Las estaciones son muy volubles en el mundo, caprichosas e independientes. En muy poco tiempo el castillo se llenó de suelos y techos blanquecinos. Los seres no pasaban frío, estaban más que preparados y acostumbrados para lo que sea. Adela fue de las primeras en aprovechar la temporada, tan pronto admiró sus alrededores solicitó un momento de diversión con su esposo. Las cosas volvieron a ser muy predecibles:
—Bajar de una montaña en trineo no es algo que haga un príncipe adulto, ni siquiera uno joven hace cosas así. No haremos tal cosa, Adela.
—¿Tienes algún otro motivo por el cual no podamos hacer esto, fuera de tus famosas etiquetas?
—Sí. La nieve repele mi cola y resulta ser muy molesto.
—Vamos...
Liam ya conocía la insistencia de su princesa y sospechaba de sobra que no iba a dejar de insistir hasta que le cumplieran el capricho. No habría mucho problema si la sacaba de los muros y la dejaba "ocupar su tiempo" en algo inofensivo, ¿verdad?
Consiguió un permiso (y postergó sus actividades) para poder llevarla en Foster hasta una montaña de nieve. También consiguió un tapete para usarlo de trineo y Adela se dedicó a jugar sola.
Mientras el príncipe veía a sus dos acompañantes divertirse con toda la entrega, adquiría conocimientos entre las semejanzas que ambos tienen. Foster no se quedaba atrás en la diversión, se tiraba al suelo patas para arriba una y otra vez solo para refrescarse; al ser un caballo acompañante, solo salía de su establo cuando Liam lo sacaba para pasear o para asistir a guerras. Es un animal que ama la nieve, contrario a su dueño. Liam recordó su disgusto con la nieve y abrigó mejor sus colas.
Dejando de lado eso, sonrió por encontrar algo en común que el par de pleitistas tienen, ¿sería buena idea comentarlo? No tuvo tiempo de conseguir una respuesta, una bola de nieve le cayó en la cara. Sacudió ambas orejas y se encontró con una nueva carga en la mano de la responsable del frío ataque.
—¿Pensando de nuevo? No es tan mala idea que te enfríe las ideas.
—¿Por qué hiciste eso? ¿Qué te hice como para que quisieras atacarme?
—Ya que no quieres tirarte en trineo conmigo, jugarás a una guerra de bolas de nieve.
—Un príncipe tampoco hace eso. Gracias por querer involucrarme, pero no quiero jugar. Estoy cansado y... —Otra bola le cayó en la boca.
—No te lo pregunté, lo vas a hacer. Pienso que si lo ves como un reto tal vez reacciones.
Provocar un instinto de pelea surtió efecto la primera vez... y también lo hizo en la segunda. Tras convencer al príncipe de unirse a la diversión, ambos experimentaron lo que es deslizarse por una montaña helada. Durante la subida Liam insistió en que el acto no es propio de un príncipe desposado y lo volvió a hacer cuando Adela lo dejó solo sobre la alfombra que hacía de carruaje helado.
Tan pronto Liam llegó abajo, asombrado y sin palabras, Adela lo alcanzó en trotes torpes por sus anteriores escaleras.
—¿Qué te parece? ¿Aún piensas que un príncipe como tú no puede disfrutar de esto?
—Eso... ¡fue muy divertido! ¿Cómo es que algo tan simple puede hacerte sentir tan vivo?
—Se llama adrenalina…
—¡Hagámoslo de nuevo! —No la dejó terminar, la tomó de la muñeca y la llevó con el de vuelta a la cima.
Con las hormonas alborotados ya no había alma capaz de detenerlos. Perdieron la cuenta de las veces que se dejaron caer por la nieve, solos y juntos. Esas colas quedaron empanizadas, pero el príncipe estaba muy ocupado sintiendo tanta emoción.
Mientras Foster masticaba los carámbanos que se encontraba en los árboles, las presencias reales habían comenzado una nueva guerra de bolas de nieve. El príncipe pensó por un instante al mostrarse dispuesto que podría ver el espíritu guerrero de su doncella, lástima que esta mujer defiende el hecho de que en la guerra se vale todo.
—¡No te duermas! —exclamó por sorpresa al aparecer detrás de él.
Dejo caer la nieve que había juntado en sus manos dentro de la ropa de Liam. El príncipe ha sentido roces de lanzas, golpes metálicos y caídas preocupantes, pero ninguna de esas cosas lo había llevado a gritar con cierto desespero. Mientras él se recalcaba por la quemazón helada que su espalda sufría, Adela se ahogaba en su propia risa.
Los quejidos de su majestad alertaron a su leal corcel y como en toda guerra, Foster llegó para salvar a su dueño de un posible peligro. Tras correr apresurado empujó a Adela sin piedad o cuidado. La cara y el maquillaje se quedaron impregnados en la nieve del aventón, con un gesto de alguien que lleva estreñido varios días.
—¿Tú qué, menso? —reclamó al corcel para arrojarle un proyectil helado.
El animal agitó la cabeza y relinchó al correr en círculos.
Una vez pasada la tortura volvieron a disfrutar de su trineo portátil. La diversión su pudo haber alargado hasta el patinaje en hielo y quizá una relajante pesca en el mismo, pero todo terminó en estrellas cuando el par se estrelló contra un montículo de nieve que no precisamente es una tersa y suave cama de seda. Gracias a que los luceros acosaban desde la distancia, mandaron de inmediato a gente de urgencia hasta el lugar. Y aunque no pasaran el dato de inmediato a la corona, todo el revuelo que se generó en cuanto volvieron al castillo lo hizo solo.
La corona no se tomó la noticia tan bien está vez. Ahora resulta que su heredero al trono se lastimó por jugar como si fuese un infante inmaduro y sin preocupaciones. Nada bueno estaba siendo agregado a la reputación del hijo menor. Menos mal no había una guerra a la que asistir. Liam se ahorró un silencioso y cruel castigo real.
🍁
Tras pasar un par de días en recuperación, la pareja volvió a sus responsabilidades cotidianas en el castillo.
Las muestras de afecto primerizas se volvieron algo que quería volverse común en la pareja producto de ya vivido. No pasaban un enorme regocijo, pero las miradas decían mucho. Se entendían muy bien sin hablar y no me refiero a cursilerías, hablamos de algo tan común como una breve opinión.
Ambos caminaban por un pasillo hablando de las novedades del día, no había nada fuera de lo normal, hasta que Adela dio un paso sin quererlo en verdad: tomó la mano de Liam por simple y casi inercia.
La caminata de la pareja se detuvo al instante; Liam se quedó petrificado y su rostro mostró una coloración muy linda que hacía perfecta armonía con su maquillaje. Recordó que él la había tomado de la muñeca días antes, pero esta iniciativa era con un toque diferente. En cuanto a ella, tuvo que voltear para saber por qué su rumbo fue detenido en seco.
—¿Te sientes bien? —La vista de Liam fija en la unión de extremidades le dio una clara pista de lo que sucedía. Pensó mal de inmediato—. No estarás pensado en otra cosa, ¡¿o sí?!
—¿Qué? —reaccionó con mucha tranquilidad, misma que se rompió casi de inmediato al ver el disgusto de su señora—. Oh, no... no. Yo solo...
—¿Por qué te pusiste rojo? —Lo soltó de inmediato para marcar distancia, el príncipe resintió su acción.
—Es que... cuando tomaste mi mano, me sentí... bien. Es una sensación agradable.
La mente pervertida de Adela fue castigada con una inocente verdad; obvio nunca se lo esperó.
—¿De verdad? —¿Habrá un día en el que esta mujer vuelva a confiar en las palabras de otro ser vivo?
—Sí. No sé cómo explicarlo, solo... me agrada.
—Y... ¿si lo hago como ambas? —Hizo una demostración sin hacer a un lado sus debidas precauciones.
—Es aún mejor —sonrió al analizar con detenimiento la nueva idea, su rojez aumentó todavía más.
—Pareces una rosa, ¿de verdad estás bien?
—Sí, lo estoy —la miró a los ojos— o eso creo. Jamás me había sentido así con algo, pero no es desagradable.
—Bien... pues ya que te gusta este gesto, cuando caminemos te tomaré de la mano.
—Sería malo pedirte que... ¿lo hagas más seguido? Siento que no sería lo mismo si lo hago yo... o al menos no por ahora. —¿Su falta de iniciativa significará algo importante?
—Está bien. Solo espero que no seas alguien a quien le suden las manos. —Siguieron su rumbo con la nueva unión definida.
—De serlo no podría manejar un arma con tanta facilidad. Otra cosa... —hizo una nueva pausa— no lo hagas cuando estemos en público o haya alguien cerca.
El señalamiento pudo pasar desapercibido o incluso ser ignorado, pero no fue así. Adela no comprendía el por qué de la repentina petición, sí, ya había escuchado cosas relacionadas a la discreción, pero, ¿por qué un gesto "discreto" como este tenía que pasar desapercibido?
No importa. En la mente de Adela, las cosas, como están viniendo de Liam, podían ser ignoradas. Hubo incomodidad de por medio, pero... al igual que todas las cosas debe ser algo que se puede arreglar.
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Editado: 28.03.2025