El tiempo había transcurrido más rápido de lo que pensé, habían pasado meses desde aquel día en que Desmont y yo fuimos solo uno. Levantó su imperio tanto como deseo y yo estaba muy orgullosa de él.
Sin embargo, tuve que volver a Florida para retomar mi rutina de siempre en casa y en la preparatoria, terminar mis estudios para así poder casarme con el amor de mi vida.
Hoy era el día de mi graduación por fin y además en un mes cumpliría un año más.
— ¿Ya estás lista cariño? — mamá me miró desde la puerta de mi habitación— no puedo creer que ya has terminado la preparatoria cariño mío, estoy tan feliz.
Se aproximó para arreglar el cuello del vestido que traía puesto.
— ¿No es maravilloso? Luego de esto podré estudiar en la universidad— dije sin dejar de sonreír como una tonta.
—Desde luego cariño. ¿Desmont vendrá a la ceremonia? — preguntó luego de acariciar mi cabello.
—No lo creo, la tarea de ser un príncipe lo tiene demasiado ocupado— resoplé algo triste, no nos habíamos visto hace más de dos semanas.
—Y anda acostumbrándote a la idea de estar ocupada también tú que pronto serás una princesa y tendrás que hacer muchas cosas— comentó apenada y yo sabía porque lo estaba.
—Mamá por favor no quiero que estés triste por eso ¿Sí? Ya lo habíamos hablado— le tomé de las manos.
—Sí lo sé. Bueno, es normal que esté así, te vas a casar muy joven y yo sé el amor que se tienen, pero créeme que ninguna madre está preparada para este momento.
—Lo sé, pero es lo que realmente sueño, es lo que me hará feliz— le di un cálido abrazo mientras que ella besaba mi frente.
—Bueno es hora de partir a la ceremonia, tu padre debe estar maldiciéndonos por la demora.
Ambas abandonamos la habitación y nos apresuramos en salir de casa, mi padre estaba esperándonos en el coche completamente listo y en cuanto se percató de nuestra presencia, le dio un vistazo a su reloj de mano.
—Se nos hace tarde mujer, se han demorado la vida arriba— comentó algo molesto.
Mi madre soltó una carcajada al igual que yo.
Durante el transcurso a la preparatoria me quedé mirando a través de la luna polarizada del carro, debía irme despidiendo de Florida ya que pronto viviría en Transilvania, en aquel castillo. La gente todavía no estaba al tanto del romance que teníamos Desmont y yo, había preferido mantenerlo en secreto por el momento para no tener que lidiar con la prensa y el cotilleo en la escuela.
Solo lo sabían Patt y Elena, mis amigos de siempre y claramente estaban más emocionados que yo.
En cuanto llegamos a la escuela, nos dirigimos muy apresurados hacia el campo de fútbol en dónde sería la ceremonia de los recién graduado. Nunca había sido popular ni mucho menos la ignorada, siempre fui una alumna más en la escuela, pero Patt había tenido ciertos problemas con Hunter y sus amigos, lo que hizo que fuéramos más visibles.
—Pensé que no llegarías— Patt soltó un bufido— pronto pasaremos y Elena podrá dar su ridículo discurso.
— ¡Oye! — ella lo pilló por detrás y le lanzó un guantazo en la cabeza— me he preparado como no tienes idea para este día ¿Sí? Merezco algo de respeto.
Solté una carcajada, como los extrañé, pero claro que esto no sería una despedida.
—Bueno y… ¿Tu príncipe vendrá a esta ceremonia minúscula para lo que está acostumbrado a vivir? — preguntó Patt.
Elena soltó un bufido.
— ¿No sabes que Katrina es su vida? ¿En serio crees que va a faltar?
—En realidad sí, como verán tiene siempre el tiempo copado para cumplir con sus deberes de realeza y yo lo entiendo, igual no me molesta en nada, después de todo no falta casi nada para el matrimonio— dije algo incrédula.
Luego de unos minutos más nos colocamos las batas y los gorros de graduados, la ceremonia comenzó y cada alumno esperaba listo para recibir sus respectivos honores, Elena dio un magnífico discurso que incluso hizo que soltara una lágrima de emoción, ciertamente antes soñaba con terminar la preparatoria y hoy estaba acongojada de que fuera así.
Estaba dejando de ser una adolescente y pronto pasaría a una etapa más juvenil. Cada alumno pasaba al estrado a recibir con orgullo su anuario y yo no era la excepción, nerviosa pero segura de mí misma recibí el cuaderno y me dirigí hacia el fotógrafo que captaba una foto.
Luego de que mis demás compañeros hicieran lo mismo, tiramos el gorro de recién graduados más felices que nunca, estaba hecho, habíamos terminado la preparatoria.
Cuando por fin pensé que podría irme a casa tranquila, Hunter se acercó.
—Hola Kat— me saludó bosquejando una sonrisa amplia— es una pena. Ya no podré verte más en la escuela. ¿A qué universidad iras?
En definitiva no iré a una, iba a estudiar en el castillo y además a llevar cursos de cómo ser una princesa.
— ¡Hunter! — la voz chillona de Rosalía me retumbó los oídos— ¿Qué haces hablando con ella? Ven, vamos a tomar un café con todos nuestros amigos.
Puse los ojos en blanco.