El príncipe zorro de las nueve colas

3. Todo cambio comienza en la mente

Un nuevo día en el reino empezaba para la feliz pareja real: los pájaros cantan al compás de la ardua labor que ejercen los muchos trabajadores del castillo y desde tempranas horas de la mañana, los rayos del sol entran por cada precioso ventanal, y nuestra esplendorosa y recién reconocida princesa... yace tendida en su cama tal cual estrella de mar en el océano. 


Dormir no es precisamente la etapa más elegante y formal de un ser en este mundo, sin embargo, por llevar un título tan importante, es algo que Adela debería comenzar a trabajar. Una princesa no debe estar revuelta entre las sábanas, debe permanecer recta y dormir sin hacer ni un solo ruido, cosa que no es acatada en esta situación. Esos ronquidos podrían despertar hasta el oso más perezoso de todos... 


Por su parte, el príncipe Liam ya se había adelantado con el arreglo de su imagen. Durante toda su vida se le enseñó una rutina del diario, por ende, despertar y perfeccionar su apariencia no representaba una tarea difícil para él. 


Salió del baño tras dar unos últimos toques en su cabello y por un momento olvidó que hoy era un día muy importante para Adela. La presentación formal y directa con el resto de la familia tomaría lugar dentro de unas horas y es obvio que para ello, se necesita a una princesa, vestida, arreglada y más importante, despierta. 


Liam rodeó la cama y se dispuso a compartir su educación con su princesa: 


—Adela... debes despertar ahora. 


Al no recibir respuesta de ningún tipo, se atrevió a apoyar la mano en su hombro y agitarla un poco:


—Sé que debes estar cansada, pero tenemos asuntos importantes que atender hoy. Por favor, despierta.
—Déjame...
—Si no te levantas pronto llegaremos tarde... 


Un manotazo mezclado con un puño llegó a su barbilla para interrumpirlo, casi cae al suelo. El impacto lo hizo retroceder un paso y llevarse la mano a la zona objetivo; jamás esperó que alguien dormido lanzara un ataque tan preciso. 


—Deja dormir en paz —musitó nuestra somnolienta princesa para acomodarse en otra posición y entrar en un sueño profundo de nuevo. 


¿Cómo se supone que se proceda en esta situación? El príncipe en shock y la princesa en el quinto sueño, no hay un modo correcto para hacer las cosas. La puerta de la habitación fue golpeada un par de veces y la consejera del príncipe entró para cerciorarse de que ambos estuvieran listos; su asombro fue obvio al ver que solo había un ser con el sentido de la responsabilidad presente en la habitación. 


—¿Por qué aún está dormida? —cerró la puerta con sigilo detrás suyo para que nadie se enterara de tal vergüenza.
—Yo... intenté despertarla, pero... me golpeó en el intento. 


La mujer le exigió ver su barbilla para comprobar que no hubiera un daño importante y qué bueno que no encontró uno, de lo contrario, muchas cosas para nada agradables iban a suceder. Un príncipe herido desencadena furias que es mejor mantener controladas y serenas. 


—Esta niña va a ser todo un reto... —hizo al príncipe a un lado, tomó la orilla de las sábanas y tiró de ella sin cuidado. De inmediato, Adela sintió la frescura en todo su cuerpo y se encogió como camarón cocinado; Liam volteó rápido a otro lado para no faltar al respeto y darle la privacidad que se merece.—. Muy bien, su majestad, ya es tiempo de que deje de soñar y que se haga cargo de sus responsabilidades. ¿Cree que por estar en una cama real puede hacer lo que se le dé la gana? Comenzará a adoptar su rutina de princesa en este momento y se comportará como tal. 


Al no encontrar una cubierta con la que volver a cubrirse, Adela se sentó de muy mal genio. 


—¿Es que acaso no me merezco una siesta decente?
—Lo que se merece es una reprimenda por no estar lista a tiempo y retrasar al príncipe —se dirigió a la puerta—. Se levantará, vestirá y peinará para asistir a su fiesta de presentación y de no estar lista en diez minutos, haré que vengan por usted y la vistan como vil muñeco de trapo. 


Cerró la puerta tras dar esa última advertencia y los príncipes volvieron a estar solos. 


—¿Qué le pasa a la vieja? ¿De qué tonterías habla?
—No es ninguna tontería —contestó Liam sin voltear a verla—, debemos estar presentes en la fiesta de presentación en tiempo y forma. No debemos dar una mala imagen.
—Mala imagen... ponle una bolsa en la cabeza a la malhumorada y entonces no habrá malas imágenes... ¿Qué dijo que tengo que hacer? Ya que interrumpió mi maravilloso sueño no me queda de otra que levantarme. No me voy a poder dormir otra vez. 


Liam se acercó al biombo dorado de la habitación y le enseñó un vestido colgado y arreglado en un gancho. 


—Dejaron esto para ti, es lo que debes usar para la fiesta —explicó aún sin verla—. Es menos ostentoso que el primero que usaste, así que no tendrás problemas para ponértelo. De cualquier modo, si necesitas ayuda con algo puedo apoyarte.
—¿Por qué no me miras? 
—Intento darte privacidad.
—Mejor dame un respiro... esta vida que me obliga a levantarme temprano quiere comenzar a fastidiarme. 


🍁


Vestidos, peinados y perfumados, lograron salir a tiempo de la habitación y se encaminaron directo al gran salón donde todos los invitados esperan poder intercambiar palabras con la princesa. Y claro que durante este rumbo no pueden faltar las regañizas de la consejera detrás de sus pasos: 


—Liam, no tengo que decirte qué hacer, pero tú, señorita, me temo que de estar sola serías un caso perdido —ambos se detuvieron al estar frente a la gran puerta que les daría el acceso a la fiesta—. Apégate a lo que tu príncipe te diga y no hagas ninguna cosa que avergüence a ambos. Nada de gritos, nada de movimientos bruscos, nada de charla innecesaria y nada de faltas de respeto hacia los demás integrantes de la familia —terminó de arreglar la cola del vestido y se paró en frente de ella—. Jamás sueltes el brazo de tu prometido a menos que él tenga la iniciativa y por favor, desecha esas horribles actitudes que traes contigo; esta fiesta más que una bienvenida es la primera impresión que van a dar ante el resto de la familia como pareja, así que esfuérzate en mostrar decencia. Ten respeto por tu príncipe y conserva tu dignidad si no quieres que te recuerden como el hazme reír. Andando. 




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