El príncipe zorro de las nueve colas

12. La brújula no gira igual para todos

La búsqueda del par de miembros de la realeza comenzó. «No pudieron haber ido tan lejos», comentaban los líderes de búsqueda, entre ellos Koda.

Soldados se enfilaron armónicamente hacia el perímetro alrededor del castillo. Las tropas ponían sus ojos en todos lados, para no perder detalle y oportunidad de hallar a los prófugos. La situación quería volverse una cacería con una emoción enfermiza.

Mientras tanto, ya muy alejados del castillo, Liam carga a Adela sin dejar de avanzar por entre los árboles. La mujer está exhausta ya que usó su habilidad mágica para cruzar paredes y sacar a ambos de la habitación. Además de las otras paredes con las que se pudiera encontrar. Así que como recompensa, Liam fue quien llevó el peso tan pronto cruzaron los muros del castillo.

Conoce el sitio por el que caminan y sabe que muy pronto la seguridad (que ya debió empezar a buscarlos), llegará hasta ese punto sin demora. Así que, sin más ganas de correr y con la esperanza de encontrar un nuevo refugio donde poder descansar, siguió avanzando. Esta vez no mira con ilusión a su enamorada que duerme en sus brazos, tiene los ojos atentos a posibles refugios naturales. Si algo le ha enseñado ser general es a saber identificar un buen escondite y muy pronto lo encontró.

🍁
Bajo las raíces de un árbol viejo, el príncipe encontró una especie de madriguera muy espaciosa. Tratar de descubrir como nació este espacio era una pérdida de tiempo, además de que no era nada relevante. Quizá era el espacio que dejaron unas viejas raices... que más da. La puerta de esta nueva guarida era una enredadera natural junto con algunas raíces secas que sobresalían de la tierra.

Ambos se acomodaron como mejor pudieron. El día transcurrió en tranquilidad aún con soldados buscando a los fugitivos no muy lejos de ahí. De cualquier modo, la pareja estaba feliz, disfrutando de la compañía del otro. Eran como un par de adolescentes rebeldes que nunca quisieron hacer caso a las reglas.

Adela estaba sentada entre las piernas de Liam, descansando su espalda después de tener que soportar vestir un atuendo tan bochornoso. Ni siquiera en su primera boda había sido así. Por su parte, Liam jugueteaba con las manos de la mujer, está totalmente relajado. Deseaba que el tiempo pudiera detenerse, ya que anhelaba conservar la paz que por tanto tiempo quiso tener de vuelta. Aunque eso sí, su lado responsable despertaba a momentos...

—No puedo creer hicimos esto. Acabo de raptar a una princesa en la vispera de su boda... he caído tan bajo.
—Era una boda injusta.
—Aún llego a creer que... pudo ser lo mejor para ti.

Sus miedos e inseguridades salieron a flote. No puede sacarse de la cabeza lo que la Corona piensa de él. Es terrible hacer todo lo que está a tu alcance para impresionar a quién realmente te importa y que tu esfuerzo no valga nada.

Adela no quiere que el hombre que ama caiga en ese limbo cruel y obvio lo va a solucionar a su manera.

—¿Cómo saben ellos qué es lo mejor para mí? —Se enojó de solo recordar al rey comunicándoles su futuro o el que era su futuro—. Liam, tenemos que hablar.

La mujer se reacomodó para poder verse de frente. Es buen momento para ser serios y directos.

—Me importa un bledo las comparaciones y equivalencias que la Corona crea convenientes. Hace mucho tiempo... acepté la unión que me impusieron contigo y no fue nada facil. Tú lo sabes. Tener que repetir todo ese proceso, me quiere dejar trabada del coraje. Y no solo porque odio los modos, sino por que... ya encontré lo que quiero para mi vida contigo. Aceptar la idea de ser princesa no es algo que ya haya asimilado del todo, pero conforme ha pasado el tiempo, sé que puedo hacer eso y más si estás a mi lado.

Liam agachó la cabeza y con sumo dolor dijo:

—Amarte nunca va a ser suficiente. Los sentimentalismos no llevan a nada más que a debilidades. No soy lo que necesitas, Adela...
—¿Te gustaría que te comprometieran con un extraño cuando amas a alguien más?
—Claro que no.
—¿Entonces por qué lo aceptas conmigo? —Quiere lagrimear de la presión—. ¿Que pasó con lo que dijiste antes? Sobre esforzarnos para aspirar a ser mejores.

La cabeza del zorro duele, no solo por debilidad, sino por el peso de conciencia que la mujer le está causando sin saberlo.

—Son órdenes de la Corona y deben cumplirse —fue lo mejor que pudo contestar.

Su mente volvió a ser un títere más del adoctrinamiento con el que fue criado, ese que Adela estuvo a nada de sepultar.

La mujer estalló:

—¡No! ¡Basta de la Corona! Es nuestra vida y nadie debe elegir sobre ella.

Hubo silencio. Adela estuvo a nada de molestarse en serio por imaginar que ya no había rastros del hombre del que se enamoró. Hay un príncipe callado y serio en frente suya. Pudo abandonar toda esperanza, hasta que escuchó a Liam decir:

—Gracias a la corona te conocí.... y le agradecí eso por mucho tiempo en silencio —la miró a los ojos—. Coincidimos y conectamos casi de inmediato de una forma tan extraña, jamás cambiaría tal hecho. Aunque no lo creas, le debo mucho por haberte traído a mi vida. Mis días nunca volvieron a ser los mismos desde esa primera caída que tuve contigo antes de nuestra boda.

Sin quererlo, ambos se sumergieron en las memorias.

—Recuerdo la primera vez que pude besar tu mano sin que te molestaras. Jamas había sentido algo tan terso, mis labios recuerdan tu piel... y aún la buscan. Recuerdo cuando veíamos las nubes y al señalar ambos la misma, nuestras manos chocaron. Fue el primer roce que tuvimos, de alguna manera. O cuando quise besarte a tu manera y... —dejó salir una risa avergonzada— terminé por darte un golpe.

Adela no pudo evitar reír por casi volver a ver las estrellas de ese beso ardiente. Liam no pudo estar más ilusionado.

—Extrañaba escucharte reír.
—Extrañaba reír.

Comenzó a acariciar su mejilla sin dejar de verla.

—Extraño verte a mi lado en las noches frías. Extraño cómo eres capaz de hacer que mi tristeza huya. Extraño que calmes mi caos como solo tú sabes hacerlo. Pero te extraño más cuando recuerdo todas esas cosas que me hicieron estar perdidamente enamorado de ti. Terminé por aceptar respetuosamente tus defectos y me encariñé de ellos. Y no quiero tener que despedirme de todo eso. Te amo, adela. Quiero tener más momentos como este; hablar de lo que hemos pasado juntos, y de lo que aún nos falta. Mirar tus ojos al estar cerca, solo tú y yo, besarte de las maneras que se te ocurran, una y otra vez sin tener que hacerlo a escondidas o con miedo en la mente. No quiero perderte, pero este sentimiento de división me carcome.




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