Katrina:
Me quedé observando el cielo tras percibir una posible tormenta. Transilvania, una región histórica localizada en la parte centro-noroccidental de la actual Rumanía sobresalía por sus vías góticas. Gura lo era, un pueblo bastante tétrico y frío. Podría decir, demasiado para mi agrado ya que no estaba habituada a lugares así.
Acababa de llegar de Florida y ya estaba anhelando retornar.
Me froté las manos con suavidad esperando ganar algo de calor, mientras me reclinaba sobre un pretil, con un paisaje amplio hacia un lago de aguas turbias. Elena y yo esperábamos a nuestro querido amigo Patt, ansiosas porque fue a comprar café.
—Las calles son algo extravagantes ¿No crees? — comenta sin mirarme. Tenía la mirada divagando en distintas partes.
Ella había sido mi amiga desde los quince años y también compañera de clases.
—No lo sé, las leyendas que envuelven a este pueblo me hacen sentir un poco insegura, no lo puedo evitar.
Me giré para ver si Patt volvería pronto y di justo en el presentimiento. Acababa de llegar trayendo consigo lo que tanto deseábamos.
—Pero que frío, madre mía— se quejó entre risas, luego me ofreció una bebida.
—El maestro Court ya debe de haber entrado en estado de crisis por nuestra ausencia, será mejor que nos apresuremos antes de tener problemas— Elena cruzó la carretera después de recibir su vaso y Patt la siguió.
Me aceleré para alcanzarlos, justo después de tomar el primer sorbo de café, se había sentido como un trago de vida.
Al entrar al museo, en donde aguardan mis demás compañeros de la escuela, me quedé observando a mi alrededor. Deslumbrada por todo, pues dicho lugar era bastante colosal y distinguido, de pisos marmoleados y muros radiantes. Todo aquí parecía muy tradicional, en especial las estatuillas que tenían la forma de unos osos robustos, jamás imaginé que esas cosas podrían llegar a ser columnas.
Nos acoplamos al grupo de alumnos en lo que el maestro daba algunas indicaciones y en el trascurso me percaté de la presencia de Hunter.
Me mordí el labio inferior sin que este lo notara.
—Bueno Kat, no sabemos aún si le gusten las pelirrojas— la voz de Patt me tomó por sorpresa, a pesar de ser el único en saber que Hunter era mi mayor aspiración desde tercer año.
Ni siquiera Elena lo sabía.
Le sonreí con cierto cinismo, era verdad, todavía tenía esperanzas con él. Ser la única pelirroja del salón quizá podría darme buenos frutos.
—Quisiera averiguarlo en este viaje— solté un largo suspiro. Venir a Gura de excursión para el trabajo final de Historia tenía que servir de algo.
El maestro Court nos pidió que le siguiéramos el paso, a él y al guía que narraría la historia de cada objeto que reposaba en el museo.
Primeramente, nos detuvimos en frente de una espada que yacía dentro de una vitrina, en el que el joven inicia contando la historia que había detrás del elemento. Nada interesante en lo absoluto o eso era lo que yo creía, con suerte podíamos elegir nosotros para el trabajo y este no sería una opción definitivamente.
Debía encontrar una que me cautivase y para ello tendría que escuchar todas las leyendas.
Durante las siguientes horas oímos las demás historias conforme avanzamos. Nada había captado mi interés, nerviosa desde luego, al ver que la mayoría ya había elegido su investigación hasta que llegamos a una compuerta obscurecida y añeja, me estremecí sin saber la razón y más aún, cuando me quedé observando el cuadro que reflejaba la pintura de un castillo en algún bosque obscuro.
El guía carraspeó antes de hablar.
—Este es uno de los mayores focos de atención para los turistas en Transilvania, en especial para los habitantes de Gura ya que aquí es donde ocurrió todo. El castillo que pueden ver en el boceto actualmente se encuentra perdido, convirtiéndose en algo místico a lo que muchos fueron a su búsqueda y jamás regresaron. Se rumorea que existió en las cejas más altas de Gura, lejos muy lejos de la realidad. Este castillo le perteneció al rey Magnus, uno de los seres más vibrantes que hubo en aquellas épocas, aunque todavía se debate sobre la existencia de su reino perdido— el guía volvió a aclararse la garganta antes de seguir— La leyenda cuenta que Magnus tuvo dos hijos: la princesa Báthory y su predilecto, el príncipe Desmont quién fallecido en el año 1624 luego de ser condenado a muerte, mucho antes de cumplir los 21 años, edad en los que se convertiría en el próximo rey. Asesinado también por su propio progenitor, quién provocó las flamas que le arrebataron la vida.
—Eso no tiene sentido ¿Porque mataría a su heredero? ¿No era su hijo favorito? — preguntó Patt.
—Sí, desde luego que lo era, pero las malas lenguas decían que Desmont fue un príncipe perverso y que estaba maldito, no era de este mundo y además traicionó a la familia real— el guía sonrió con cinismo— ¿Qué era? ¿Por qué decían eso? Nunca nadie lo sabrá. El rey Magnus se encargó de borrarlo de la historia, él no quería que fuera recordado y mandó a quemar todos los retratos de su adorado hijo. Jamás debían mencionar su nombre y el que lo hacía sería decapitado inmediatamente. Conmemorarían a dicho ser tan sólo en los sueños, extremadamente bello, magnetizando a todo mortal que logró conocerlo en su tiempo de vida y para el rey, eso jamás pasó por desapercibido. Exactamente por eso destruyó las evidencias que rebelaban su existencia, más que aterrorizado por la promesa que Desmont le hizo antes de desfallecer, jurando retornar incluso después de la muerte, en cualquier momento, época o siglo.