El día había llegado, el momento más esperado de mi vida por fin se realizó, imaginar que nací para entregarme por completa para mi príncipe, me hizo sentir la mujer más feliz del planeta. Solo sostener su mirada llenaba por completo mi ser.
Tantos siglos condenados a mantenernos separados así como lo representaba el Sol y la Luna.
Identificada con el sol porque siempre fui luz y pureza y Desmont, mi adorado Desmont, siempre fue la luna, porque así como fue luz, también fue oscuridad.
Nos encontrábamos bajo el cielo eclipsado de este día que conmemoraría por el resto de mi vida, a su lado, en el laberinto de matorrales del jardín trasero del Castillo Montecasth, siendo la completa atención de nuestros seres queridos y algunos invitados que desde ya eran testigos del amor que nos teníamos, ahora y siempre.
—Yo Desmont Montecasth, quiero decirte que te quiero para siempre, no para un rato, no para esta vida, no para la que sigue, ni para la que sigue de la que sigue, te quiero para siempre, te quiero amar en esta vida y en todas, te quiero para hoy, mañana, pasado, todo el mes, todo el año, eternamente. Te quiero perennemente Katrina.
Un par de lágrimas rodaron por mis mejillas sonrojadas, sonreía sobreexcitada.
—Yo Katrina Beattie, quiero decirte que te quiero eternamente, como tú siempre, no para un pasatiempo ni mucho menos, quiero que sepas que hoy y todos los días de mi vida te amaré y estaré contigo. Que te amo tanto que siento que la palabra ‘Te amo’’ no termina de expresar lo que siento por ti, que si alguien te dañara de tal manera que no pudiera reconocer tu hermoso rostro, te seguiría amando de igual manera, que si alguien te arrebatase de mi lado te seguiría amando aún más. Te quiero perennemente Desmont.
Mi príncipe me sonrió ampliamente y antes de que dijera algo lo besé, tierno, dulce y cálido. El clérigo que nos bendecía este día tan importante nos había dado el consentimiento ahora que habíamos unido nuestro Amor en uno.
Al terminar la ceremonia Desmont y yo permanecimos juntos, ya que un hombre nos plasmaba en pintura para el recuerdo, y cuando terminó de pintar nuestra imagen juntos, presentaron la primera imagen que teníamos en el salón principal.
—Se ve hermosa con esa corona su majestad— dijo tomando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos— estoy feliz Katrina.
Me mordí el labio inferior.
—Tengo el honor de ser la compañera de un joven tan apuesto como usted mi rey— esbocé una sonrisa, orgullosa de ver su descenso más esperado.
Sé que este era su sueño de alguna manera, así que hoy había concluido con dos compromisos muy importantes para su vida, tenía 21 años por fin y yo 18. éramos jóvenes y teníamos muchos años más para recorrer el mundo entero, y vivir el día a día demostrándonos el amor que nos teníamos el uno con el otro.
— ¿Está lista mi reina? — preguntó Desmont.
Asentí con la cabeza.
Sabía que no debía preocuparme por nada de ahora en adelante, lo tenía todo porque él era mi todo. Los lujos eran lo de menos, un regalo más que nos regaló la vida luego de habernos hecho sufrir tanto.
—Lo estoy mi rey— y dicho aquello nos encaminamos hacia el púlpito principal del castillo.
Muchas personas importantes en nuestro descenso nos esperaban en el laberinto de matorrales que se encontraba en el jardín de afuera, personas de Transilvania y paparazzis nos recibieron con frenesí.
Éramos los nuevos reyes de Transilvania.
Nuestra historia de Amor volvía a comenzar desde cero y esta vez nadie ni nada nos iba a separar.