El príncipe maldito

Capítulo 3

La noche llego más rápido de lo que cualquiera habría esperado, las ventanas se mantenían empañadas pues fuera del hermoso, antiguo y espeluznante castillo el frio era gélido, aun para la época, aun para el sitio en el que se encontraba la gran muestra arquitectónica, cerca del mar, aun con todo aquello la temperatura descendía conforme pasaban las horas, lo cierto es que quizás para Amelia sería mucho más notable el frio debido al cambio tan abrupto, ya que en su país de origen el clima nunca llegaba a ser así de helado, también era cierto que dentro del castillo se sentía el clima templado, un fino suéter era todo lo que necesitaba para que la pelinegra de cabello entre lacio y ondulado no se sintiera helada, pero afuera, afuera el aire provocaba que los arboles rugieran, que las hojas volaran cual si fuera otoño y no plena primavera, como fuera eso a ella no le molestaba en demasía, desde que había pisado el interior de Gilltrune no puso pie fuera del lugar, en cambio se mantuvo en su habitación disfrutando del internet y la televisión que su tío había decidido poner allí, ya que se encontraba consciente de que su sobrina se sentiría muy desorbitada no solo por tener que dejar su país si no también por la falta de comunicación que podría experimentar, aun cuando a él le desagradaban los celulares y las computadoras un poco, así fue como decido, que su cuarto sería el único en tener tal privilegio como tener televisión ya que el internet estaba conectado en todo el castillo, el único además de la sala y la habitación de entretenimiento donde se encontraba un billar, claro que no era primitivo sabia manejarlos perfectamente bien solo que prefería pasar su tiempo leyendo en la gran biblioteca llena de ejemplares que disfrutaba, o en el salón exclusivo de pintura y escritura o tocando el piano, el violín o la gaita en el salón de música y baile ya que era un gran aficionado a las artes, característica que sin saberlo compartía con Amelia solo que ella nunca tuvo la instrucción necesaria para desenvolverse en ese ámbito, mucho menos en un país donde ser pintora el cual siempre fue su sueño no era rentable.

La hora de la cena llego, cada quien se encontraba en su respectiva ubicación, Amelia viendo películas en su habitación, acurrucada entre las cobijas, tratando de ponerle atención a la serie de Sex education cosa que no conseguía del todo debido a que su mente se sentía distraída gracias a un chico, un joven de 1.90 metros, de tez tan clara como el papel, de hermosos ojos color azules y destellos rojizos, de pestañas en un tono rubio casi blanco y sonrisa que le parecía tan macabra como encantadora, no concebía la idea de que pensará en él, claro que no todo lo que pensaba era bueno, sabia que era atractivo, pero ella no pensaba en ello, no en primera instancia si no en el porque su tío tenia cierto rechazo hacia él, si realmente era su sobrino y no como ella, si no de sangre, pensó en la hermana del muchacho y en cómo sería, a pesar de tener rasgos finos, delicados, angelicales y raramente a la vez masculinos no podía imaginarse una chica que compartiera el mismo ADN que él.

Se mantenía distraída pensando en todo aquello, rehusándose a sentir el pinchazo de miedo que le hacia surgir, cuando un sonido resonó en la habitación, se escucho como tocaban la puerta para que después sonara la voz de Lean, la persona más cercana a Amelia desde su llegada, la única persona que sin importar la edad que tenia le hacia sentir más en casa.

-Señorita Amelia ¿podría bajar? la cena estará siendo servida en un minuto- dijo el mayordomo desde el otro lado de la puerta manteniendo ese tono gentil que lo caracterizaba, con la misma dulzura paternal que tenia un abuelo o un familiar querido.

-Pase por favor, Lean- dijo ella sentándose en la cama, cubriéndose con las cobijas como una niña asustada. Él atendió la orden de la joven rápidamente, entro en la habitación reverenciándose y luego poniéndose firme nuevamente.

-¿Si señorita? ¿Pasa algo?- pregunto él tan solo un paso dentro de la habitación.

-¿Puedo preguntar por Caleb?- dijo ella con un tono de ingenuidad genuina.

-¿Qué desea saber de él, señorita?- su voz era dulce, pero la preocupación por que ella hubiera tocado el tema se dibujaba en sus ojos, no podía decir demasiado de él, pero debía encontrar la manera de alejarla de aquel chico, de una forma cuidadosa, sin revelar demasiado, ni causarle curiosidad.

Ella sin embargo no estaba consiente de lo incomodo que ponía el tema a Lean.

-Él ¿Tiene una hermana cierto? ¿Por qué ella no vive aquí? - pregunto con curiosidad.

-Si, la tiene, se llama Lilith, ella, dejo el castillo apenas cumplió los 18 años, junto con Caleb, ambos fueron a Ámsterdam a estudiar la universidad supongo que sigue allí.

-Ya veo- sonrío apenas, para sí misma, saliendo de las cobijas donde se encontraba para ponerse en pie y ponerse las pantuflas.

-¿Puedo preguntar por qué el interés por el joven Caleb y su hermana, Señorita?- Amelia se detuvo frente a él, con una sonrisa amable, ciertamente no sonreía muy a menudo, no desde su perdida pero en aquel instante le dio por mostrar su lado alegre.




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