desapareció su figura antigua, pero lo importante es su Alma y está aquí.
—Yo… no recuerdo nada de lo que pasó. ¿No ibas a restituir mis recuerdos? — miré a la princesa, demasiado confundida.
—Katrina…— susurró el príncipe, anhelándome desde su lugar— ahora puedo entender ciertas cosas, la razón por la que me liberaste, porque me recordabas tanto a ella. Tú eras ella.
Me tendió su mano derecha mientras me miraba directamente a los ojos, por la manera en como lo hacía supe que era una necesidad tenerme cerca y yo sentía lo mismo, di un paso adelante, sintiendo su tacto y un sinfín de recuerdos que envolvieron mi mente. Cerré los ojos dejándome perder en ellos, por fin rememoraba todo, quién fui realmente, era yo, yo era Vasilisa, mi alma seguía presente aunque no estuviese habitando mi cuerpo anterior, era la reencarnación en este ahora, podía sentirlo todo.
Desmont me rodeó con ambos brazos y se mantuvo tan cerca de mí con un abrazo protector y dulce a su vez. Ojalá me hubiese querido así desde un inicio, siendo Katrina, él cedía su corazón ahora, confiado porque sabía que era la mujer por quién estaba en el mundo ahora y yo, seguía impactada por todo lo ocurrido.
Saber de un momento a otro que era Vasilisa y Katrina a la vez me dejó aturdida, no obstante, ahora recordaba todo con solo haber sentido el tacto de mi amado y pensé que todo podría ser diferente, pero el ruido de las aguas alborotadas del lago cristalino nos puso en alerta de inmediato. Clavamos los ojos en el lugar y fuimos testigos de la aparición del Dios del inframundo. El impacto nos golpeó, por tenerlo justo en frente de nosotros y las preguntas no dejaron de rondar por mi mente: ¿Qué es lo que quería? ¿Por qué había venido? No era una buena señal.
Apreté con suavidad el brazo de Desmont, manteniéndome a su lado, sabía que él no quería que me alejara por nada del mundo, porque temía perderme nuevamente.
—Hades…— la voz de Báthory transmitió preocupación y recelo a la vez.
—Princesa mía— sus ojos embelesados se posaron en ella— he venido desde el inframundo a reclamar mis derechos— se fijó en Desmont esta vez— tu tiempo se agotó joven príncipe, has fallado a tu trato conmigo y es hora de volver… a menos, que me entregues a tu hermana, la princesa Báthory Montecasth.
—No… no puede, no tan fácil, no si yo me niego a ello.
—Tu voto no tiene importancia en el asunto princesa. Tu hermano es el único familiar que tienes ahora y aunque sea un ancla, sigue conservándose entre la muerte y la vida porque así es como yo lo quiero, si él desea que te despose no tendrás opción, deberás acatar a su pedido porque es una figura rígida tanto como la de tu padre y no importa los deseos de una mujer.
Escuchar aquello hizo que un frío recorriera mi espina dorsal, era cierto, Desmont y Báthory pertenecían a una época distinta, donde la mujer no tenía voto, así que la princesa a pesar de ser mayor que Desmont, quedaba a cargo de él solo por ser hombre.
—Hermano…— la escuché rogar— no lo hagas, por favor.
—Si me das el consentimiento podrás permanecer con la mujer a quién amas, ya ordenaste el tablero que te concedí, tan sólo falta el acto final, cerrar el trato.
El silencio se apoderó del lugar.
Sabía que esto era lo que Desmont quería y su mutismo me dejó en claro lo que haría, conocía su corazón, estábamos conectados de una manera tan extraña y cuando levanté la mirada para ver sus ojos oscuros, tan recónditos, supe que seguiríamos condenados a persistir lejos.
No importaba lo que hiciéramos, siempre sería así, aún en otro siglo.
—El trato ya no es válido Hades— dice dando un paso adelante, pero todavía cogiendo mi mano con firmeza.
Los ojos del Dios del inframundo encendieron en llamas de solo oír aquello, el fuego azul celestial que rodeaba su figura se convirtió en el color de sus ojos y en ese preciso momento la princesa me tomó del brazo, se posicionó enfrente de nosotros e hizo una capa transparente pero visible, supuse que era de protección, con ambas manos enfrentó a Hades y lo fulminó con la mirada.
—No dejaré que tu ira termine con ella solo porque mi hermano negó tu propuesta— dice impetuosa.
Mis ojos no podían aceptar lo que veían, la furia de Hades estaba terminando con toda la fortaleza mágica, el fuego que lo envolvía quemaba todo a su paso. Sentí una punzada en el corazón, el lugar más hermoso y probablemente el único sitio que me recordaba a Desmont, estaba siendo consumido por completo.
—Puedes proteger a la humana pero no a tu hermano— dice Hades muy regocijado— su alma me pertenece, él me pertenece y mientras sea así nunca más lo verás. Haber convocado al Dios del inframundo es un pecado necesitado y pagará el precio en las llamas del infierno.
En cuanto tendió un brazo, Desmont soltó mi mano, hice el mayor esfuerzo por mantener su tacto pero fue imposible, él ya estaba al lado de Hades, esposado por una cadena de fuego que también ataban sus pies. Gritó de dolor y oírlo hizo que me tambaleara. Era improbable poder describir lo que producía en mí, pero las lágrimas deslizándose por mis mejillas expresaban mi desesperación.