La muerte…
Nunca pensé estar tan cerca, contemplar al ser mítico que se lleva las almas y sobre todo, ver por primera vez el mundo en donde yacía la muerte, escuchar aquellos susurros que retumbaban cerca de mis oídos, escarapelaban mi piel. El frío eléctrico envolvía mi cuerpo, incapaz de articular los músculos, el reflejo de mis ojos se volvía fuego y a lo lejos casi pude percibir un palacio en la cima. Esos gritos que no cesaban y el ambiente acalorado que casi quemaba mi cuerpo, nunca había sentido la necesidad de tocar agua.
La desesperación se hizo presente en mi respiración por todo lo que pude distinguir, inclusive el peso formidable que comencé a sentir sobre los hombros, como si estuviese sosteniendo algo tan colosal. Todo era tan espeluznante y peligroso.
Estancada como una efigie, delante de un mar oscuro repleto de almas, podía sonar ridículo y a la vez mágico, pero esto era lo que tenía enfrente. Logré ver mi reflejo en las aguas turbias, a pesar de las almas transparentes de miles de personas.
¿Qué clase de mundo era este? ¿Realmente estaba viva o ya estaba muerta?
Dudaba en silencio.
¿Había perdido la vida luchando por Desmont?
—No se dejen engañar…— Dionisia habló sólidamente, su rostro también revelaba algo de incomodidad— Vasilisa todavía sigues aquí, no te dejes traicionar por el poder del inframundo.
Tragué saliva con dificultad, mis ojos no podían apartarse de aquellas almas infinitas que se ahogaban una y otra vez.
—Me resulta algo inquieto— Báthory se tocó un brazo sin dejar de observar para ambos lados.
—Debemos permanecer juntas querida hija, el amor es lo único que nos mantendrá con vida siempre, no lo olvides— la reina tomó la mano de la princesa— pase lo que pase quiero que sepas que tuve una vida digna cuando los concebí a tu hermano y a ti.
Un bote pequeño de madera añeja se detuvo enfrente de nosotros. La mujer que se hallaba encima tenía el cabello blanco y una túnica sombría con los ojos vendados, era demasiado escuálida y de brazos largos, extendía una mano esperando algo a cambio.
Dionisia le dio tres monedas extrañas, parecían ser de oro, no obstante, no podía confirmarlo ya que no alcancé a ver con claridad. La mujer había entrecerrado su mano con avidez y con la otra cogió un remo.
—Adelante. No quiero que se asomen al borde— Dionisia fue la primera en subir al bote, inmediatamente Báthory la siguió al igual que yo.
Los pies casi me habían fallado puesto que mis piernas se tambalearon al montar la barca, tan pronto este se deslizó por las aguas, dudé creyendo que no conseguiríamos llegar al palacio de fuego ya que se encontraba al otro extremo del lugar. La lentitud con la que nos movíamos me causaba ansiedad por más que me conservase firme y mi mente cada vez estaba más disociada.
¿Dónde estaba Desmont? ¿Sería posible que su alma vagase en este mismo mar oscuro? Aquel que estábamos atravesando, junto a los demás espectros…
La incertidumbre se hizo presente y con ello la reacción automática de mi cuerpo luego de asomar la cabeza, estaba haciendo justo lo que Dionisia dijo que no hiciéramos, pero no me importaba, debía buscar a Desmont. Sin embargo, parecía que podría pasarme toda la vida intentando hallarlo. Después, cuando quise alejarme, una de las almas tomó mi brazo con agilidad, me sostuvo dejándome perpleja, el miedo recorrió cada parte de mi ser al ver lo transparente que era, no dejaba de chillar con cierta angustia. Se trataba de una mujer que imploraba con su mirada que la ayudase, al igual que otros espectros que quisieron acoplarse alrededor de la barca, estaban intentando atrapar cualquier parte de mi cuerpo.
Un fuego azul cristalizado abatió sobre estas, consiguiendo que se aparten con rudeza en contra de su voluntad, inclusive la mujer que había tomado mi brazo. Inmediatamente me retiré del borde, totalmente atemorizada.
— ¿Estas bien Kat? — Báthory había sido quién había lanzado aquel fuego.
Por un momento pensé que me arrastrarían a las profundidades del mar oscuro, y el deseo de volver al mundo real me dejó sin palabras, aunque también estaba segura de que prefería pasar por esto a perder a Desmont para siempre.
Asentí con suavidad, todavía enfrascada con mis pensamientos.
Lo único que anhelaba era estar de nuevo con mi príncipe, lo echaba tanto de menos, las ganas de tocarle me invadían siempre que lo recordaba y esto era lo que producía ansiedad en mí.
Al llegar al lugar esperado, un frio insólito me sacudió repentinamente, a pesar de estar en un ambiente cálido. Dionisia descendió del bote, Báthory la siguió y luego yo.
—Hemos llegado, estamos cada vez más cerca de Hades— dijo la voz temblorosa de la princesa.
Ninguna dijo nada al respecto, tan solo subimos las gradillas del palacio instintivamente, todo parecía consumarse por fuego y cada que avanzábamos, el deseo de arrancarme lo que traía puesto se volvía una necesidad, ni siquiera me percaté de la burbuja de agua que nos envolvió de repente, manteniéndonos frescas y lejos de adquirir alguna lesión producida por el ambiente, en aquel instante supe que era obra de la Diosa que nos llevaba, la reina y madre de mi adorado. Solo su poder sería capaz de equilibrar a Hades, no hubiéramos llegado tan lejos sin ella claramente.