El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 33: "Descenso al inframundo"

Dionisia se quedó sin palabras luego de ponerse al tanto de todo, las lágrimas deslizaban por sus mejillas pálidas sin cesar, tiritaba de impresión y pude percibir el error que inculpaba la princesa al ver a su madre así. La reina se relamió los labios color cerezo y levantó la mirada al cielo gris.

¿Qué estaría pensando?

Quizá creería que era un castigo directo hacia su persona, jamás comprendería su dolor, tan perdurable porque incluso el hombre que amó le traicionó, no podía ni siquiera imaginar el peso que cargaba sobre sus hombros.

—Iré con ustedes— dice con decisión.

—Mi reina…— una de sus ninfas intenta acercarse a ella, pero Dionisia la detiene con una mano.

—Esto ya no le concierne solo a Hades y a Desmont, esto es personal para mí, se convirtió en un tema en el que me veo obligada de intervenir como madre, debo reclamar lo que me pertenece, él es mi hijo, mío. Desmont siempre fue un buen muchacho y no merece este final tan aciago— finalmente me observa con desconcierto.

Báthory se percata de ello y antes de que dijera algo Dionisia la interrumpe.

—Eres la mitad de mi hijo.

—Madre todo esto comenzó por ella, siguen destinados a pesar de estar condenados, como un círculo sin fin.

La reina de las ninfas tomó mi mano y esbozó una sonrisa radiante. Podía engañar a cualquiera con aquel gesto, no obstante, sus ojos no ocultaban su dolor.

—Pequeña Vasilisa, todavía recuerdo el primer día en que llegaste al mundo, yo estuve ahí con tu madre Megara, mi discípula, una gran amiga, de saber que habías nacido para ser la eterna compañera de mi preciado hijo los habría protegido con mi vida, pero ese día llegué tarde y quiero que sepas que hoy no será así, esta vez los voy a defender sin importar el riesgo— me dio un beso cálido sobre la frente— te doy mi bendición ahora y siempre.

—Vamos a salvar a Desmont madre, saldremos indemnes de esta— la princesa sonó autoritaria.

—Esto significa todo para mí, yo sólo quiero que él sea feliz, es lo que más anhelo— digo en un hilo de voz justo después de relamer mis labios— No pienso olvidarlo pase lo que pase, otra vez no.

Dionisia tomó mi mano al igual que la de Báthory y se adelantó a pasos firmes, hasta que nuestros pies se hundieron en las aguas de la laguna cristaliza, aquello me hizo estremecer tras sentir el tacto helado y fresco sobre mi piel, pero estaba lista. Sabía que pronto vería a mi adorado príncipe, mi amado Desmont, volveríamos a estar juntos como tanto lo habíamos ansiado, estaba segura de eso.

La reina cerró sus ojos cósmicos mientras tiraba la cabeza para atrás con delicadeza, después las aguas se sacudieron en olas y pronto viajamos a una realidad difusa en la que podíamos admirar el fondo del mar a nuestro alrededor, incluso peces, ballenas y peñascos musgosos. Nos detuvimos en una cumbre alta con una vía que descendía hacia un lugar profundo, como un camino tenebroso sin final, el ambiente también se percibía mucho más cálido, como si estuviéramos cerca de un horno que encendía en flamas y de solo pensar en el tártaro, mi piel se erizó como el pelaje de un gato.

—Hades sabe que estamos cerca de su casa— Dionisia nos miró con serenidad— no nos dejará marchar rápido, parece que le obsesiona esta situación, como si se tratase de un juego macabro. Puedo ver su sonrisa altiva.

—En especial si se trata de un familiar de Zeus ¿No es así? — preguntó Báthory.

Ninguna parecía temer al Dios del inframundo, es decir… ¿Por qué habría de hacerlo? Poseían poderes, sabían con qué defenderse, pero yo estaba aquí por amor, porque no me imaginaba un mundo sin Desmont, una simple mortal.

Jamás podría volver a vivir una vida simple mientras estuviese cuerda, sabiendo de su existencia y de nuestro destino, iba a pelear por él, por nosotros sin que nadie interviniese ahora, moriría por él y lo haría satisfecha, luchando por nosotros.

“Juntos y felices por siempre”

Incluso si tuviera que plantarle cara al Dios más cruel de todos.

—Esta noche no nos iremos sin Desmont— Dionisia comenzó a descender la vía oscura.

La princesa Báthory y yo la seguimos.

A medida que avanzábamos, el atuendo de la reina cambiaba como un camaleón, aquel vestido claro que traía puesto tomó la tonalidad de un celeste marino, distinguido y digno de una reina de su condición. Transportaba una corona mítica sobre su cabeza, dejando su melena oscura como una cascada que mágicamente estaba ondeado. Realmente era una Diosa y como lo deduje antes, Dionisia no amaba las aguas, ella era la definición de agua en cualquier género. Ahora podía entenderlo, ella era la Diosa del agua.

El camino se percibía más largo, como un laberinto sin fin que embrollaba la mente de cualquier ser, había pasado tan poco tiempo y ya casi llegábamos al final, mi corazón me lo decía, podía sentir incluso como el ambiente quemaba cada vez más y eso solo significaba una cosa, estábamos a unos pocos pasos de entrar al tártaro.

—Detente por favor— un susurro captó mi atención.

Levanté la mirada anonadada y alarmada a la vez, esa voz, era la de Desmont.

Me quedé observando a ambos lados para ver si estaba cerca, no podía ser una alucinación, seguramente era verdad, al fin y al cabo se trataba de Desmont, aunque quizá… podría ser un truco del mismo inframundo.




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