La Lucha por Sobrevivir.
El techo de la base de Svalbard crujía con el sonido de metal retorciéndose. Trozos de concreto y nieve caían sobre el equipo. Kira reaccionó por puro instinto militar.
—¡Al pozo de acceso! ¡Es nuestra única ruta de escape! —gritó Kira.
Vance, sin dudarlo, se lanzó hacia el pozo vertical que llevaba al lecho marino, protegiendo el Pergamino de Metal con su cuerpo.
Ariadne, a pesar de su herida, se dirigió a una caja de herramientas mural, sacando unos dispositivos de anclaje de emergencia.
—El pozo está diseñado para resistir colapsos —explicó Ariadne—. Pero la escalera no. ¡Tenemos que bajar con cuerdas!
Usando sus reflejos, Kira disparó un gancho de agarre modificado (que Nido había diseñado) hacia la entrada del túnel, asegurando una línea de descenso. Mientras tanto, Vance usó su conocimiento de ingeniería para reasegurar la escotilla de metal que daba acceso al pozo, ganando unos segundos vitales.
El Plan de Inmersión.
El equipo descendió rápidamente por la línea, esquivando los restos que caían de la base colapsada. El ruido de la destrucción sobre ellos era ensordecedor.
Finalmente, llegaron a la base del pozo, una pequeña cámara sellada, a salvo del derrumbe.
—Hemos perdido nuestros skis y gran parte de nuestro equipo de superficie —dijo Kira, evaluando los daños.
—Pero no hemos perdido el tiempo —dijo Ariadne, señalando un pequeño submarino monoplaza anclado en la cámara.
—¡El vehículo de vigilancia de mi Orden! Está diseñado para inmersiones profundas y opera con un motor silencioso. El Protocolo de Cronos está a dos kilómetros de aquí.
Vance se preparó para la inmersión. —Kira y yo iremos en el submarino. El Pergamino y la Reliquia solo funcionan en la bóveda, y no podemos separarlos.
La Retaguardia Fría.
Ariadne se negó a ir. —Yo me quedaré aquí. Los mercenarios de Seraphina vendrán por este túnel una vez que el colapso haya cesado. Necesito asegurar la retaguardia y guiar su ascenso.
Kira lo aceptó a regañadientes. —Nido, dale a Ariadne el control de las comunicaciones. Tienes que darnos un aviso si Seraphina se acerca a la Bóveda Geotérmica.
Nido, desde el jet de asalto, respondió con preocupación. —Comprendido, Capitana. Y recuerde: use el pulso EMP si Cronos se activa. Es nuestra única esperanza.
Kira y Vance se pusieron el equipo de buceo y entraron en el submarino.
El Sello de la Bóveda.
La inmersión fue un descenso a la negrura absoluta. A 500 metros bajo el nivel del mar, solo los faros del submarino rompían la oscuridad del Ártico.
Vance pilotaba, sus ojos fijos en el sonar. El Pergamino de Metal se usaba como sistema de navegación, guiándolos por el lecho marino.
Finalmente, el sonar detectó un objeto enorme: la Bóveda Geotérmica. Era una cúpula de Oricalco que emitía un calor sutil, manteniendo la zona libre de hielo.
—Es el sello final del Cónclave —murmuró Vance, maravillado.
Aterrizaron el submarino junto a la bóveda. Kira y Vance salieron, el agua helada del Ártico no traspasaba sus trajes especializados.
Kira se acercó al sello de la cúpula. —Seraphina ya está aquí.
En la superficie del Oricalco, había marcas de soldadura recientes. El Fénix había intentado forzar la entrada, pero la tecnología del Cónclave había prevalecido.
Vance se acercó al sello de entrada, el lugar donde debía colocar el Pergamino de Metal. Justo cuando iba a abrir la bóveda, Kira lo detuvo.
—Espera, Elías. Estamos a menos de dos horas de Seraphina. Ella sabe que tenemos que abrir la bóveda. Esto es otra trampa.
Kira apuntó con su arma al único punto oscuro en el sedimento marino. La amenaza era invisible, pero su intuición le gritaba que el enfrentamiento final estaba a punto de comenzar.