Luego de recorrer gran parte del laberinto de matorrales, que se hallaba fuera del castillo, me quedé estancada en medio de una pileta a medio día. Admire la figura de un ángel que parecía llorar. La piel se me erizó, mientras que se me escapaba un suspiro prolongado que me adentró a una dimensión irreal. Volvía a presenciar otra visión ajena a mi realidad, en donde pude a Vasilisa, sentada sobre esta misma pileta que de pronto ya no parecía tan arcaica.
Sollozaba desconsolada y traía un vestido blanco que le llegaba a la altura de sus tobillos albinos. Aquel velo transparente como túnica, descansaba sobre sus hombros, sujetado por una tiara que transportaba sobre su cabeza.
Su cabello albo envolvía gran parte de su dorso y sus manos intentaban detener las lágrimas que brotaban sin piedad.
Presenciar esto solo hacía que un dolor sin base anegue gran parte de mi ser.
—Vasilisa.
Me giré para ver de quién se trataba.
Una mujer de aspecto adulto y de melena rubia la observaba angustiada. Vasilisa levantó la cabeza y trató de fingir que se encontraba bien.
—No debería verme así madre— susurró casi arrastrando las palabras— lamento esta exhibición.
Ella sonrió a medias.
—No digas eso— tomó aire y se sentó a un lado— sé lo difícil que puede ser para ti.
—No lo entiendo— su hija la miró sorprendida por sus palabras.
—Vasilisa eres mi única hija y te conozco más de lo que crees. También sé que estas agonizando porque el príncipe se casará pronto— parpadeó apenada— ¿Crees que no me di cuenta de eso? Tus ojos no mienten cada vez que alcanzas a verlo.
Nuevas lágrimas brotaron por las mejillas sonrojadas de su pequeña hija, incapaz de seguir ocultando su sufrimiento.
—Fue un error, no debí consentirme aquello— inclinó la cabeza plenamente avergonzada.
Megara levantó su barbilla para que sostuviera su mirada.
—Oh pequeña mía, nadie elige de quién enamorarse, nosotros no somos quienes mandamos al corazón. No importa si es lo correcto o prohibido— ella le limpió las lágrimas con ambas manos— eres hermosa Vasilisa, por dentro y por fuera. No me sorprendería que fueras correspondida.
—No soy suficiente para satisfacer los deseos del Rey Magnus.
—No, pero eres joven y fuerte— Megara sonrió con plenitud— y lo superarás.
Ambas se fundieron en un abrazo dócil.
En aquel momento sentí una presencia detrás de mí y todo se esfumó en el ambiente. Él siempre me traía a la realidad.
—Tu desdicha me trajo hasta aquí— dice Desmont— es más grande de lo que pensé.
Me giré a mirarlo solemnemente.
—Me perturba sentir lo que tu novia fallecida sintió en aquellas épocas. La pude ver lloriquear tu compromiso con Gémina en este mismo lugar— le confesé.
Él frunció el entrecejo bastante confundido, parecía que no tenía idea de a que me refería, así que cortó el escaso espacio que nos alejaba y tomó mi mano.
Su tacto frío hizo que me relamiera los labios. Fue tan breve que pronto me soltó y casi pude recobrar la cordura.
—Yo… no lo sabía— me miró a los ojos muy afligido— te despojé la visión que tuviste, para poder verlo en mi mente.
¿Podía también hacer eso?
—Realmente fue amor a primera vista— decreté con firmeza— puro y real.
Me quedé algo reflexiva.
Ellos estaban muy unidos. Una historia de amor escrito en las estrellas, justo como la luna y el sol. Destinados a permanecer lejos y anhelando reunirse.
En cambio, yo solo podía sobrar en este cuento.
—No eres insignificante para mi Katrina— lo escucho musitar— un vínculo extraño me une a ti, como un imán que me apresa.
—Soy una prisionera en tu mundo, pero nunca me dices ¿Por qué? ¿Y para qué?
Se quedó en silencio por unos segundos eternos y cuando creí que nunca diría algo al respecto, quise marcharme hasta que lo oí de nuevo.
—Estoy en eso…
Aun así, me di la vuelta para retirarme, cuando de pronto apareció enfrente de mí, observándome con fijeza.
—En realidad vine por esto— me entregó una rosa roja que parecía recién arrancada de algún matorral— cuando la vi crecer me hizo pensar en ti, por el color de tu cabello.
Sentí una pequeña molestia en el corazón, un leve hormigueo en el vientre, esta era la primera vez que un muchacho me regalaba algo así.
Una sonrisa ligera se dibujó en mi rostro sin poder evitarlo.
—Te contaré lo que sigue— dice luego de devolverme el gesto.
Me sentí embelesada por él.
Tomé asiento sobre la pileta, magnetizada, mientras que Desmont se incorporaba a mi lado izquierdo, sin dejar de relatar su historia y consiguiendo que entrara a sus recuerdos.
Pude ver al príncipe Desmont, buscando tener un momento oportuno para estar a solas con su adorada Vasilisa, le resultaba más difícil ahora ya que ella intentaba evitarlo a toda hora. Habían pasado días desde aquella coalición y esa noche se llevaría a cabo el compromiso de la princesa Gémina y la del príncipe.