Estambul había vuelto a la normalidad. No es que la paz estuviera a su cien por ciento pues en definitiva seguía habiendo escasos robos y asaltos, pero era algo que la policía podía controlar a la perfección. Hakan no se tenía que ocupar de ello, aunque su instinto algunas veces le hizo actuar como vigilante o lo denominado más como un justiciero, la autoridad le hizo entender que apreciaban su ayuda más no era necesaria, tenían todo bajo control.
Rápidamente Hakan se acostumbró a la rutina, se levantaba muy temprano para ducharse e ir a atender su local en el gran bazar.
—¿Te vas a ir sin darme un beso? —era lo que decía Zeynep todos los días. Hakan prefería dejarla dormir. Sabía por todo lo que había pasado ella, los leales y especialmente él; por lo que no se animaba a despertarla para avisarle que se iba al trabajo. Se merecía esos cinco minutos más de quedarse dormida, ya más tarde ella lo alcanzaría en el gran bazar después de haber dejado a la pequeña Valeria al colegio. Nombraron así a su pequeña hija en homenaje a quién les ayudó a poder tener esta pequeña, tranquila, pero increíble vida. A veces es necesario estar en caos durante más de cuatro años y enfrentarse a los inmortales para apreciar los pequeños detalles, agradecer la paz que genera despertarse para ir a trabajar y no para luchar con el fin de salvar tu Ciudad.
En cuanto Zeynep llega al local de Hakan, le ayuda a acomodar los productos y a limpiar un poco.
—No sé cuantas veces te lo he dicho ya, pero me gusta esta vida, me gusta que seas el hombre de mi vida y que al final cada sacrificio haya valido la pena para estar donde estamos. Te amo —dijo Zeynep y selló sus palabras con un tierno beso en los labios de Hakan. En el bazar se podía apreciar los distintos estilos de vida, desde los ancianos que siguen luchando por seguir adelante, hasta los más niños que tienen la esperanza de convertirse en el protector de la Ciudad, y no por el que tengan que matar inmortales, sino porque al final son la semilla de Estambul, ahora depende de ellos que se conviertan en hombres de bien para generar empleos, amor, paz, cualquier cosa positiva que fueran capaces de hacer y dar, ahora la camiseta la portaban ellos.
—Nos merecemos todo esto, para serte honesto Zeynep, hubo un momento en el que no pensaba otra cosa más que rendirme, en poder generar una tregua y heredarle esta responsabilidad a mis hijos, nietos. No veía luz al final del túnel. Sentía que estaba tan lejos de ella que me preguntaba si valía la pena un esfuerzo más; pero sé que ese era el camino fácil y Faysal ni otro inmortal jamás hubiera aceptado estar en paz.
Zeynep sólo estaba un par de horas en el bazar, pues después regresaría a casa, haciendo una pequeña escala para pasar por la pequeña Valeria y posteriormente preparar la comida y ayudarla con las tareas. Por lo que Hakan se quedaba ateniendo el local y cerraba un poco más tarde, de hecho era el local que cerraba antes que todos. Hakan no quería perderse ni un momento a lado de Zeynep y Valeria por estar trabajando o cualquier otra cuestión.
—¡Papi! ¿Me llevas al parque como me lo prometiste? —Dijo la pequeña Val en cuanto vio a su padre abrir la puerta y mientras corría para darle un gran abrazo.
—Claro, por eso he salido antes, para poder ir por un helado, si es que te has portado bien. ¿Se ha portado bien, cierto? —preguntó al final a Zeynep y ella con una sonrisa le respondió un sí.
—Entonces vamos —añadió Hakan y todo era miel sobre hojuelas. Es difícil dejar de recordar los momentos oscuros. Mientras caminaba Hakan se encontraba en su mente, ya tenía tiempo que había alcanzado la victoria sobre los inmortales y todavía no lo podía creer, es como si estuviera viviendo una utopía, y es que, Hakan es el único que recuerda realmente como fueron los inmortales. A Zeynep y los leales les tocó vivir la época negra de Faysal —así le llamaban al periodo que gobernó por mucho tiempo— Zeynep no recordaba la muerte de Burak, Levent, Leyla, entre los demás. La época donde Nisan casi gobierna Estambul jamás existió para ellos, pues Hakan se encargó de que muriera siglos atrás junto con su amado Harun.
Después de una hora de sana diversión era momento de volver a casa, Hakan le contaría un pequeño cuento a Val sobre como el gran protector de Estambul; Hakan Muhafiz, logró vencer a los temibles inmortales y así salvar a la Ciudad de un horripilante destino. Claro, esto no hubiera sido posible sin sus grandes aliados súper Zeynep y amigos. La pequeña Val estaba tan cansada, que sus parpados se cerraban antes de que alcanzara a llegar al final del cuento. Hakan la arropa y le da un beso en la frente, va al cuarto principal y le dice a Zeynep que hoy fue un gran día, que así fuera el último de su vida, no puede ser más feliz, se acomoda y cierra los ojos para esperar un nuevo día. Zeynep le interrumpe y le incita a besarla, a lo cual Hakan no se puede resistir.
Otro día llegó y para Hakan es exactamente igual que el anterior, se levanta temprano, se ducha, le da el beso que Zeynep le solicita y se encamina al gran bazar. Abre el local y momentos más tarde, cuando está atendiendo a un cliente, una persona llama su completa atención. Hakan le pide amablemente que espere un momento, deja de atenderlo y de un brinco sale corriendo para poder alcanzar a aquella persona que le quitó su tranquilidad, después de unos metros le toma del brazo para detenerla y que diera media vuelta.
—¿Leyla? —fue lo único que pudo decir Hakan al ver a aquella hermosa mujer.
Editado: 15.10.2020