Narra Ifigenia
El despertador suena, pero no he podido dormir. Sus ojos están en mi mente todo el día, es difícil no pensar en él. Fui la idiota más grande al dejarlo.
Ahora estoy en camino a la universidad. Al entrar, veo que es un lugar hermoso, amplio y espacioso. Hay muchos jóvenes inmersos en sus mundos, con música, poemas. Finalmente encuentro mi salón de literatura, entro y pido disculpas, parece que llegué tarde. El profesor comienza a dar las reglas de la clase, pero yo apenas puedo escucharlo, no me siento bien.
Han pasado seis meses... Seis malditos meses, seis meses de mi vida en soledad esperándolo. He pasado por su edificio todos los días con la esperanza de verlo, pero parece que se lo ha tragado la tierra. No lo he vuelto a ver. Me he vuelto tan diferente, ya no salgo, solo a mis clases. El dinero se está agotando y necesito encontrar un trabajo. He vendido algunos cuentos cortos, ya que tengo talento para escribir, pero no es suficiente. Decido buscar un trabajo en mi día libre de la universidad. Compro un café y mientras camino, me acerco al edificio de James y veo un cartel que solicita una secretaria. Entro rápidamente, necesito el trabajo y podré averiguar dónde está James. Desde aquel día, he querido hablar con él, pero no he podido. No sé qué pasó, o más bien, sí sé qué pasó, pero no sé cómo explicarlo.
Al entrar, le digo a la recepcionista que vengo por el trabajo. Ella me pide que espere, que pronto me atenderán. Me siento en un sofá que hay en la recepción y espero. No pasa ni media hora cuando escucho una voz ronca llamándome desde una oficina. Entro y me encuentro con un hombre de tez morena, ojos color miel, cuerpo fornido y labios carnosos. Me atiende y antes de que le entregue mi currículum, la puerta suena y él me pide que pase. Veo quién es, es él, es James, mi sexy y hermoso profesor.
¿Me amará después de todo?
- Buenos días - dice con tono serio.
- Buenos días - contestamos al unísono.
- Señor Blake, ¿podría dejarme a solas con la señorita para hacerle la entrevista? - dice James con tono serio.
- Por supuesto - responde el hombre que me atendió.
Él se levanta y me deja a solas. No puedo evitar sonreír, una vez más estoy frente al hombre que un día me vio completamente desnuda, entregada a él en cuerpo y alma.
- Bien, Ifigenia, dime ¿qué haces aquí? ¿Has venido por esto? - pregunta James con seriedad.
- En primer lugar, necesito el trabajo. Y en segundo lugar, necesitaba verte, saber cómo estás. No sabes todo lo que he pasado, mi vida ya no es la misma. Te necesito conmigo, te amo y sé que tú también me amas, aunque trates de ocultarlo. En tus ojos se ve la pureza y el amor que sientes por mí - digo con la voz quebrada, sintiendo que voy a llorar.
- Por favor, no sigas. No sigas con tus malditas mentiras, tus engaños. Tuviste sexo con tu profesor, eso es lo que querías. ¿Por qué vienes ahora y te haces la que sientes algo por mí cuando no es así? - dice James con los ojos llenos de dolor, rabia, pero sobre todo amor. Él me amaba, lo puedo sentir.
- Porque es la verdad, James. En aquel momento, yo era una niña llena de dudas, de prejuicios, llena de miedos y, sobre todo, llena de baja autoestima. Pensé que no podía enamorarme de ti, o peor aún, pensé que tú no podías enamorarte de mí. Creí que todo esto era solo un juego, creí que perderías tu trabajo, por eso decidí alejarme y decir que todo había sido una maldita apuesta, pero nunca fue así - digo desmoronándome y cayendo al suelo, con lágrimas en los ojos y el corazón en la mano.
Él se levanta rápidamente de su silla y corre hacia mí. Se sienta y comienza a abrazarme. Dios, cómo extrañaba sus manos. Ningún hombre me ha tocado como él lo hacía, y no puedo dejar de llorar. Por fin, puedo desahogarme de todo lo que he llevado durante tres años. Por fin, puedo decirlo todo, por fin puedo decirle la verdad.
Él levanta mi rostro y veo cómo las lágrimas brotan de sus ojos. Él limpia mis lágrimas y me besa, pero es un beso sin pasión, solo hay amor en medio.
Con su voz ronca, me dice:
- Te he estado esperando durante tres largos años, y ahora por fin has vuelto, estás aquí con la verdad de por medio. Pero...
Hace una pausa, sin saber cómo decirlo.
- ¿Pero?
- Pero mi mundo no dejó de girar, mi vida siguió su rumbo, conocí a otras personas, olvidé a otras. Aunque acepto que jamás pude olvidarte, siempre te llevo en mi mente, en mi alma, hasta que ella llegó.
Hace una pequeña pausa y continúa, y yo solo siento cómo mi corazón se quiebra.
- Rose Collins, en uno de mis tantos viajes a Londres, la conocí. Tratando de olvidarte, la conocí, y ella vino a poner mi mundo de cabeza. Me hizo entender que no puedo cambiar el pasado ni olvidar a nadie, simplemente guardarlos como un recuerdo - dice mientras se aleja de mí y crea distancia.
Yo solo puedo llorar.
- ¿La amas? - pregunto con la voz quebrada. - Respóndeme, ¿la amas como me amaste a mí? ¿La deseas como me deseaste a mí?
- No la amo como te amé a ti, no la deseo como te deseé a ti, pero ella será mi esposa - dice - y sé que con el tiempo aprenderé a amarla y desearla tanto o más de lo que te amé y te deseé a ti - continúa diciendo, como si no viera mi sufrimiento.
- ¿Te casarás con ella? - digo acercándome a donde él está.
- En un mes, ella será mi esposa, y sé que con el tiempo aprenderé a amarla y desearla tanto o más de lo que te amé y te deseé a ti - dice, como si no viera mi sufrimiento.
- Ifigenia - dice levantando mi mirada - Prometo que te superaré, que solo seré un recuerdo en tu vida, en tu cuerpo, en tu alma.