Fuera de la Jaula.
Kira y Vance, con el Pergamino de Metal y el neutralizado Protocolo de Cronos asegurados, corrieron fuera de la sala de cerámico de basalto. El golpe del EMP había dejado a Seraphina momentáneamente paralizada por la rabia y la descarga de retroalimentación.
—¡Mi venganza! ¡Destruiste mi oportunidad! —gritó Seraphina, levantándose a duras penas.
Vance, cojeando por el golpe de Seraphina, se apoyó en Kira. —Esa mujer está loca. ¡Tenemos que salir de este nivel, Kira!
—¡Nido! ¡Necesito que nos abras una ruta de escape! —gritó Kira mientras arrastraba a Vance por el pasillo.
El Laberinto de Acero.
La alerta roja seguía resonando en la Base 7. El pulso EMP de Nido había desactivado el sistema de aislamiento de la sala, pero no la seguridad general de la fortaleza.
—Capitana, estoy tratando de redirigir los drones de patrulla de El Fénix lejos de su posición. Vayan a la escalera de servicio norte. Es la ruta menos vigilada —indicó Nido.
Kira y Vance se movieron con desesperación. Los mercenarios de El Fénix se acercaban por ambos extremos del pasillo.
Kira lanzó otra granada de humo denso, ganando la cobertura necesaria para llegar a la escalera de servicio. El humo se mezcló con el olor a aceite y metal caliente.
Mientras subían, Vance se recuperó lo suficiente para activar un micro-transmisor en su traje.
—Ariadne, el Protocolo está inactivo. Pero Seraphina nos sigue. Necesitamos un punto de extracción fuera de la Base 7.
—Ya estoy trabajando en eso, Profesor. ¡Pero no tienen mucho tiempo!
El Reencuentro con el Enemigo.
Al llegar al nivel de superficie, la acción fue caótica. Los mercenarios de El Fénix patrullaban la zona con rifles.
Kira y Vance se arrastraron por un conducto de ventilación que daba a un almacén. Justo cuando salían, escucharon la voz que temían.
—¡No irán a ninguna parte!
Seraphina y dos mercenarios bloquearon la única salida. Seraphina ya no estaba furiosa; su rostro era una máscara de fría determinación.
—Capitana, me han quitado mi dinero y mi tiempo. Pero no me quitarán la última oportunidad. El Protocolo se puede reactivar. Y tú serás mi esclava para hacerlo.
La Huida Acuática.
El enfrentamiento se centró en el almacén. Kira sabía que, con Vance herido, no podía ganar un tiroteo.
Ella lanzó una última granada de pulso de luz, cegando a los mercenarios y a Seraphina.
—¡Al muelle de carga! ¡Es nuestra única opción! —gritó Kira.
Kira tomó el Pergamino y el Protocolo y los ató a la espalda de Vance. —¡Tú proteges la historia!
Corrieron hacia el muelle de carga, una plataforma flotante donde se anclaban las embarcaciones de servicio.
Seraphina recuperó la visión y corrió tras ellos, gritando: —¡Atrápenlos! ¡Vivos!
Al llegar al muelle, Kira y Vance no vieron ninguna embarcación de La Vigilancia. Vieron el inmenso y helado Océano Pacífico.
—¡Salta, Capitana! —gritó Nido por el comunicador—. ¡No hay otra manera!
Kira no lo dudó. Ella tomó la mano de Vance.
—Agárrate fuerte, Elías.
Los dos saltaron de la plataforma hacia el océano, sumergiéndose en las aguas heladas. Los disparos de los mercenarios rasgaron la superficie detrás de ellos.
Justo cuando Seraphina y sus hombres llegaron al borde del muelle, una pequeña embarcación de alta velocidad, pilotada por Jafar (el piloto de Lena), rompió la superficie.
—¡Elías! ¡Kira! —gritó Jafar.
La Vigilancia se aferró a la esperanza mientras Seraphina y sus mercenarios los observaban, indefensos, perderse en la inmensidad del Pacífico.