El príncipe maldito

Capítulo 1

Los grandes muros de piedra se levantaban frente a mí, el auto que me llevó hasta allí se había marchado ya dejándome en la penumbra oscuridad de la noche, la neblina llegaba hasta mis rodillas y el frió helaba cada centímetro de mi piel apenas cubierta por un delgado suéter de lana roja, mi cabello ligeramente ondulado volaba en el aire y aun con la distancia, los muros y arboles que rodeaban el gran Castillo de Gilltrune podía escuchar las olas chocar contra sus muros, y la brisa acariciando mi piel, tenía mi maleta sostenida en la mano derecha el camino rocoso quedaba justo bajo mis pies, sabia que debía caminar por el sendero iluminado que se desplegaba frente a mi pero las piernas me temblaban como todo mi cuerpo, me negaba a la idea de estar allí, me negaba rotundamente a la idea de encontrarme sola en un país desconocido con un idioma que no era el mío, con los ojos llorosos cada vez que recordaba a mi abuela sola en México, con más dudas y miedos de los que nunca había tenido en mi vida, no estaría mucho tiempo allí lo había decidido, apenas cumpliera los 18 años volvería a mi país, con la única persona que amo que aún me queda.

Sostuve con mayor fuerza la maleta azul que anteriormente fue de mi madre, casi no había llevado nada, ropa y todas las fotos que tenía con mis padres en un álbum de fotos, además de mi violín el primer regalo que mi padre me dio desde que tengo uso de conciencia, junte toda la fuerza que me quedaba y me limpie las lagrimas que comenzaban a salir antes de comenzar a caminar, el lugar me causaba calosfríos, me sentía sola lo estaba, viviendo a partir de ahora con alguien que no conocía, con kilómetros de distancia del pueblo más cercano, solo con una cabaña al principio del enorme terreno.

Llegue a la puerta enorme de metal negro, tome aire y toque a la misma iluminada por lámparas de herrería artística a cada lado, la puerta se abrió, un señor de alrededor de 60 años de piel tan blanca como el papel me miro de arriba abajo, su vestimenta era 10 veces más elegante que la mía y eso no era nada ya que se notaba que era un empleado, por alguna razón pensar que había mayordomo me hizo sentir ligeramente más tranquila ya que no estaría sola en ese enorme lugar con aquel sujeto que recuerdo del funeral.

-Señorita Amelia Vital por favor pase.- dijo haciendo una pequeña reverencia, no sabía cómo conocía mi nombre y el nuevo idioma me tomo desprevenida, por suerte lo entendía, asentí con tranquilidad y camine al interior iluminado, apenas entré me fije en las paredes, desde dentro se veía menos sobrio, habían cuadros de personas colgados por varios lugares, las escaleras inmensas estaban a varios metros, el lugar era gigante, no era monumental pero si muy grande, más de lo que pude imaginar, miraba a todos lados con la boca abierta cuando volví mi atención al señor que me había permitido el paso ya que escuche las llantas mi maleta girar en él piso.

-Por favor, yo la llevo - le pedí.

-Como guste señorita, pero su tío la esta esperando en el comedor, déjeme llevarla allí y después de la cena la escoltare a su habitación, mi nombre es Lean y estaré siempre a su disposición. - le dediqué una pequeña sonrisa y volví a asentir. - Por favor sígame.

Concluyo y así comenzó a caminar por el lugar, el sonido de mis mocasines hizo eco por el silencioso espacio, yo solo seguí a Lean sin apartar la mirada de su espalda por miedo a perderme en ese monumental lugar lleno de puertas y de pasillos, ni siquiera me percate de cuando se detuvo así que estuve a punto de chocar con él, cuando mire, asome la cabeza por el lado de Lean que era mucho más alto y grande que yo, el comedor era de madera oscura, un candelabro colgaba del techo, las velas se encontraba sobre la mesa donde perfectamente cabían unas 20 personas, en la pared del norte había una pintura de una pareja, Klaus y Julia, y del otro lado del espacio unas puertas de cristal enrejado estaban abiertas dando paso a una hermosa vista del mar que el balcón proporcionaba, las cortinas en color coral era lo más cálido del lugar ya que las paredes en su mayoría tenían la tradicional piedra de los castillos y las pocas que no eran así estaban en un color verde esmeralda, sin embargo lo que más resaltaba de aquel paisaje entre esas puertas era el hombre recargado en el barandal que observaba la luna llena y las olas furiosas golpeando la costa y parte de la enorme construcción.

Él se encontraba allí con ese porte que había observado aquel día aun con esa postura relajada, llevaba puesto un abrigo oscuro al igual que su cabello, se mantenía tranquilo pensando en cosas que desconocía sin saber que ambos lo observábamos, hasta que Lean anuncio nuestra llegada.

-La señorita Amelia ha llegado Señor Klaus- de inmediato este recupero la postura, se dio la vuelta y camino hacia nosotros sin apartar la vista de mí, sus ojos eran del mismo color azul que recordaba solo que más tristes, se veía mayor el tiempo había pasado, estaba consciente la última vez que le vi yo media 1.17 cm y ahora 50 cm más, si mis cuentas no me fallaban debía tener 46 años, seguía manteniendo su atractivo pero se notaba cansado, la tristeza se notaba en su rostro y estaba segura de que el mío se miraba igual.




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