Las burbujas en las que estamos encerrados han viajado incluso dentro del mar, no quiero ni imaginar que es lo que Desmont piensa en estos momentos, tan solo está ahí, sentado con la cabeza ladeada, no puedo ni imaginar el dolor que siente ahora pero yo estaría con él para apoyarlo siempre ahora que podíamos ser felices realmente.
No mal interpreten, no quería este final para la Diosa Dionisia pero tampoco había una solución a esto, la decisión ya estaba tomada, su madre había determinado que quedarse en el inframundo al lado del Dios de la muerte era lo que quería, no había opción, no podíamos haber pasado por encima de Hades de no ser por su sacrificio.
Un bonito sacrifico que enseñaba el amor de una madre y a qué punto puede llegar la maternidad tan solo por ver felices a sus hijos. No solo eso, sino que no existen los finales perfectos pero si felices, este era uno de ellos, habíamos perdido a la reina pero también nos había regalado una oportunidad para ser felices.
En cuanto la luz del día nos ilumina me percato de que estamos flotando por encima del palacio Montecasth, aquel Castillo precioso que comienza a volver a la normalidad, me quedo pegada y alucinada por lo que estoy viendo. Cuando menos lo imagino estamos aterrizando en las puertas, las burbujas explotan y por fin somos libres.
—Desmont…— Báthory envuelve a su hermano en un profundo abrazo mientras lo veo sollozar por primera vez.
Me siento dolida por eso, impotente porque no puedo hacer nada, es de su madre de quién estamos hablando.
—No tenía que pagar mis errores hermana, debí afrontarlos yo…— la mira a los ojos desconsolado— era yo quién debí pagar mis errores.
—Oh querido hermano— la princesa limpia sus lágrimas y acaricia a su hermano menor— no te culpes por esto por favor, es la decisión de madre y debemos respetar su posición.
Desmont asiente, sus ojos se posan en mí y puedo notar su tranquilidad repentina a pesar de estar hecho polvo.
—Katrina— se me aproxima entusiasmado y me abraza— por fin podremos ser felices amada mía.
Báthory nos mira feliz, está muy feliz por Desmont y por mí.
Cuando creemos estar solos de repente las puertas del palacio se abren sin previo aviso, la presencia de Luigi y Hermes nos dejan más que anonadados. Confundidos pero más que animados nos observan, son humanos de nuevo.
¡Están vivos!
— ¡Querido Amo, preciosa Madmoiselle!— Luigi es el primero en acercarse al príncipe Desmont, lo abraza con mucho cariño y luego a mí.
Mi corazón está latiendo con tanta fuerza que creo que moriré de felicidad, me siento acongojada y a la vez tan fascinada por lo que estoy presenciando, es una mezcla de sentimientos que jamás experimente pero que en definitiva nunca jamás olvidaré.
—Pequeño príncipe, es un honor tenerlo en casa nuevamente— Hermes se limpia las lágrimas de emoción con un pañuelo que saca— creí que no viviría para ver este día.
—Querido Hermes— Desmont lo abraza con tanta emoción que lo carga entusiasmado.
Sonrío al verlos, realmente la princesa Báthory y el príncipe son tan amados por todos ellos.
—Regazza— me hace una pequeña reverencia y lo imito como respeto y cariño.
Cassandra y la señora Poppy aparecen también, ambas abrazan al príncipe y luego a la princesa Báthory, emocionados y acongojados todos. Muchas personas más aparecen, seguramente los demás que solían trabajar para la familia Montecasth, estoy tan feliz de ver todo esto que no quiero que termine.
El príncipe Desmont se aproxima a mí con una sonrisa, feliz, muy feliz me carga entre sus brazos y me hace dar una pirueta mientras me besa. Siento que estoy viviendo un cuento de hadas y aunque sé que esta vez no hay nadie quién nos arruine el momento de felicidad temo de igual manera, no quiero volver a perder a Desmont nunca más, quiero estar con él para siempre. Siempre suena eterno, sé que ahora es humano tanto como yo, pero sé también que eterno también puede significar que envejeceremos juntos, apoyándonos el uno con el otro y que en definitiva podremos vivir nuestro amor.
Nuestras Almas son libres y danzaremos al son de nuestra música juntos por un millón de años más.
—Quiero que te cases conmigo Katrina— Desmont me mira a los ojos, delante de todos los presentes me sonríe y no deja de sostener mi mirada, se inclina para pedir mi mano— ¿Quieres casarte conmigo?
¡Claro que sí! Me muerdo el labio de tanta felicidad mientras que mis ojos se tornan llorosos de emoción.