El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 10: "Más que una alucinación"

1624

Aquel pintor estampaba la viva imagen del príncipe Desmont con mera exquisitez, tanto sus rasgos como la energía que irradiaba su presencia. Incluso estaba amando ser él quién dibujaba a dicho ser, dándole la satisfacción a ciertos habitantes de Transilvania, los que no lo conocían. Muchos lo habían visto remotamente desde la cumbre de su fortaleza saludando desde la terraza, se sabía que no era muy apasionado por los paseos en su pueblo sino más bien alguien muy misterioso.

—Hemos acabado mi joven príncipe— dijo el hombre mientras dejaba de lado la brocha con la que lo había pintado.

—Puede retirarse si lo desea— Desmont se dio la vuelta y se quedó mirando a través de las ventanas con ambos brazos detrás de su rigurosa espalda.

Tan pronto tronaron las puertas del salón se giró para ver quién había entrado.

—Vaya sigues aquí, pensé que sería mi turno— Báthory le sonrió, su hermana mayor era más hermosa que el sol— deberías cansarte de que pongan tu imagen en retratos todo el tiempo, en cambio deberías mostrarte más con el público.

Traía un vestido verde oscuro con las mejores telas de seda, aparentando ser más una reina que princesa, encantadora con aquella melena dorada como el rey, sujetado por unas trenzas debajo de una diadema en puntas y Desmont era la otra cara de la moneda, pero únicamente por el cabello negro azabache como la noche porque ambos eran góticos a su manera.

Los ojos del príncipe se posaron justo al lado izquierdo de donde se encontraba su hermana, sobre una de las damas de acompañamiento, notó que había una muchacha nueva, tímida y cabizbaja. Resaltando por una melena blanca, además hermosa y con un semblante angelical. Desmont quedó maravillado enseguida, se había relacionado con todo tipo de mujeres a su corta edad, entre princesas, condesas, plebeyas y ninguna llamó así su atención.

—No tengo necesidad, cuando sea rey estaré cansado de todo eso— esbozó una sonrisa leve.

— ¿Y el pintor? No lo veo por ningún lado.

—Fue por más colorante seguro, tú puedes esperarlo, mientras acompañaré a padre a una de sus juntas con el Rey de Polonia— avanzó a paso lento y pasó por el lado de aquella muchacha.

Casi había sido como un momento en el que todo parece transcurrir en cámara lenta, aquella escena en donde ella encara su mirada sólo para toparse con los ojos negros del príncipe y con aquel gesto, había ocasionado un chispeo ligero muy en el fondo de su corazón.

(***)

Aquel relámpago ensordecedor me hace brincar sobre la cama, tan abruptamente empapada en transpiración ¿Qué había sido eso? ¿Una pesadilla? Ya ni podía descansar en paz.

Mis ojos recaen sobre el cuadro arcaico que yace a unos pocos metros de mí, la princesa Báthory se personificó en mis sueños, tal cual a lo que se asemeja en su retrato. ¿Acaso estaba intentando comunicarse conmigo? Todo esto era tan misterioso. ¿Porque soñaría con algo que parece más un delirio? El miedo me invade, escarapelando mi piel por completo.

Ya ni siquiera quería que me busquen, no luego de recordar que afuera existen cosas extrañas como los Orakis, solo Dios sabría que cosas más.

Deslizo las sábanas hacia un lado y descanso los pies descalzos sobre el tapete, hace tanto frio, el céfiro calaba mi cuerpo cubierto por aquel fustán blanco de mangas largas, cubriendo gran parte de mis piernas y llegando por encima de mis tobillos.

Me dirijo hacia la pintura de la princesa y me quedo acechándolo muy de cerca, toco los trazos del lienzo con las yemas de los dedos. ¿Estaba volviéndome loca en este castillo? ¿Acaso solo había sido una ilusión sin importancia? Quizá mi mente jugaba con mis miedos, pero porque habría imaginado a Báthory precisamente con el mismo vestido.

Esta vez abandono la habitación y comienzo a vagar por los pasillos solitarios sacados de una película de terror. Un rayo alumbraba el lugar de vez en cuando en lo que voy caminando, no pensaba volver a la cama y simplemente dejo a mis pies guiarme a donde quiera que vayan. Algo dentro de mi sabía que no se trataba de un simple sueño, pues la mujer que vi también me parecía conocida, como si la hubiese visto antes en algún lugar.

Tan inesperadamente me detengo enfrente de un portón pardo, iba abrirlo hasta que siento la presencia de alguien más que recientemente se reincorpora a mi lado, quién fuera que sea no parece tener ánimos de retenerme.

Me giro a mirarlo.

—El aposento real de los reyes de este castillo— dice Desmont. Evita mis ojos y se queda observando fijamente la entrada.

Frunzo el ceño, estancada, sólo hasta que consigo su atención.

— ¿El cuarto de tus padres? — pregunto cohibida.

No me sorprendía que estuviese despierto a altas horas de la noche, de hecho, aún no sabía si él dormía o no.

—De todo el castillo hasta ahora evité esta parte...

No puedo acertar lo que siente él ahora, lo que piensa de su padre, aquel que lo asesinó. Me duele tanto el suceso, saber que seguramente sufre no solo por perder a su amada, sino por la deslealtad desgarradora de Magnus.

¿Con que derecho un padre te arrebataba la vida? ¿Cómo podía existir aquel sacrilegio?




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