Nunca creí que un nombre pudiera hacer tanto ruido.Pero cuando lo escuché, supe que no estaba preparada.
—Thiago.
El aire se me atoró en el pecho, como si el pasado hubiera decidido volver sin pedir permiso.No lo veía desde hace años. Y aun así, mi cuerpo lo reconoció antes que mi cabeza.No podía creer lo que acababa de salir de la boca de mi madre. Era él. Ellos. Habían regresado.¿Y por qué me importaba tanto? Da igual... o eso quería hacerme creer.
—Mírate, cuánto tiempo... ¿cómo están?
Sabía a lo que mi madre se refería con eso. La razón por la que los Harrison se habían ido no fue por gusto. Nadie sabía el porqué, pero la ausencia era imposible de ignorar.
—Tengo que entrar. Adiós, Helena... y adiós, Blair.
Había dicho mi nombre. ¿Y por qué sonreía como tonta?Seguido de Thiago entró Richard, su padre, y... Ciro, su hermano menor, detrás de él, no sin antes echarme una mirada.¿Qué había sido eso? ¿Y por qué habían vuelto?
Ahora vuelvo -dije.
—¿Blair, a dónde...?
No dejé terminar a mi madre. Subí a mi habitación. Odiaba esta sensación. Habían vuelto y eso me movía demasiado, y sabía el porqué. Los hermanos Harrison y yo siempre habíamos sido amigos de infancia. Ciro era como mi mejor amigo y Thiago... bueno, ya saben.
Mi madre y su madre eran mejores amigas y siempre decían que en un futuro Thiago y yo estaríamos juntos. Era tanta la idea que Thiago y yo decíamos que de grandes nos casaríamos.Sí, el Thiago frío y distante que optó hace unos momentos por evitar la pregunta de mi madre, de pequeños decía que nos casaríamos en una gran playa. ¿Él recordará eso? Ojalá asi fuera
—¡Blair! ¡Baja!
Ahí estaba mi madre, devolviéndome a la realidad, gritándome para que bajara.Al bajar, mi madre tenía un tazón de sus favoritos: su famoso postre de limón, ese que cuando éramos pequeños los Harrison y yo devorábamos sin pensarlo.
—Lleva esto a los Harrison y diles que en cuanto puedan vengan a visitarnos.
—¿En serio? ¿Mandarás a tu hija a altas horas de la noche sola para esto?
Estaba haciendo drama, pero tampoco quería ir. Esa era la verdad. Tan solo pensar en estar en esa gran casa de nuevo, con Thiago... y bueno, también con Ciro, no me agradaba la idea. ¿Por qué tenía tanto miedo? Esa había sido como mi segunda casa toda mi infancia.
—Blair, la casa está enfrente. Déjate de dramas y ve.
Me resigné y caminé. Estaba temblando y no hacía frío. Pensé mucho en no tocar, en devolverme y decirle a mi madre que nadie abrió,pero justo en ese momento la puerta se abrió, dejando ver mi cara, que era todo un arte.Thiago me miraba, y no sé si había sido ilusión mía o si a él se le vio un destello en los ojos. Siempre había amado sus ojos. Eran tan bonitos, ese color miel tan inconfundible.
—¿Qué haces aquí?
—Yo... mi...
—¿Viste un fantasma o algo así?
Ahí estaban esos ojos burlones. Estaba tan centrada en ellos que no había visto que estaba recién bañado, con unos pantalones negros y sin camisa, su pelo aún mojado.
—Mis ojos están arriba, Collins.
La sonrisa que Thiago tenía en ese momento era tan coqueta que me hizo rodar los ojos.
—Ya quisieras. Solo vine porque mi madre me mandó a darles esto.
Extendí mi mano para entregarle el tazón con el postre. Thiago lo tomó y por un momento sentí su mano tocar la mía. La quité como si su roce me quemara.
—¿Y qué te hace creer que lo quiero?
¿Claro? ¿Cómo había pensado que Thiago me trataría igual que antes? Era un completo imbécil.
—¿Y qué te hace creer que es para ti? —dije
Thiago se quedó mirándome sin decir nada. Se había quedado sin palabras. El frío y distante Thiago Harrison se había quedado sin palabras, damas y caballeros. Así es como Blair Collins deja a cualquier imbécil que le habla así.
—¿Así que es verdad? -dije.
—¿Qué?
—Que sí te volviste un imbécil.
Por un momento hubo un silencio cómodo y Thiago sonrió. Por un instante pareció sonreír igual que antes, lo suficiente para quedarme viendo su sonrisa.
—¿Estás tan al pendiente de mí, Collins? Eres toda una acosadora.
—Sigue soñando, me voy. No quiero que se te suba —dije.
—¿Ya no te despides? Es verdad que te volviste toda una grosera, Blair.
—Muy gracioso, pero para ti sí.
Vi la sonrisa de Thiago, pero nunca llegó a sus ojos.
—Te acompaño.
—Estamos enfrente, Thiago —dije, mirándolo como si acabara de decir la tontería más grande.
¿Sí? No le dijiste lo mismo a Helena -dijo, acercándose a mí. Se acercó tanto que, por alguna razón, no sabía qué hacer. Temblaba... de frío, claro. ¿Por qué más?
—¿Por qué me huyes, Blair? — dijo tomándome de la barbilla
—No lo hago, Thiago. Aquí estoy, ¿no?
—¿Y por qué tiemblas?
—Porque hace... ¿sabes qué? Me voy. No tengo por qué darte explicaciones, de nada, Thiago.
Me di la vuelta, crucé la calle y entré a mi casa. Era tan raro. Thiago sabía lo que causaba, pero no iba a ser de su montón solo porque sí. Mi amiga Emma en muchas ocasiones me decía lo que se hablaba de ellos. Podrían creerlo? Aun cuando no estaban en este pueblo, hablaban de ellos. Y uno de esos chismes era que Thiago Harrison era todo un mujeriego.
—Hija, ¿por qué tardas...?
—Ahora no, mamá.
Subí a mi habitación y me asomé por la ventana. La ventana de la habitación de Thiago estaba frente a la mía. La cerré, me cambié y me acosté a dormir.