Después de haber estado llorando por horas finalmente consigo levantar la cabeza para secar mis lágrimas, nada de esto resolvería los problemas en los que estaba atrapada ahora. Había perdido la noción del tiempo, de las horas y debía hacer algo cuanto antes, no podía seguir así, no quería esperar más.
Sé que el castillo estaba perdido en el bosque y no tenía idea de lo que me esperaba afuera, pero debía huir sin importar morir en el intento.
Decidida me levanto y corro hacia el mirador de la habitación. Estaba en lo alto de una atalaya, pude verlo luego de divisar los alrededores y aunque fuera difícil no sería imposible. Sólo sabía que no quería morir y si llegaba a desfallecer en el intento, al menos habría valido la pena.
Todo afuera es fosco y cuando miro hacia el cielo obscurecido, una luna llena muy grande y radiante, resplandece ante mis ojos mientras que se oyen los aullidos de los lobos que seguramente divagan por el bosque.
No entraré en pánico, no era momento de actuar con pusilanimidad.
Sin perder más tiempo tomo las sábanas del lecho y comienzo a aunar una por una. Las ato con cierto vigor y voy asegurándolas en aquel lecho gigante para poder descender por el balcón hasta que una voz me sobresalta.
—Yo no lo haría.
Me giro de inmediato para ver quién dijo eso, supuse antes que se trataba de una mujer por su tono de voz.
Ahogo un grito tras descubrir a un fantasma transparente que flota a unos cuantos pasos de mí. Se trataba de una dama de cabellos recogidos que me observa con cierta fijeza con aquel vestido de anticuadas épocas y a su vez, reluciendo su diminuta cintura. Probablemente por aquel corsé que acostumbraban a utilizar en aquellos tiempos.
— ¿Quién eres tú? ¿Cómo puedo verte si eres casi transparente? — pregunto amedrentada. Me he arrimado contra la pared en autodefensa.
—Tranquila, no tienes por qué temerme, yo no te haré daño— hace una pausa breve— mi nombre es Cassandra y solía ser una dama de compañía de la princesa Báthory ¿Cómo te llamas tú?
Parpadeo reiteradas veces creyendo que incluso es un sueño.
—Katrina Beattie— trago saliva con dificultad— pero mis amigos me dicen Kat.
—Lindo nombre— ella sonríe amable— tras el retorno de nuestro príncipe todos hemos quedado consternados aquí en el castillo. Es el único de la familia real que ha vuelto. Nosotros siempre hemos vagado aquí como fantasmas sin poder tocar humanos, pero si objetos.
— ¿Aquel espectro? — pregunto confusa.
Ella suelta una risa suave y pacífica.
—El príncipe Desmont no fue una mala persona— se queda mirando a la nada— su condena de muerte fue injusta, dejó un vacío eterno en el castillo y en los habitantes, él no fue malo a pesar de ser tan pretencioso con los plebeyos. A veces el amor te condena a lo peor y no todos tienen un final feliz.
—Necesito irme de aquí— digo más que obstinada.
—Cariño…— bisbisa amable— me temo que eso no es posible, el príncipe no te dejará ir.
Aquellas últimas palabras resuenan en mi mente una y otra vez como si fuese un eco. Mi rostro desencajado seguramente lo dice todo. ¿Realmente podría huir de él? Mi familia, mis amigos, Patt ¿Estarían buscándome ahora? ¿Habrán comunicado lo sucedido a mis padres? ¿Qué dijeron ellos?
Seguramente estaban destrozados.
Las puertas de la habitación se abren y aparecen dos fantasmas que entran trayendo una bandeja de comida en forma de carrito. Se trataba de una mujer regordeta con un peinado extravagante al igual que la de su acompañante, una joven con traje de servicio que se aproxima flotando hacia mí.
Frunzo el ceño.
—Pensamos que tendrías hambre, soy Poppy y ella es Ayle— la mujer me sonríe de lado a lado— estamos más que encandilados con su presencia, hace tantos siglos que no recibimos visitas.
La fantasma Ayle me entrega una taza de café pequeño y muy elegante, con bordes de oro. Casi puedo analizarlo con cierto estupor.
El frío y sed me invade así que le doy un sorbo necesitado tras sentir mis labios marchitos.
—Creo que llegaron caídas del cielo— dice Cassandra, flota hacia el otro extremo en donde se halla un ropero coloso— yo creo que Katrina necesitará un traje para que pueda descansar— abre las puertas doradas de aquel guardarropa e inmediatamente se me escapa una crispación de estornudo al percibir un viento suave de polvo.
Me río al igual que Poppy y Ayle. Cassandra se gira a mirarnos cruzada de brazos.
—Yo creo que mañana mismo tenemos que limpiar todo el castillo— Poppy me mira de manera maternal— estas a salvo pequeña, el príncipe Desmont no va a molestarte ya que está muy sumergido en sus aposentos y no creo que salga de ahí.
—Me raptó— digo apenada. Aquellos espectros parecen tener buen corazón y además son acogedoras a pesar de ser fantasmas.
Ayle se encubre la boca con sorpresa mientras que Poppy me mira melancólica.
—Conocí al príncipe Desmont desde el momento en que vino a este mundo. Un bebé inerme que nunca creció perverso y estoy segura de que a pesar de lo sucedido tiene razones para que estés aquí— habla manteniendo serenidad— aunque, sé que no es una excusa para traerte a este castillo sin tu consentimiento.