Habían pasado aproximadamente tres días desde que Desmont había desaparecido, mi corazón pareciese que se hubiese marchitado y mis lágrimas brotaban tanto como el cielo. Ahora mismo me encontraba en alguno de los pasillos del Castillo Montecasth, pegada frente a una lumbrera en donde veía el paisaje helado y la lluvia que no cesaba de caer.
Era curioso cómo me sentía tan identificada con el clima ahora. Solté un suspiro ahogado y lento.
— ¿Estás bien Katrina?— la voz de la princesa hizo que me girara a mirarla.
Asiento levemente y ella sonríe a medias.
— ¿Sabes que mi sueño no es profundo verdad? Te he escuchado llorar en las noches— prosigue esta vez preocupada— te he dicho que puedo seguir sola con esto y que puedo llevarte de vuelta a con los tuyos.
—No— mis ojos expresaron miedo al igual que mi tono de voz— no, por favor Báthory. Sé que no soy de ayuda porque no tengo dones como los tuyos o algo parecido y que puedo parecer más un estorbo pero…
Ella suelta un suspiro y coge mis manos haciendo que me entrecorte.
—No Kat, no dije ni pensé eso, en realidad tu compañía me ayuda bastante aunque no lo creas y es que me refería más a lo de estar lejos de tus padres.
—Yo no puedo, no puedo más…— sollocé cansada de todo y esta vez Báthory me envolvió en un abrazo reconfortante.
—Katrina, de algo si estoy segura y es que no dejaré que mi hermano se quede en el inframundo ¿De acuerdo? Y sé quién podría ayudarnos con esto.
Al escuchar aquello me aleje suavemente de la princesa y la miré confundida ¿A qué se refería? ¿Existía alguien que pudiera ayudarnos realmente?
— ¿Quién podría hacerlo?
—Mi madre, la Ninfa Dionisia.
Me quedé estupefacta al oír aquello, helada como una estatua sin saber que decir, pensando que ella había muerto a manos del mismo Rey Magnus ¿Cómo podía ahora decirme Báthory que estaba viva realmente? No supe que decir exactamente y me mordí la lengua suavemente para saber si lo que había oído era cierto o falso. De que mi mente no me jugaba una mala pasada.
— ¿Qué? ¿Es posible eso?— parpadeé reiteradas veces.
Quizá y si se podía pero bajo algún hechizo de la princesa más no porque exactamente estaba viva.
—La encontré agonizando el día en que Desmont murió— con un movimiento suave de su mano derecha me mostró lo que había sucedido en ese entonces.
La princesa corría por uno de los pasillos, a toda prisa, cogiendo el largo vestido que traía puesto, los rayos alumbraban de vez en cuando el oscuro Castillo dejando ver claramente la lluvia desenfrenada, afuera en el jardín los habitantes huían pese a que el fuego de los calabozos donde había muerto su hermano, el príncipe heredero, llegaban tan pronto a querer acabar con todo a su paso.
— ¡Princesa!— Cassandra se tomó el arrebato de interponerse en su camino y cogerla del brazo con suavidad— debemos huir, necesita protección inmediata.
—No…— Báthory se negó rotundamente, todavía en estado de shock luego de haber dejado a su hermano morir bajo las llamas que su propio padre había ocasionado— mi madre, debo ir por ella.
Se suelta tan pronto en que le permiten sus piernas correr, suelta la mano de Cassandra, su más fiel Dama de compañía y sigue su camino. Sin dejar de sollozar por la destrucción de su imperio, el imperio que se supone que debía reinar su fallecido hermano ahora, siente una punzada en el corazón tras recordar la escena en la que se había envuelto tras salir arrastras de los calabozos obligada por su Rey, cuando había soltado la mano de Desmont y lo había oído decir “Cuida de nuestra madre” y eso mismo haría ahora.
En cuanto llegó al salón donde yacían las estatuas de los Dioses a los que veneraban se queda estancada en la mitad del camino. Ha llegado tarde, la reina Dionisia ha caído, tendida en medio de los velos transparentes de su vestido yace sin dar signos de vida e inmediatamente corre hacía ella.
—Madre…— se entrecorta mientras se inclina.
Nota la apuñalada que tiene en la esquina de su vientre, su vestido blanco plomo deja ver la mancha de sangre y el desangrado sobre las gazas transparentes que le servían para cubrir sus brazos como una capa.
Se pone a sollozar más histérica de lo normal preguntándose ¿Quién ha podido arrebatarle la vida de esta manera? Y se sorprende al ver que Dionisia sostenía una daga en la mano izquierda, lo apretaba con fuerza y cuando la había creído muerta escucha un suspiro ahogado de su parte. ¡Está viva! Todavía sigue en vida, Báthory acaricia a su madre con suavidad y se levanta lo más rápido posible, no debe perder tiempo o podría jugarle en su contra. Debe buscar ayuda inmediata para su Reina, utiliza un poco de su magia para elevar el cuerpo inerte de su adorada madre y huye de ahí.