El Proyecto De Las Plantas Muertas

Capítulo 3: Un Nuevo Comienzo

El miércoles amaneció brillante y lleno de energía. Me desperté, me vestí rápidamente con mi uniforme y bajé a la cocina. El aroma del desayuno llenaba el aire, y mi madre había preparado tostadas y jugo de naranja.

Mientras comía, mis pensamientos giraban en torno al proyecto de arborización. Al terminar, fui a buscar a Emma. "¿Estás lista? Si no nos apuramos, llegaremos tarde", le dije, notando que aún estaba en su habitación.

"¡Sí, ya voy!", respondió, apresurándose a salir. Finalmente, salimos juntos de casa, cruzando la calle hacia el colegio.

Una vez en la escuela, Emma se despidió y se dirigió a su curso. Yo fui al mío, donde las conversaciones sobre la fiesta de disfraces y el proyecto llenaban el aire. Al entrar, vi a Ryan y me saludó con una sonrisa.

"¿Te uniste al proyecto de arborización?", me preguntó, curioso.

"Lo haré más tarde, solo tengo que firmar un papel", le respondí. Justo en ese momento, una chica de mi clase se acercó a mí.

"Oye, ¿eres parte del proyecto?", preguntó con interés.

"Sí, lo soy", respondí, sintiendo que la curiosidad de los demás comenzaba a crecer.

"¿Y cómo puedo unirme?", continuó.

"Solo necesitas firmar un papel, creo", le dije, tratando de recordar los detalles.

Me miró raro, como si no estuviera del todo convencida. "¿Y tú cómo te llamas?", preguntó.

"Mason", respondí, sintiéndome un poco incómodo.

"Encantada, Mason. ¿Podrías darme tu número?", me pidió, y yo asentí.

"Claro, pero primero, ¿cómo te llamas?", le pregunté, intentando mantener la conversación ligera.

"Soy Clara", dijo con una sonrisa.

Justo en ese momento, el timbre sonó, anunciando el final de la clase y la salida. "Parece que tenemos que irnos", dijo Clara, mirando su reloj.

"Sí, nos vemos luego", le respondí, sintiendo una mezcla de sorpresa y emoción. Mientras todos salíamos del aula, mi mente giraba con la idea de que ese día podría ser más interesante de lo que esperaba.

Después de las clases, me quedé esperando a Emma en la entrada del colegio. El sol comenzaba a descender, y la tarde se sentía tranquila. Cuando finalmente la vi salir, sonreí y caminamos juntos hacia casa, como siempre.

Al llegar, entramos y encontramos a nuestro padre sentado en la mesa con su computadora portátil. "Hola, chicos", dijo sin apartar la vista de la pantalla. Mi madre y mi abuela salieron a la calle, tal vez para hacer algunas compras o dar un paseo.

Mientras nos acomodábamos en la sala, le empecé a hablar a Emma sobre Clara. "Ella parece interesada en unirse al proyecto. Me pidió mi número", le conté, notando que su expresión cambiaba entre curiosidad y sorpresa.

De repente, la electricidad se cortó, y la casa se sumió en la oscuridad. "Oh no, ¿en serio?", exclamé, sintiendo cómo la atmósfera se volvía más inquietante.

"¿Ves? Parece que no hay luz esta noche", le dije a Emma, mirando por la ventana. Las calles estaban vacías y silenciosas.

Ella soltó una risa suave, tratando de aliviar la tensión. Pero luego su expresión cambió. "¡Oh no! Olvidé regar mis plantas", dijo con preocupación. "Tengo que ir a hacerlo."

"Está muy oscuro", le respondí, sintiendo que era arriesgado salir así.

"No pasa nada", dijo con determinación. Tomó su celular, encendió la linterna y se preparó para salir. "Tendré cuidado."

"Emma, espera", le dije, sintiéndome un poco inquieto. "Ten cuidado, de verdad."

"Lo haré", prometió, y salió a la calle, dejando que la luz de su celular iluminara su camino. La vi alejarse, sintiendo una mezcla de preocupación y admiración por su valentía.

Mientras esperaba su regreso, la oscuridad de la casa me envolvía, pero también me daba un momento de reflexión. Sabía que esa noche tenía el potencial de ser especial, y esperaba que todo saliera bien.

Pasaron varias horas desde que Emma salió, y la preocupación se apoderó de mí. La casa estaba sumida en un silencio inquietante, y la oscuridad parecía volverse más densa con cada minuto que pasaba. Miré hacia la puerta, esperando escuchar su voz, pero solo había un eco de mis propios pensamientos.

"Papá", llamé, pero él no respondió. Estaba absorto en su trabajo, y la pantalla de su computadora iluminaba su rostro, que parecía distante. Sin poder esperar más, decidí encender la luz de mi celular y salir a buscarla.

Al abrir la puerta, el aire frío de la noche me golpeó de inmediato. Las calles estaban envueltas en una penumbra inquietante. La luz de mi celular apenas iluminaba el camino, y cada paso que daba parecía hacer que la oscuridad se volviera más densa, como si estuviera caminando hacia un abismo.

A medida que avanzaba, sentí unas gotas frías en mi espalda. Miré hacia arriba y noté que estaba lloviendo, pero no era una lluvia normal. Las gotas eran heladas, como si vinieran de un lugar sombrío, y me hicieron estremecer. La sensación de frío calaba en mis huesos, y el viento susurraba entre los árboles, creando sonidos que parecían murmullos lejanos.

De repente, un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí que algo me seguía, una presencia invisible que acechaba en la oscuridad. Aceleré el paso, mi corazón latiendo con fuerza, sintiendo que la noche se cerraba a mi alrededor. Cada sombra parecía alargarse, y los árboles se convertían en figuras amenazadoras.

Corrí, cada paso resonando en la soledad de la calle. Mis pensamientos se centraban en Emma y en lo que podría haberle pasado. La incertidumbre me consumía, y la idea de que pudiera estar en peligro me llenaba de terror.

Finalmente, vi una luz parpadeante al final de una calle. Me acerqué, la esperanza llenando mi pecho. Al llegar, me di cuenta de que era el celular de Emma, tirado en el suelo. Mi corazón se hundió al ver su pantalla iluminada, pero no había rastro de ella. La angustia me invadió.

"Emma", llamé, mi voz resonando en la oscuridad. No hubo respuesta. Solo el murmullo del viento y el repiqueteo de la lluvia. La sensación de ser observado se intensificó, como si la oscuridad misma estuviera esperando algo.




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