El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 5: "El corazón de Desmont"

Cuando oscurece me veo obligada a seguir con el plan de escape, por muy divino que fuera quedarme aquí con ellos no podría ser una opción, debía marcharme cuanto antes. Tenía el apoyo de Cassandra y Luigi pese a que de Hermes no se sabía nada, al parecer solía ser el más devoto.

— ¿Necesitas más sábanas de seda? — pregunta Cassandra.

Niego suavemente, ya está bastante largo como para necesitar otras, ahora solo tenía que huir.

—Fille— Luigi me examina atento— su atuendo no está limpio. ¿No quiere llevarse uno? Hace tanto frío afuera.

— ¿Qué podría llevar? — respondo pensativa.

—Yo puedo solucionarlo— Cassandra flota hacia el ropero y de allí saca un vestido largo.

Inmediatamente se aproxima a mí para entregármelo, el color beige es más que perfecto y el atuendo no parece ser nada estrafalario, mangas largas con el cuello en forma de V, nada largo como pensé en un inicio y por ende no podía negarme a usarlo.

Sin vacilar ni siquiera me lo pongo mientras que Luigi flota hacia el guardarropa en busca de algo que no ha mencionado y cuando retorna me ofrece una túnica con capucha en tono gris.

—Para el frío— me sonríe de modo amable.

—Gracias Luigi— lo tomo mientras le devuelvo el gesto— ustedes dos se han ganado mi estima y corazón, no sé cómo podría agradecerles.

Ellos me sonríen solemnemente.

Finalmente me pongo la túnica que cubre gran parte de mi pequeño cuerpo, lista para escapar del castillo. Camino hasta llegar al balcón y comienzo a descender con toda la adrenalina encima. Me sujeto con fuerza luego de sentir el gélido frío golpear mi rostro, está nevando como siempre y no sé si sea una buena señal cuando me encuentro en la cima de una torre muy alta. Tampoco me permito mirar hacia abajo ya que le tengo fobia a las alturas.

Desde donde me encuentro veo a Cassandra y a Luigi despedirse con la mano y les sonrío tan sincera, en especial por todo lo que han hecho por mí. Durante varios minutos más sigo descendiendo la torre, parece un acto sin fin hasta que sin previo aviso mis pies tocan suelo por fin. Me giro para ver en donde estoy exactamente pues parece que ya conocía este laberinto de matorrales, aunque no sabía la razón. Era imposible que yo conozca este lugar, pero ahora solo debía concentrarme en encontrar la salida.

Corro por el jardín cubierto por nieve sin importar lo oscuro que este, no interesaba realmente o eso pensé hasta que escucho el relinche de algún caballo, me detengo con sequedad para buscar al animal y cuando finalmente lo encuentro me quedo sin palabras.

El fantasma de un ser tan blanco y radiante como un resplandor extasían mis ojos. Se mantiene estancado a unos pocos pasos de mí ¿Qué hace paseando por el jardín? parece como si hubiese sido enviado a detenerme, las ganas de querer tocarlo me invaden y cuando me doy cuenta de que estoy a punto de hacerlo, otra vez me detengo en el intento. No sé qué ocurre exactamente conmigo, no sé tampoco porque estás ganas de conocer más el castillo crecen como hoguera en mi corazón.

No sólo por mi interés repentino en el lugar sino también por esta curiosidad de saber más del príncipe ¿Dónde está Desmont? ¿Por qué no sale de sus aposentos? ¿No teme acaso que escape o algo parecido? sus sirvientes no podrían detenerme de ser así ya que no pueden tocarme, es como si en realidad a él no le importase tanto mi presencia en aquel palacio.

Sin darle más tiempo a mi cerebro para procesar las cosas son mis pies quienes me llevan de vuelta al castillo. Quiero despojarme la maldita espina que tengo clavada respecto al príncipe al menos antes de huir. Una sensación de éxtasis recorre mi cuerpo entero y cuando tengo el portón principal enfrente mío subo los diez peldaños qué hay.

Me siento magnetizada por entrar nuevamente al palacio, incluso es la primera vez que veo la entrada, iluminado por candelabros inmensos de cristal y el piso tapizado por alfombras rojas. Un salón tan espacioso e impecable se acaparan de mis ojos en cuanto ingreso al castillo. Anonadada por lo que ven mis ojos subo los escalones que tengo delante por más que parezcan inagotables, poco me interesaba eso ahora así que no dejo de avanzar hasta llegar a un pasaje oscuro.

Tan silencioso y escaso de candelabros que iluminen el lugar, pero aún así me dejo llevar por el presentimiento y sigo sin saber bien lo que estoy haciendo, mi conciencia es mínima en este punto. La pintura de un caballo blanco como la nieve y un hombre montado sobre este me dejan completamente confundida, parece el mismo ser que vi en el jardín e incluso podría jurar que se trataba del príncipe también, por los colores oscuros que siempre predomina en sus prendas, tan gótico y distinguido a su vez.

Tan pronto consigo llegar a lo que parece un aposento me detengo y con ambas manos abro una de las puertas.

Todo parece estar en perfecto estado, es tan precioso como la habitación en la que he estado habitando antes y evidentemente debió pertenecerle a alguien de la realeza. Sin embargo, no hay retratos a pesar de las marcas que yacen en alguno de los muros, es tan extraño todo esto y más aún, cuando una resplandeciente luz inhibe mis ojos con fuerza, tan centelleante que no puedo percibir nada.

Luego de caminar hacia el otro extremo del colosal lugar me doy con la sorpresa de algo extraordinario que incluso contengo el aliento. Se trataba de una muchacha de cabellos ondeados, rubios como el sol y de piel pálida flotando sobre la radiante luz, recostada y con los ojos cerrados. Parece dormir con ambas manos juntas sobre su vestido blanco como la nieve, repleto de diamantes sobre el escarchado largo y vueludo. Como una princesa de en cuentos que solía leer cuando niña, tan hermosa como la naturaleza.




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