El profesor sustituto

Capítulo 7

 

 

La temperatura del exterior había comenzado a disminuir sorpresivamente. Diego llevaba más de diez minutos parado frente a las luces parpadeantes de la heladería, que en su ventana exterior contenía una hoja de papel barato, con los horarios de atención escritos en lápiz negro, pequeños carteles con los objetos que podías llevar contigo y los que no y a la derecha, había una alcancía construida con material de reciclaje, para que los clientes pudieran dejar sus propinas. Se frotaba las manos y las juntaba sobre su boca para darse calor. Ya estaba poniéndose un poco impaciente. Sus amigas estaban atrasadas por quince minutos.  En el mismo instante que daba la media vuelta para irse a su casa, sintió las voces únicas de las chicas, diciéndole que no podía irse y dejar la misión a medias.

-Lo siento, chicas. Creí que no iban a venir…

-Diego, tuve que mentirle a mi mamá diciéndole que iba a dormir en la casa de Carolina. Por suerte hoy es fin de semana y me creyó todo lo que le dije.

-Cuando terminemos con este maldito plan me iré a dormir y no voy a querer saber más del asunto. Carla les habló con voz de cansancio, debido a dos motivos: 1. Eran más de las doce y 2. Porque no estaba acostumbrada a trasnochar.

-Bueno. Entonces, ¿ya saben el plan? Yo intentaré distraerlo en la entrada y ustedes dos- dijo Bastián, señalando a Emilia y Carla simultáneamente- entrarán por el patio. Su casa, si mal no recuerdo, está a un par de cuadras más abajo del Banco central.  Bastián sacó una hoja de papel que tenía la dirección del profesor Bustamante. Estaba ubicada en el segundo piso de un edificio construido a base de ladrillo, con ventanas blancas y muy limpias, abiertas de par en par y en medio de estas, pudieron observar la presencia de un pequeño farol de fierro negro. Dieron unos pasos hacia la puerta principal y se miraron, para comprobar si lo que estaban a punto de hacer realmente valía la pena.

-A todo esto, ¿dónde conseguiste su dirección? – preguntó Emilia.

-Ventajas de ser el favorito del director- le respondió su amigo. Hace un par de días estaba en su oficina y me pidió que la cuidara por unos minutos. Al parecer tenía una llamada urgente. Cuando salió y me dejó solo, abrí uno de sus cajones del escritorio para buscar los expedientes de los profesores y encontré el suyo. ¿Listas para la acción?

-Eso creo. Por favor, traten de no hacer mucho ruido cuando vayamos subiendo las escaleras- les dijo Carolina. Acto seguido, los tres jóvenes avanzaron hacia el interior del edificio. Puesto que la casa del profesor no tenía patio, tuvieron que hacer un drástico cambio de planes: mientras que Diego lo distraía en la entrada, ellas buscarían la central eléctrica y cortarían la luz en toda la casa.

El departamento del profesor era el 319. Para llegar lo más rápido posible, tomaron el ascensor. Al abrirse las puertas de este, vieron salir al profesor Rodríguez, quien los miró muy sorprendido y les preguntó que estaban haciendo en su edificio.

-Vengo a visitar a mi tía, que está muy enferma y necesita que alguien la cuide. Los chicos me van a acompañar a verla- improvisó Emilia, sin ninguna muestra de inseguridad. Los chicos asintieron con la cabeza para hacer más creíble su respuesta. El profesor los miró con desconfianza, pero se despidió de ellos con un gesto rápido y siguió su camino hacia su departamento. Acababa de llegar de una cena express con sus amigos de la universidad y lo único que quería era llegar a su casa, apagar su teléfono y dormir un buen rato. Cuando llegó al tercer piso, el profesor Rodríguez sacó las llaves de su bolsillo y entró con cautela al departamento 319, sin la menor idea de lo que le iba a pasar en los próximos minutos.

-¿Y ahora que se supone que vamos a hacer?- les preguntó Carolina, en voz baja.

-Tendremos que inventar una mejor forma para llegar hasta su departamento. Tengo el plan perfecto, chicos- dijo Emilia con una sonrisa- Salgamos de aquí.

Cinco minutos más tarde, los tres estudiantes estaban frente a la central de electricidad. La habían identificado por el anuncio a su izquierda: Mucho cuidado. Pared eléctrica.

Tanto Diego como sus amigas estaban muy nerviosos, no porque estuvieran a punto de cortar la electricidad en todo el edificio, si no porque iba a ser muy complicado buscar alguna pista sobre la muerte del profesor Martínez, sin que Felipe Rodríguez se diera cuenta. Emilia bajó el interruptor más grande de la pared eléctrica y de inmediato pudieron oír diversos comentarios desde el resto de los departamentos del tercer piso, alegando no poder continuar viendo sus teleseries favoritas, estar muy enojados con la administración del edificio, entre otras cosas.

-Vamos, no hay tiempo que perder- dijo Diego, encendiendo la linterna de su teléfono para alumbrar el camino de sus amigas.  El departamento 319 estaba al final del pasillo, pero aún no se veía salir al profesor. Nadie sabía donde estaba.

-¿Están seguros de esto, chicos? Podemos irnos presos si los Carabineros nos atrapan.

-Tranquila Emilia, todo va a salir bien. Se quedaron en un rincón del tercer piso para ver el momento exacto en el que el profesor dejaba su departamento a la deriva de cualquier persona externa.

Transcurrieron cinco minutos antes de que los tres vieran salir al profesor Rodríguez desde el departamento 319. La puerta quedó semi abierta, a favor de ellos, por lo que pudieron entrar sin mayores dificultades. El departamento que estaban recorriendo les llamó la atención a primera vista, no porque fuera lujoso y ordenado, si no porque estaba lleno de fotografías a lo largo de su escritorio principal, en la cocina (rústica y con nada más que un horno, un hervidor y unos cuantos platos sobre la mesa), había además extraños objetos filosos y de origen desconocido. 



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En el texto hay: misterio, asesinato, venganza

Editado: 14.06.2020

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