El príncipe zorro de las nueve colas

9. Un grito de auxilio sofocado

No importa cuántos días pasaran, a la princesa nunca se le va a quitar la mala costumbre de ceder ante los "cinco minutos más". Si bien ya había hecho un gran progreso y se exigía cuando hacia falta, aún ocupaba algo de presión por parte de Liam para ponerse de pie.

El zorro algunas veces se dejaba llevar un poco y dormía un momento más a su lado, pero hoy no era uno de esos días. Hoy era uno donde tenía que ayudarla a sobrellevar la rutina y no decaer.

—Adela, no puedes seguir durmiendo —dijo al terminar de arreglar su coleta y pararse junto a ella.

Intentó despertarla con todo el respeto que encontró, pero ignoraba que en verdad no estaba dormida. Cuando lo tuvo cerca, lo atrapó y lo regresó a la cama. El zorro había sido cazado.

—Quédate aquí un rato más —murmuró al restregarse con él como si fuera un peluche para dormir.
—Tenemos cosas que hacer.
—Sí, tienes razón. Tienes que cerrar la puerta.
—¿Para qué?
—Para que me desvistas y así poder hacer un bebé.

Liam se sonrojó. Se acomodó para poder verla fijo.

—¿Q-Qué?
—Oye, tú me diste esto —enseñó el anillo de los hijos.
—Lo sé, pero no tiene que ser inmediato. No quiero que me malentiendas, solo... me gustaría que fuera algo especial.
—Mmmm, bueno. Después de todo, tu papel es el más importante en el primer paso.

Le sonrió amable y se levantó de la cama sin lastimarla.

—¿Sabes? —se estiró satisfecha—. He llegado a soñar que me devoras con tanta ansia, luego despierto y me doy cuenta de que solo fue un sueño. Detesto descubrir eso.
—¿Qué clase de sueños tan locos tienes?
—Nunca te ha sucedido algo así.
—No. Caigo dormido y... creo que no son significativos, pues no los recuerdo de nada.
—Qué hombre.

La puerta de la habitación fue tocada, un mensajero entregó un sobre al príncipe y se retiró sin más.

—Tendremos un día ocupado —explicó al leer los pendientes que tenían para el día entero—. Hoy también caeré rendido.
—Al menos estamos descansados —Adela se levantó para alcanzarlo y ver la hoja.

El zorro tocó sus labios e incómodo fue al baño y volvió con humectante. Adela lo miró detenidamente por unos segundos. Liam creyó que era por simple curiosidad, así que explicó sus acciones.

—Debo usar bálsamo de vez en cuando, el clima reseca mis labios.
—¿Me compartes?
—Oh... —miró el aplicador— creo que es mejor que te den uno nuevo. Darte del mío no sería higiénico.

Ay este hombre. O Adela espera demasiado o Liam necesita ser más perspicaz para captar estos intentos de convivencia.

—Yo conozco un modo mejor de humectarlos —caminó con él y puso cara de pato. Más obvia no podía ser.
—Oh, vaya... —rio al por fin entenderla— me encantaría hacerlo, pero si tus labios están resecos empeoraremos su estado. Usar saliva como tratamiento es contradictorio.
—¿Ah sí? ¿Entonces por qué los animales lamen sus heridas cuando están lastimados?
—Por instinto y con el fin no siempre efectivo de eliminar bacterias. Pero no somos animales, no vamos a recurrir a eso.
—¡Ay, deja de hablar y ven acá!

🍁

Con tanta compatibilidad fue muy rara la vez en la que los deseos carnales de los príncipes no coincidieran por las noches.

La famosa quinta vez llegó y durante el momento no se le dio importancia, pero cuando Liam reaccionó ya era un nuevo día y había que confirmar su fertilidad.
Le explicó a Adela todo sobre el tema y no se vio molesta por tener que ser sometida a algunas pruebas. Era algo muy importante para su esposo.

Desde el inicio las señales negativas de fertilidad se asomaban, Adela dijo no sentir absolutamente nada. Los datos se confirmaron y el mismo día se dieron resultados.
La dama era totalmente capaz de tener hijos, su cuerpo era más que apto para engendrar la nueva vida y ya que no hubo ni siquiera una reacción ante la semilla del caballero se llegó a una conclusión.

El príncipe zorro de las nueve colas era infértil y nunca podría dar un heredero a la familia. Jamás iba a poder convertirse en padre. Si bien las cosas en el acto funcionaban de maravilla su sistema no cooperaba para la creación de un nuevo ser.

La noticia fue totalmente devastadora, sacudió varias mentes. El zorro recibió un ataque en su punto más vulnerable. Se sumió en una depresión silenciosa, una que chocaba constantemente con ese cargo de culpa, de traición que sentía haber cometido ante la corona.

Y hablando de la corona, en cuanto los reyes se enteraron de los resultados comenzaron a emerger las decepciones en sus cabezas. Si bien Liam ya tenía antecedentes en varias áreas (como general, cómo príncipe, como esposo y como hijo), tener un defecto en su capacidad de engendrar se quería volver el colmo.

El rey estaba molesto y preocupado. El hijo que tenía como destino tomar su trono no poseía lo suficiente para enorgullecerlo o por lo menos dar el ancho. No podía mantener al borde a su esposa ni mucho menos controlarla, tenía ciertas deficiencias en batallas y su mano dura para ejercer mandatos no estaba ni cerca de aparecer.

Era el hijo que más desilusiones había dado y el hecho de no poder ofrecer un miembro más a esta familia había colmado el vaso. La corona podía corregir todo lo demás, nada que una buena disciplina no arregle, pero un defecto de tal magnitud era bastante desolador.

Un descendiente es prioridad y el hecho de no poder darlo provoca deshonor. La Corona ya tenía un tema más con el cual romperse la cabeza y comenzar a tomar decisiones drásticas.

🍁

La gran parte de metiches que se enteraron de los resultados biológicos comenzaron a ver al príncipe con mala cara. Defectuoso, roto, raro, inútil y mas adjetivos que no voy a mencionar. Y como dudarlo, teniendo a una corona que se encargó de hacer sentir aun más miserable al hombre en reuniones, no se puede esperar mucho de sus seguidores. Y ojo, solo me refiero a integrantes del castillo.




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