El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 7: "El verdadero aspecto del Príncipe"

En cuanto me levanto del lecho, me dirijo hacia el espejo de la cómoda y me miro por unos escasos segundos. Quiero reconocerme, a pesar de las ojeras grandes que ahora parecen ser parte de mí. A lo mejor por no dejar de preguntarme si alguien estaría buscándome ahora o si me tomaban por muerta, porque no sabían nada de mí y ya había pasado más de una semana desde que intente fugarme del castillo fracasando en seguida.

Tampoco volví a toparme a Desmont desde entonces, no lo busque, ni lo haría por dignidad, casi no salía de la habitación y ya podía sentirme como cautiva.

—Ragazza— la voz repentina de Hermes me sobresalta un poco, me había tomado por sorpresa así que me giro para mirarlo.

— ¿Qué ocurre? ¿De pronto vienes a ver cómo me encuentro? — mis palabras suenan crudas.

No quise ser caustica, él era bueno y yo lo sabía, pero era extraño que venga justo ahora cuando anteriormente ni asomaba las narices por aquí.

—Lo siento, dirigir a varios grupos de fantasmas en el castillo y ver que todo salga como debe de ser no es un trabajo fácil y nunca lo fue, incluso cuando solíamos ser humanos— suspira apenado— aquellos tiempos…— sacude su cabeza ligeramente— vine a informarte que el príncipe Desmont pide que lo acompañes a cenar esta noche.

—Vaya, con que todavía sabe que existo— pongo los ojos en blanco.

—El príncipe ha estado ocupado con algunas cosas— me sonríe— en fin, Cassandra va a ayudarte a vestirte adecuadamente y Luigi también.

— ¿Debo vestir como cenicienta? — esta vez me cruzo de brazos. ¿En serio? ¿Tengo que hacerlo? porque no me siento con ánimos de fingir que la estoy pasando bien.

—No sé quién sea ella o él— Hermes vuelve a sonreír un tanto curioso— pero si te refieres a los vestidos de épocas pasadas como lo llamas tú, pues si, lamentablemente nos quedamos en ese tiempo y para nosotros es muy importante nuestra religión, creencias e incluso el atuendo que define a una persona.

—Sí seguro, no te preocupes.

Hermes se da la vuelta y atraviesa la puerta sin decir más nada.

No estaba lista para tener que cenar junto a Desmont, siendo su prisionera y él, quién originó todo esto, el culpable de mi desdicha. Aunque pensándolo bien, todavía quedó pendiente las preguntas que tenía en mente y, sobre todo, esto podía ser la oportunidad para saber más del castillo.

Saber con qué cosas podría toparme en el bosque si es que pretendía huir por segunda vez. Saber si tenían alguna debilidad aquellos que llaman Orakis.

Resoplo pesadamente, esto de vestir como si fuera una princesa de películas o libros sería todo un reto. En especial, porque no le encuentro el romanticismo ya que mi supuesto príncipe alias secuestrador es un espectro, un ser con un rostro bastante aterrador.

Una cena con Freddy Krueger.

Sonrío luego de pensarlo.

—Buen día Katrina— Cassandra aparece junto a Luigi.

—Fille, será un gusto enfocar mi arte en ti este día— este me sonríe generosamente recordándome al Guasón.

—Eso suena… bastante trabajoso.

—Tienes toda la razón, así que sería bueno comenzar ahora— Luigi emerge hacia el armario y abre las puertas más que apasionado, podía notarlo en su rostro— Cassandra, necesitaré telas transparentes.

—Mandaré a buscarlas— ella flota apresurada y traspasa la entrada del aposento.

Luigi se gira para mirarme con cierta fijeza, me analiza entre inseguro y meditabundo.

—Tu cabello rojo me gusta, tiene estilo, es algo no muy común y lo mejor es que las ondas que tienen son refinadas. En mis tiempos era un problema hacer que los cabellos se mantuvieran así, aunque técnicamente utilizaban pelucas y cosas.

Amplío los ojos sorprendida de oírlo, de todas formas, no estaba dispuesta a usar cosas extravagantes.

—No quiero usar algo para esconder mi cabello— admito encogida de hombros.

—Tú cabello es tu sello y por supuesto que no quiero ocultarlo bajo una— me guiña un ojo, él siempre estaba de buen humor.

—Aquí están— Cassandra aparece de repente, trayendo consigo, un par de telas transparentes a un tono blanco.

—Justo el color que necesito— Luigi chasquea su dedo y entusiasmado las toma, solo faltaba hacer su propia magia.

Aquella tarde todo es de locura, extraordinario también, nunca había hecho este tipo de cosas y hoy casi pude sentirme como una princesa. Luigi había terminado de crear un vestido con un par de telas más, largo hasta la altura de mis tobillos y nada vueludo al tratarse de una cena, él sabía que debía ser simple y fino.

A diferencia de Luigi, para mí no era como él decía ya que podía tratarse de un vestido capaz de atraer la atención de cualquiera, por los hombros en forma de V dejando al aire cierto escote.

Finalmente, cuando acaba me indica que me dé la vuelta para así poder apreciar su trabajo, justo al mismo tiempo en el que me detengo frente a un espejo.

Resulta que Luigi, era más genio de lo que pensé, al fin podía entender porque fue el mejor costurero.

—Es muy hermoso— comenta Cassandra, justo a mi lado— siempre con el don. A pesar de los años no ha olvidado como hacerlo, todo lo que toca respecto a telas y un par de hilos se convierten en diamantes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.