El Proyecto De Las Plantas Muertas

Capítulo 2: La Noche del Proyecto

Casi al caer la noche, el sol se escondía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y morados. Mientras caminaba de regreso al colegio, mi mente estaba llena de pensamientos sobre el proyecto de arborización. Justo al entrar en el patio, me encontré con Max, quien también se dirigía al mismo lugar.

"¡Hey, Mason! ¿Listo para la acción?", me saludó con una sonrisa amplia.

"Sí, aunque un poco nervioso", admití. Mientras avanzábamos, noté un nuevo cartel al lado del de la arborización. Era un anuncio de la fiesta de disfraces de la promoción que se llevaría a cabo la mañana siguiente.

"¿Vas a ir a la fiesta?", le pregunté a Max, curioso.

"¡Por supuesto! Si hay chicas lindas, definitivamente estaré allí", respondió, guiñando un ojo.

"También estarán los de mi curso", le dije, sintiendo un poco de emoción al respecto. La idea de la fiesta me distraía, pero era el momento de concentrarnos en lo que teníamos por delante.

Entramos al colegio y nos dirigimos hacia el área donde plantaríamos. Solo éramos Emma, Max y yo. Al llegar, Emma nos explicó dónde cavar y cómo colocar las plantas correctamente. Su entusiasmo era contagioso.

"Vamos, solo hay que hacerlo con cuidado", nos animó, señalando los lugares marcados en el suelo. Comenzamos a trabajar, cavando con las palas que había traído. Mientras removíamos la tierra, el ambiente se llenaba de risas y comentarios.

Después de un rato, terminamos de plantar las primeras plantas. Emma sonrió satisfechamente. "¡Lo logramos! Ahora el lugar se verá mucho mejor."

Max se despidió de nosotros, prometiendo que iría a la fiesta. "No se olviden de divertirse, chicos", dijo mientras se alejaba, dejando a Emma y a mí en el tranquilo crepúsculo.

"Vamos, Mason, ya casi terminamos", me animó Emma. Completamos la tarea y, al final, nos dirigimos hacia nuestra casa. El camino era familiar, pero esa noche se sentía diferente.

Al llegar, saludamos a mi abuela y a mi mamá, quienes estaban en la cocina. "¿Cómo les fue?", preguntó mi madre, sonriendo al vernos.

"¡Genial! Plantamos varias plantas en el colegio", respondí, sintiendo un orgullo renovado.

"Eso suena maravilloso", dijo mi abuela, asintiendo con aprobación. La calidez del hogar me envolvió, y sentí que esa noche había sido solo el comienzo de algo especial.

Con el sol ya ocultándose, el aire fresco de la noche comenzaba a envolver el colegio. Miré a mi alrededor, sintiendo cómo la emoción crecía en mí. Al entrar en el patio, vi a varios estudiantes reunidos, algunos con palas y otros con plantas en las manos, listos para comenzar.

Emma y yo nos dirigimos a la zona designada. "Mira, ya hay más gente aquí", le dije, sintiendo un alivio al ver que no éramos los únicos. Ella sonrió, entusiasmada por la participación de otros.

Mientras nos preparábamos, escuché risas y conversaciones a nuestro alrededor. Max llegó poco después, con una pala en la mano y una gran sonrisa. "¡Listo para ensuciarnos las manos!", exclamó, mientras se unía a nosotros.

"Sí, solo espero que no hagas un desastre", bromeé, y todos reímos.

Emma nos mostró cómo cavar adecuadamente y dónde colocar las plantas. "Recuerden, hay que hacerlo con cuidado. Estas plantas necesitan amor", dijo, y su entusiasmo era contagioso.

Comenzamos a trabajar, el sonido de las palas golpeando la tierra resonaba en el silencio de la noche. Mientras cavábamos, intercambiamos historias y risas, y poco a poco, la tensión del día se desvanecía.

"¿Alguna vez pensaron en cómo se verá todo esto en unos años?", preguntó Max, mientras se agachaba para colocar una planta en el hoyo que acababa de excavar. "Imagina un bosque lleno de árboles".

"Sería increíble", respondí, sintiendo que la idea de plantar algo que crecería y florecería me llenaba de esperanza.

Después de un rato, el trabajo comenzó a dar frutos. Las plantas estaban en su lugar, y el área comenzó a transformarse. Emma se detuvo un momento, mirando a nuestro alrededor con satisfacción. "¡Lo estamos haciendo bien!"

Con cada planta que colocábamos, una sensación de logro crecía en mí. Era más que solo un proyecto escolar; era una oportunidad de contribuir a algo más grande.

Finalmente, cuando terminamos, el lugar lucía diferente. Las plantas estaban alineadas, listas para crecer y dar vida al entorno. Max se despidió, prometiendo que iba a la fiesta de disfraces al día siguiente.

Con Emma a mi lado, comenzamos el camino de regreso a casa, sintiendo que habíamos dejado una parte de nosotros en ese pequeño rincón del colegio. La noche estaba llena de promesas, y por primera vez, sentí que estaba listo para enfrentar lo que viniera.

Mientras caminábamos de regreso a casa, la noche se tornaba más oscura y tranquila. La luz de la luna iluminaba nuestro camino, y el aire fresco traía consigo un ligero aroma a tierra mojada. De repente, algo llamó mi atención en el borde de la acera: una pequeña caja musical.

Me agaché para recogerla. La caja estaba decorada con un árbol marchito pintado en la tapa. Al abrirla, comenzó a sonar una melodía suave y misteriosa, que parecía resonar en la noche. Emma se acercó, intrigada.

"¿Qué tienes ahí?", preguntó, inclinándose para mirar.

"Es una caja musical", respondí, sintiendo una extraña conexión con el objeto. En la parte inferior, vi una nota. La desdoblé y leí en voz alta: "Donación para el proyecto de arborización. Que este árbol crezca en los corazones de todos."

Emma frunció el ceño, pensativa. "Es un mensaje bonito, pero un poco extraño, ¿no crees? ¿Quién habría dejado esto aquí?"

"No lo sé, pero parece que alguien realmente se preocupa por el proyecto", dije, sintiendo una mezcla de curiosidad y misterio.

Decidí entregarle la caja a Emma. "Tú deberías quedártela. Tal vez nos inspire mientras trabajamos en el proyecto."

Ella sonrió, tomando la caja con delicadeza. "Gracias, Mason. La guardaré como un recuerdo de esta noche."




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