El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 37: "Sacrificio"

¿Puede el Amor ganar una guerra? ¿Puede el amor vencer todas las dificultades si dos personas se mantienen juntas? Esas siempre fueron las preguntas que los más románticos nos preguntamos y es que yo nunca fui una creyente que se diga, en la preparatoria solo me conformaba con mirar a Hunter de lejos, no pensé jamás pertenecer a una historia de amor con antepasados y todo lo demás, jamás pensé que había nacido o existido para vivir una historia tan enigmática y atrapante.

Una historia que realmente marcaría la diferencia sobre cualquier otra y que si tendría un final feliz, hasta yo misma me sentiría acongojada y feliz de oír.

No sabía lo que podría ocurrir a partir de ahora, pensé que tan solo moriríamos y seriamos uno al fin, no obstante, aquel centello de luz fue más que una esperanza de un “Nosotros” una esperanza que nos devolvería la serenidad, que nos permitía volver a soñar, que nos daba muchas oportunidades porque aún éramos jóvenes, él tenía 21 casi y yo 17, estábamos en el comienzo de nuestra juventud.

Cuando abrí los ojos con molicie me encontré en la orilla del mar de Almas infinitas, me levanté temerosa y confundida ¿Qué había ocurrido? Tenía el vestido de tela empapado al igual que mi cabello y solamente había una explicación para esto: Había estado sumergida tal cuál pensé que soñaba.

¿A todo esto donde estaba Desmont entonces? ¿Cómo había logrado salir yo cuando tenía un montón de almas alrededor?

Me quedé mirando hacia la sima del palacio de fuego todavía escuchando estruendos de hechicería, claro que recordaba como Báthory y Hades se enfrentaban con la ayuda de Dionisia, me fijé en mis pies descalzos, no recordaba con claridad lo que había ocurrido antes pero sí me percato de la presencia de un joven tirado a un extremo de mí nada más. Desmont, mi Desmont, me acerco tan rápido como me permiten mis pies y me ladeo para examinarlo mejor, le cojo el rostro perfecto con las manos para observarlo mejor, se mantiene con los ojos cerrado y claro, él está muerto.

—No…— me lamento dolida de saber que hemos perdido— no puedes dejarme sola en esto.

De momento sucede lo que jamás creí que sucedería, él abre los ojos confundido, me mira temeroso y se levanta tan rápido que no me deja todavía asimilar lo que está pasando.

—Que… que este lugar ¿Dónde estoy?— pregunta incrédulo, aterrorizado y embrollado.

Mi corazón vuelve a palpitar de emoción ¡Boom! ¡Boom! ¡Boom! ¡Está vivo! ¡Mi Desmont está vivo! ¡No está muerto! Me lanzo hacia él y lo abrazo con todas mis fuerzas. Está tan cálido como yo debido a que estamos en un lugar rodeado de fuego y eso quiere decir que ya no es más un ancla, es un humano como yo, como en el pasado.

¿Cómo es esto posible? ¿Es un sueño? ¿Es una alucinación?

—Katrina…— susurra mi nombre, alucinado al igual que yo.

Me besa con necesidad, sus labios están entre cálidos y fríos por lo empapado que se encuentra al igual que yo, me sonríe con emoción, estamos más que eclipsados y nos sentimos más invencibles que nunca.

— ¿Qué ha pasado?— pregunto sin poder creerme lo que estamos viviendo ahora mismo.

Desmont niega con la cabeza, claramente tampoco lo sabe.

—Debemos ir por Báthory y mi madre— me coge de la mano y me arrastra junto a él.

Corremos lo más rápido que podemos, con la adrenalina encima, con la emoción de estar juntos nuevamente, con la ilusión de que nuestra historia no ha terminado, que se requiere más que una tiranía para separarnos, que pareciese que estamos más que destinados, que debemos ser uno siempre y para siempre.

Volvemos al punto del comienzo, dónde se desató la guerra entre la familia Montecasth y el tirano de Hades.

Nos estancamos enfrente del Dios del inframundo todavía cogidos de la mano, listos para cualquier cosa, no le temo a nada porque estoy al lado de a quién amo más que a nada en este mundo, le estamos plantando cara, retándolo en su propio palacio de fuego y él por supuesto, se queda helado, incrédulo, el hechizo que Báthory le acaba de lanzar, lo hace volar sin querer y se da contra el muro de rocas, justo al lado de su preciado sitial.

— ¡Mi pequeño!— la reina Dionisia es quién se lanza a los brazos de su adorado hijo.

Se funden en un abrazo que parece que podría durar una eternidad si así se podría, me acongojo de ver aquel reencuentro, madre e hijo, se han encontrado incluso luego de la muerte y es que todavía no puedo creer como es que ha podido haber un “Luego” cuando ya todo estaba perdido, estábamos entregándonos a la muerte con la esperanza de permanecer juntos aunque fuese en el mismo inframundo.




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