El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 11: "Vasilisa y él"

Vasilisa:

Mientras deambulaba con un par de tacones altos, intentaba mantener la postura correcta, practicando todo lo que Luigi me enseñaba. Todo esto había sido por decisión propia, ahora más que nunca no me vendría nada mal instruirme en etiqueta social, en especial cuando el tiempo era lo de menos.

Los días parecían cada vez más perpetuos, cada vez la ansiedad empeoraba, estaba segura de que terminaría volviéndome loca con el tiempo. Había acabado más de veinte libros durante estos días, sin ver ni saber nada de Desmont, no luego de aquella noche en el que visitamos la habitación real de los Montecasth.

—Fille no es tan difícil como usted lo cree— Luigi me sonríe a medias palabras.

¿Qué no?

Si no estuviera tan disponible seguramente no estaría pretendiendo intentar esto.

—Si logras dar pasos más cortos tal vez te iría mejor— Cassandra me alienta— no es tan complicado, los zapatos altos te dan elegancia no solo postura.

En mi vida había imaginado este momento, pero el aburrimiento me estaba consumiendo, ya no tenía noción de los días, ni siquiera sabía cuantos meses habían transcurrido y a este paso quizá ya ni podría huir nuevamente.

Todavía me preguntaba: ¿Como conciliaba sueño todas las noches? No tenía respuesta, no conseguía mirar o imaginarme en un futuro.

Cuando retomé los pasos nuevamente, contuve el aliento, caminaba por el salón espacioso mientras que Hermes tocaba el piano absorto y ensimismado. Según decían, el lugar en el que nos hallábamos se trataba del espacio más amplio del castillo, justamente donde se llevaban a cabo todos los bailes. Una habitación con pavimentos relucientes y ventanales por todas partes, candelabros gigantescos de cristal, así como en los cuentos.

Después, como había temido minutos atrás, caigo contra el asfalto y cuando alzo la cabeza para observar a Luigi, me doy con la sorpresa de estar en otra realidad. A mi alrededor todo estaba repleto de personas, parecía un baile, uno muy real.

Trajes refinados, muchachas bellas con vestidos largos, todos llevando antifaz.

— ¿Ya sabes porque nuestro padre fue a Polonia? — la pregunta de Báthory me toma desprevenida. Se adapta a mi lado sin siquiera tomarme importancia.

¿Estaba diciéndome eso a mí? ¿Yo que podía saber?

— ¿Por qué estás aquí? ¿Qué ocurre? — le miro atemorizara, ella me observa fijamente.

—Me sorprende tu silencio, parece que lo sabes y no te agradó, porque será...

—Deja de hacer tantos cuestionarios— la voz de Desmont suena muy de cerca. Más tarde me doy cuenta de su presencia e incluso como yo lo atravesaba, siendo una especie de imagen confusa.

Doy unos cuantos pasos hacia adelante para mirar a ambos hermanos. Báthory sostenía una copa de vino en la mano derecha mientras que el príncipe no dejaba de observar a aquellas parejas que bailaban.

—Hay tantas jóvenes solteras en el reino y no le tomas atención a ninguna, eres tan extraño— la voz de la princesa había sonado un tanto despectivo.

Sin embargo, Desmont no se inmutó y mucho menos la miró, parecía estar pensando en algo más.

—Nunca te he visto con ninguna muchacha hermano, al menos... ¿Puedes confiar en mí? Soy tu hermana.

Esta vez se giró hacia ella.

—Déjame en paz Báthory— después de fulminarla con los ojos se aleja en dirección opuesta.

Lo sigo sin bacilar, quería saber hacia dónde se dirigía ahora, sabía que por algo estaba presenciando este momento, así como la última vez. No quería extraviarlo entre la multitud por lo que doy zancadas urgidas y cuando cruzamos medio salón, Desmont se detiene en frente de un grupo de damas. Todas eran probablemente mucho más jóvenes que el príncipe.

— ¿Me permite un baile mi joven príncipe? — una de ellas se le aproxima ni bien se percata de su aparición.

—Sabes que no me gusta bailar Cayla.

—Le recuerdo que no soy una plebeya príncipe, soy la princesa de Turquía— ella le sonríe esperando que cambie de opinión.

—Lo sé, estoy al tanto de todo.

Ella protesta con un mohín repulsivo mientras se aparta, se percibía que estaba furiosa por su rechazo y yo, no podía creerlo. Acababa de ignorar a una joven hermosa, pero a él no le importaba para nada, él estaba acechando el lugar y buscaba a alguien. Una vez que aparece Vasilisa lo comprendo todo, tan encantadora como ninguna, luciendo un vestido negro de hombros escotados, en cierto modo, su traje no era tan ostentoso como la de otras y a pesar de eso, era ella quién resaltaba entre todas.

Se queda mirando a los invitados mientras que Desmont la observa de reojo, tan sutil que ella ni siquiera lo nota.

¿En serio podía ser tan orgulloso? ¿Tan arrogante?

Me quedo analizando la situación en busca de una respuesta, pero no encuentro nada y ya estaba empezando a perder el estoicismo, tenía que volver a la realidad.

—Príncipe Desmont, disculpe mi osadía, pero estoy buscando a la princesa y no la encuentro por ningún lado— Vasilisa lo mira a penas, seguramente no tenía derecho a confrontarlo del todo.




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