Dionisia se queda sin palabras luego de saber todo, lágrimas vierten de su rostro sin cesar y todavía tiembla de impresión dejando culpable seguramente a la princesa, de haberle recordado aquel infausto pasado, se relame sus labios color cereza y levanta la mirada hacia el cielo ¿Qué estaría pensando? Quizá creyendo que todo era un castigo casi eterno para ella, de algo estaba segura y es que no entendería el dolor por el que pasó y aún sigue cargando, podía imaginarlo pero no era suficiente.
—Iré con ustedes— finalmente dice más que decidida, suena como una orden.
—Mi reina— una de sus ninfas intenta acercarse a ella pero de momento la detiene con una mano.
—Esto ya no es algo de entre Desmont y Hades, esto es personal para mí, esto se convierte en un tema en el que tengo que intervenir como la madre de mi adorado hijo, mi pequeño, no dejaré que se queme en las llamas del infierno como su padre, Desmont no merece eso, siempre fue un buen muchacho— finalmente me mira confundida.
Báthory lo nota y antes de que dijera algo Dionisia se adelanta.
—La mitad de Desmont.
—Todo esto comenzó por ella, siguen destinados a pesar de estar condenados madre.
La reina de las ninfas me coge la mano y me sonríe ampliamente, risueña y dolida.
—Pequeña Vasilisa, todavía recuerdo el primer día en que viste este mundo, yo estuve ahí con tu madre, Megara, mi fiel amiga, mi compañera, de saber que habías nacido para ser la eterna compañera de mi preciado hijo los habría defendido con mi vida pero llegué tarde y quiero que sepas que hoy no será así, esta vez los voy a defender aunque me cueste la vida— me da un beso cálido sobre la frente— te doy mi bendición ahora y siempre.
—Vamos a rescatar a Desmont— la princesa me sonríe feliz y con los ojos llorosos.
—Esto significa todo para mí, yo sólo quiero que él sea feliz— digo, me relamo los labios emocionada— esta vez no lo olvidaré pase lo que pase.
Dionisia coge mi mano al igual que la de Báthory, nos guía hasta que nuestros pies se hundan en las aguas de la laguna cristalina, puedo sentir como mi corazón salta tras sentir el tacto helado y fresco en mis pies, ahí vamos mi adorado príncipe, mi Desmont, pronto nos volveríamos a ver, podríamos estar juntos como tanto lo deseábamos y existiría un final feliz para ambos.
La reina de las ninfas cierra sus ojos mientras tira la cabeza para atrás con delicadeza, las aguas se agitan y pronto viajamos en una realidad borrosa en la que podemos admirar el fondo del mar a nuestro alrededor, peces, ballenas y rocas. Nos detenemos en una cumbre alta con un camino que desciende hacia un profundo lugar, parece un camino sin fin, el ambiente es más que cálido, como si estuviese cerca de un horno que arde en llamas y de solo pensar en que estábamos más cerca del inframundo mi piel se eriza.
—Hades sabe que estamos cerca de su casa— Dionisia nos mira serena— no nos dejará marchar rápido porque de solo tener a una familia real lo obsesiona en un juego tan cruel.
—En especial si se trata de un familiar de Zeus ¿Verdad?— pregunta Báthory.
Ninguna parece temer al Dios del infierno, es decir ¿Por qué habría de hacerlo? Tenían poderes, sabían con qué defenderse pero yo, yo estaba aquí por el amor, porque no me imaginaba un mundo sin Desmont, no si estaba cuerda, al tanto de su existencia y de nuestro destino, iba a luchar por él, por nosotros sin que nadie interviniese ahora, si moriría hoy no importaba más, lo haría decentemente sabiendo que luche por un “Juntos y felices por siempre” aún si se trataba de enfrentar al Dios más cruel de todos.
—Esta noche no nos iremos sin Desmont— Dionisia comienza avanzar, a descender el camino.
La princesa Báthory y yo la seguimos, a medida que avanzamos la vestimenta de la reina cambia, aquel largo vestido blanco que traía antes se transforma a un color celeste marino, elegante y digno de una reina de su categoría, esta vez lleva una corona mítica sobre la cabeza dejando su larga cabellera negra que pronto está ondulado y cayendo como una cascada. Realmente es una Diosa y claro como no lo deduje antes, siempre amaba estar en el agua, incluso Desmont cuando me mostró un recuerdo suyo ella estaba saliendo de una laguna, siempre estaba cerca de las aguas y esto dejaba más que en claro que era una Diosa del agua.
El camino se veía más que largo, como un laberinto sin fin que te traicionaba la mente, había pasado tan poco tiempo y ya estábamos llegando al final, mi corazón me lo decía, podía sentir incluso como el ambiente quemaba cada vez más y eso solo significaba que estábamos a unos pasos de entrar al inframundo.