Las lágrimas no dejan de surgir, siendo lo único cálido que puedo percibir en estos momentos. Estoy cruzando el bosque cubierto por nieve y a pesar de traer la túnica puedo sentir como el frío cala mis huesos, ojalá esto fuera tan sólo un sueño. El miedo me invade con cierto ímpetu, quizá por eso ahora creo plenamente que este sería mi último aliento de vida, pues la idea la tengo presente desde que he dejado atrás el castillo.
No dejo de divisar hacia ambos lados consiguiendo ver tan sólo árboles torcidos en todas partes, arbustos y más árboles de diferentes tamaños más no la presencia de algo más. Mi corazón palpita vigorosamente y tengo tanto miedo que ya ni siquiera puedo explicarlo con palabras.
Tan pronto logro captar la silueta de un lobo que nos acecha desde algún lugar, me quedo en estado de alerta, estaba siguiéndonos el paso ahora y eso no sería un problema hasta que poco a poco van incrementando más lobos de la misma especie.
No podía ser peor.
Aullaban bajo la gigantesca luna que iluminaba el tenebroso bosque. Si bien, eso no sería una excusa para regresar a la prisión de la que intentaba huir con poca suerte
De momento el caballo fantasma se detiene con ferocidad ante una laguna congelada y con este acto pierdo la poca estabilidad de mi cuerpo, cayendo de bruces, contra la pista de hielo y comenzando a experimentar el abrupto tacto de la nieve. Intento reincorporarme lo más rápido que puedo luego de ver a los lobos cada vez más cerca de mí, es inevitable pretender correr y a cada paso que doy el hielo comienza a estrujarse como si se tratase de un vidrio endeble.
No hay nada con lo que pueda defenderme, soy la presa precisa de aquellos animales salvajes y no me queda más que esperar la muerte. Los energéticos punzones que acometen mi pecho llegan muy cerca de mi corazón, estoy a punto de rendirme cuando de momento escucho otro ruido. Una mano con garras sale del lago congelado y en un acto rápido atrapa mi tobillo derecho tirando de mi hacia abajo y logrando que se destroce todo a nuestro alrededor.
Mi cuerpo se sumerge en las aguas gélidas mientras que mis brazos luchan por volver a la superficie, pero es imposible ya que parece ser que me arrastraría hacia las profundidades sin piedad alguna.
Mis ojos se abren con cierto desaliento. ¿Qué es esta cosa que tira de mi pie? ¿Por qué nada me puede salir bien? Contengo la respiración en contra de mi voluntad a pesar de que mi mente se conserve nublado. Ya no sé si deba luchar para salvar mi vida, las esperanzas se me agotan a medida que voy sintiendo la necesidad de aire.
Iba a morir ahogada, una de las peores muertes, torturante y lento.
Realmente este sería mi fin, estaba convencida de ello y ya no tenía caso siquiera intentarlo de nuevo. La poca luz que ilumina mi rostro es lo último que guardo en mi mente hasta que percibo una mano pálida, intenta alcanzarme desde la superficie y así mismo, logrando tomar mi brazo con firmeza. Tira de mi hacia arriba en lo que pateo entre las aguas con aspereza, pretendiendo liberarme de la mano que aún coge mi tobillo, pero es inútil al menos para mí, no obstante, aquello no parece ser un obstáculo para quién pretende salvarme.
Consiguiendo que logre tomar una bocanada de aire tras haber salido a la superficie.
Parpadeo reiteradas veces, anhelando el rostro de mi salvador y es él, quién me mira directamente a los ojos. El príncipe Desmont había venido a por mí.
Finalmente, me hago para atrás luego de ver al sujeto que ha estado atrapando mi tobillo anteriormente. Un monstruo ciertamente. Sin saber si se trata de un ser humano mutado, ya que traía una máscara corta que cubría gran parte de su rostro anómalo, por su nariz extremadamente pequeña y sus dientes afilados como las de un tiburón.
Realmente terrorífico.
Mi propio grito me retumba los oídos mientras retiro mi pie de su alcance y Desmont, arremetiendo un puntapié que consigue sumergir en las profundidades del lago, nuevamente al sujeto extraño.
— ¡Katrina Corre! — su voz me transmite algo de paz, así que me reincorporo y me quedo mirándolo por unos segundos.
Lo veo amedrentar con la mirada a los lobos que quieren aventarse encima de nosotros, quisiera quedarme con él, pero mis pies hacen lo que me pidió para no tener que perjudicarlo más. Corro sabiendo que mi vida depende de ello y a su vez, escuchando como se estruja el hielo con cada paso que doy. Un par de manos intentan coger mis pies, abriendo agujeros nuevamente, no se trataba de uno como al inicio, estaban multiplicándose a medida que avanzaba.
Esta vez me detengo, incapaz de huir, me giro para observar a Desmont quién trata de zafarse de los monstruos que salen del lago.
No, no podía tan sólo irme, no luego de que me había salvado la vida. Yo había provocado esto y tenía que hacer algo al respecto en vez de correr como una cobarde. Esta vez, reúno fuerzas internas tras una bocanada de aire y vuelvo a por él. En el camino tomo un tronco que hay a un lado y no dejo de pensar lo insólito que sonaba volver a las manos del espectro que me metió en estos líos raros, pero tampoco tenía el coraje de verlo caer ante mis ojos.
Estuve tan cerca de marcharme de la laguna y ahora estaba retornando para ayudarlo, muy loco, en serio. En lo que estrecho el tronco con ambas manos, soy capaz de darle en el rostro a uno de los monstruos, estoy completamente fuera de sí por la adrenalina que ha anegado cada parte de mi cuerpo y ahora mismo, estoy golpeando todo aquello que intenta acercarse al príncipe y a mí.