El príncipe zorro de las nueve colas

6. La atención es la caricia perfecta

Adela no había podido dormir en toda la noche, pensando en la discusión y tal vez arrepintiéndose por lo que hizo. ¿Había dado mucho por alguien que no lo valía?
Una lágrima resbaló por su mejilla, cuando los toquidos en la puerta destrozaron su espacio de desahogo.
—Déjame en paz, Liam. No quiero nada contigo ahora. —Se abrigó mejor.
—Tengo que llevarte a que te curen.
—¡Dije que no quiero nada! ¡Vete y déjame sola!
—No te lo estoy preguntando. Tu mano no va a sanar si no te aplican remedios especiales. No quiero que empeores.
Miró su mano un tanto preocupada, por más hechizos que usó, no parecía haber mejora. Pero su orgullo pudo más que su dolor.
—Abre la puerta, por favor.
—¡Te dije que te fueras!
—Adela, no me hagas entrar por la fuerza.
—¡Ja! Por la fuerza. Dame un rato de paz y ve a practicar tus amenazas falsas con alguien más, ¿quieres? Suficiente tengo con la vergüenza que me hiciste pasar.
Escuchó pasos fuera de la habitación y después fue silencio. Sonrió victoriosa, pensando que por fin podría volver a su ambiente melancólico, pero el tronar de la madera la hizo asomarse por la cerámica.
La perilla estaba siendo forzada y cuando ya no pudo más, cedió a la presión. La puerta se abrió, Liam entró y tiró la chatarra a la basura. Qué ordenado caballero.
—¡¿No te cansas de molestarme?!
—No voy a discutir contigo.
La tomó de la mano y tiró para hacerla caminar, pero ella se negó.
—Adela, no insistas. Hago esto por tu bien.
—¿Ahora sí es por mi bien? ¡Gracias por preocuparte!
La cara de Liam comenzó a tornarse roja del coraje, cosa que asustó a Adela. Nunca lo había visto así. Le arrebató la cobija y la dejó hacer contacto total con la cerámica.
—Si no quieres cooperar, entonces, no me dejas elección.

🍁

—¡Exijo que me liberes!
—Guarda silencio.
—No te bastó con romper la chapa, ¡ahora me quieres volver un embutido!
—No quisiste venir por las buenas. No iba a tirar de tu brazo hasta llegar. Además, esto previene que te lastimes aún más.
Adela se retuerce como salchicha, literal. Liam la envolvió en la cobija y así, la lleva en el hombro hasta la enfermería.
Los que pasaban por sus costados miraban el espectáculo sin creerlo, pero por respeto no dijeron nada. A estas alturas, a Liam no le importa su reputación, solo quiere terminar con este asunto.
El escándalo se volvió cada vez más claro conforme avanzaban. El espejo de Liam, quien estaba en la enfermería, reconoció las voces de ambos y en segundos los vio cruzar la puerta. Para todas las que estaban ahí, fue muy desconcertante ver la escena.
—Necesito una curación plateada —pidió él.
—¡Libérame ya!
La consejera solicitó que todas salieran para poder estar a solas con los príncipes. Al menos Adela ya se había calmado. La mujer aplicó lo necesario para sanar en su totalidad la rajada y mientras tanto, averiguó el motivo por el que se había hecho tanto alboroto. Liam, por su parte, está recargado en la pared con la cobija en sus brazos.
—Entonces esto fue lo que hiciste cuando pediste hablar con el rey. Gracias por recordarme que no debo darte total libertad de acción.
—¿Usted también me va a reprochar? ¿No se cansan se hacerme la vida de cuadritos? Solo hice un acuerdo con el rey y es todo. No sé por qué hacen tanto alboroto.
—Hiciste un pacto con la corona, niña, no es un simple acuerdo. ¿Por qué crees que tu magia no puede sanar esto?
—No lo sé...
—Porque no es una herida, es una marca. Después de esta curación, no tendrás ni una cicatriz, pero si faltas a algo, por más minúsculo que sea a tus palabras, la herida se abrirá y poco a poco te consumirá. Es una marca venenosa que asegura lealtad. Quienes no cumplen a lo dicho, van a sufrir un doloroso deterioro conforme pase el tiempo, hasta que algo definitivo termine con sus vidas. Entiendo que no comprendas del todo el peligro al que te condenaste, pero créeme que no querrás averiguarlo. Por otro lado, es algo que deberás mantener en secreto. Si alguien se entera sobre esto, estarás yendo en contra de confidencialidad real y tu castigo dará inicio.
Liam mira el suelo enojado y preocupado. Recuerda el estado de aquellos quienes portaban la marca demoniaca y le asusta pensar que eso le suceda a su princesa.
—¿No hay manera de revertirlo? —pregunta esperanzado.
—No. Solo resta ser cuidadoso. Igual no debes preocuparse demasiado. Siendo la princesa, la corona no puede mandar a aniquilarla por simple rencor, ¿verdad? Estaría yendo en contra de sí mismo, pero no cabe duda que deja en el aire un sentimiento de preocupación. Aunque... ahora que lo pienso, no puede sucederle nada. La corona no puede acabar con algo que creó, mucho menos que eligió. Habló sobre sus privilegios, no puede afectar de forma directa a una princesa. Iría en contra de sus herederos, de ti, príncipe. No fue un plan tan tonto después de todo.
Adela se cansó de ser la imagen de imprudencia en la conversación.
—Hice esto por algo bueno. ¿No tengo méritos por eso?
—Si es algo que hiciste por ambos pudimos hablarlo, juntos —intervino Liam—. ¿Por qué me dejaste afuera?
—Porque te ibas a negar a todo con tal de no faltar a la Corona. ¿De qué sirve quererse a escondidas? Eso no está bien. Además, te salvé de ser castigado y ni eso me agradeces.
—No te voy a dar las gracias por ponerte en peligro. Si me iban a castigar es porque me lo merecía.
—¡Escucha lo que dices! ¡Deja de ser masoquista!
—¡Tus acciones fueron insensatas!
—¡Y sigues sin valorar mi esfuerzo!
Comenzaron a gritarse sin piedad, se acercaron al punto de estar cara a cara y exclamaron lo mismo.
—¡¿Por qué no me entiendes?!
—¡Ya es suficiente los dos! —ordenó el espejo.
Los apartó a la fuerza e hizo sentar.
—No puedo creer que permitan este tipo de actitudes entre sí. Son la pareja más disfuncional que he tenido que instruir y lo peor es que no hacen nada por mejorar. Uno da demasiada libertad y confianza, y la otra se aprovecha de eso en magnitudes desmedidas. Nunca van a encontrar soluciones así. Son una pareja real, están para apoyarse el uno al otro, encontrar la claridad juntos, no para desgreñarse. Tú, niña, deberías ser más considerada cuando alguien se preocupa por ti y quiere instruirte sobre algo que no conoces. Y mucho más cuando puede atentar contra tu vida. El hecho de que no te procuraran antes, no significa que debas descargar tus traumas con otros. Por si no lo recuerdas, este no es tu mundo. Hay reglas, protocolos y leyes que no conoces y no estaría nada mal, que guardaras silencio un momento para escuchar y aprender un poco de ello. En lugar de gritonear y hacerte la víctima. Y tú, jovencito, es una terrible falta de respeto que un príncipe levante la voz así. Mucho más si es enfrente mía. No es justificación válida que tengas frente a ti a un ser inestable, tienes que mantener la compostura. ¿Qué harás cuando portes la corona del reino? ¿De esta forma lideras a tu ejército?
Ambos se voltearon a ver y agacharon la cabeza apenados.
—En lugar de sumarse, se restan entre sí. ¿No les da vergüenza? Ambos tienen muchas cosas que trabajar y si no dejan de señalar los errores del otro, nunca podrán resolverlas. No son niños pequeños como para que tengan que estar recibiendo castigos una y otra vez. Esto es lo que va a pasar, próxima vez que los vea discutiendo de tal forma, me voy a ver en la necesidad, de tratarlos como infantes y tomar medidas más estrictas. No es posible que permitan estas actitudes en ustedes mismos. Está bien tener recaídas, pero ustedes se van al pozo. En este momento y antes de salir de aquí, van a pedirse una disculpa y van a resolver sus diferencias. Y rapidito, porque la enfermería no es un consultorio emocional.
Salió de la habitación y los dejó solos. Ambos entendían que habían llevado todo demasiado lejos, pero es muy difícil llevar la iniciativa después de tremenda regañiza.
—Perdón —dijeron sincronizados, sin verse aún a la cara.
No sabían cómo empezar a hacer las pases. ¿Cómo restaurar el daño de tantas palabras y gritos con tan poco?
Liam vio la mano de Adela y reconsideró todo lo anterior.
—Creo que lo que más te duele es el daño que le hago a tus emociones. Perdón por no haberlo visto antes. Me enfoco tanto en hacerte crecer como princesa, que nunca te apoyo a avanzar como mujer. Aunque en realidad no sé cómo hacerlo. Dedico muy poco tiempo a conocer como funciona tu mente y sentir. A veces... de forma inconsciente, te analizo más como un enemigo que como mi princesa. No debería ser así.
—Soy muy impulsiva cuando me preocupo y actuó sin pensar. Me dejó llevar por mis emociones porque... es cuando me siento más viva. Erré al creer que podía resolver esto sola y... por un lado detesto no saber tanto como tú. Siempre que doy un paso sola me siento juzgada por todos. Siempre eres el modelo a seguir y yo... solo soy un ser moldeable que a ojos del mundo no sabe nada.
Ambos levantaron la cabeza tras revelar sus debilidades y tropiezos. Hay un claro arrepentimiento en ambos.
—No debí gritarte —dijo ella.
—No debí ser paranoico.
Aún es muy pronto para volver a la realidad, pero algo es algo. Liam se levantó y cubrió a Adela con la cobija, pero esta vez de forma delicada y procurando no dejar nada expuesto.
—Si haces esto para que no me vean como una desalineada no te apures, ya muchos tiene una imagen clara de mí.
—No, lo hago para que no pases frío.
Adela no esperó esa respuesta. Liam aún se siente culpable, así que dejó salir unos pensamientos más.
—No quiero que mi imagen te haga sentir menos, Adela. Si estoy contigo en cada paso que das es porque me preocupa que algo pueda salir mal. Pero creo que los errores y el dolor son parte del proceso. —Se puso en cuclillas frente a ella y tomó su mano vendada—. Sacrificaste una parte de ti sin saber realmente lo que hacías, todo por un cambio que ayudaría a ambos. No hay acto más valiente que ese. Pensaste en nosotros aún sabiendo lo difícil que podría ser el proceso y dudo que lo hayas hecho con miedo. Gracias por pensar en lo mejor para nosotros.
Su cara se sonrojó después de ese gracias. Sus ojos se pusieron vidriosos y lo abrazó fuerte sin contener nada. Por primera vez Liam no sintió culpa tras recibir cariño. Parece que al fin y al cabo, el quiebre de la dictadura le dio un poco de paz a su mente y qué mejor que descubrirlo con su princesa en brazos; la responsable de tal alivio.
La estrujó con cariño y le agradeció de nuevo en un susurro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.