El Proyecto De Las Plantas Muertas

Capítulo 4: Un Nuevo Día

La luz del día se filtraba a través de las cortinas cuando finalmente desperté. Me senté de golpe, confundido, al darme cuenta de que había pasado la noche en el sofá. Miré el reloj y vi que ya era hora de ir al colegio. La preocupación por Emma seguía pesando en mi mente.

Al salir de casa, noté a un hombre en la entrada de la escuela, llorando desconsoladamente. Su rostro estaba lleno de angustia mientras repetía: "¡No aparece desde anoche! ¡No sé dónde está mi hijo!" Su desesperación resonaba en el aire, añadiendo un peso aún mayor a mi inquietud.

Al llegar al colegio, el bullicio habitual de los estudiantes brillaba por su ausencia. La entrada estaba desierta, y un escalofrío recorrió mi espalda. Miré a mi alrededor, sintiendo que algo no estaba bien. "¿Dónde está todo el mundo?", murmuré, la inquietud creciendo dentro de mí.

Decidí dirigirme al jardín, donde siempre se sentía más viva. Pero al llegar, el panorama era desolador. Las plantas y los árboles del proyecto de arborización estaban rotos y marchitos. Las hojas colgaban muertas, y el suelo estaba cubierto de ramas secas. La ausencia de Emma se hacía aún más palpable en medio de esa devastación.

Me agaché para tocar una de las plantas marchitas, sintiendo una pesada tristeza. "Emma", llamé, mi voz resonando en el silencio. No hubo respuesta, solo el crujir de las ramas bajo mis pies. La desolación del jardín reflejaba mi creciente desesperación.

Decidí avanzar hacia los cursos. Al pasar junto a las ventanas, noté que algunos compañeros se asomaban, mirándome con caras de miedo y confusión. Se escondían, como si temieran ser vistos. La inquietud me invadió, y una sensación de urgencia me llevó a subir las escaleras.

Al llegar al aula de Emma, el corazón me dio un vuelco. Dentro, solo estaban los uniformes tirados en el suelo, formando un caos de telas. La clase estaba vacía, y el silencio era abrumador. Corrí hacia mi propio curso, pero el panorama era el mismo: uniformes desordenados, pupitres vacíos.

En una esquina, vi a Ryan, asustado, acurrucado. Me acerqué rápidamente a él. "¿Qué pasa?", le pregunté, la ansiedad apretando mi pecho.

"No hay nadie", dijo, su voz temblorosa. "Algo está pasando. Tienen que ocultarse, porque la oscuridad ya viene."

Mis manos temblaban mientras absorbía sus palabras. La sensación de que algo terrible estaba ocurriendo se hacía más intensa. "¿Qué quieres decir con 'la oscuridad'?", pregunté, sintiendo que el miedo se apoderaba de mí.

"No lo sé, pero hay algo en el aire", respondió Ryan, mirando por la ventana, como si temiera que algo pudiera acercarse. "No podemos quedarnos aquí. Debemos encontrar a los demás y escondernos."

Asentí, el corazón latiendo con fuerza. La desesperación por encontrar a Emma y la creciente sensación de peligro me empujaron a actuar. Juntos, decidimos salir del aula, sabiendo que debíamos averiguar qué estaba sucediendo. La oscuridad que temía no solo era física; había algo más profundo que nos acechaba, y debía enfrentarlo.

"¡Rápido, escóndete debajo del escritorio del profesor!", le dije a Ryan, sintiendo que el miedo nos envolvía. Ambos nos metimos en el pequeño espacio, el corazón latiendo con fuerza en el silencio abrumador del aula vacía.

Con el tiempo, la luz del día se desvaneció, y una oscuridad profunda se apoderó de la escuela. Sin luna, no se veía nada. La atmósfera se volvió opresiva, y la ansiedad se asentó en mi pecho.

Después de un rato, rompí el silencio. "¿Por qué hay tantos uniformes tirados?", pregunté, mirando los restos de la clase.

Ryan, con la voz temblorosa, respondió: "En eso los convirtió...". Su mirada estaba llena de terror.

Mientras trataba de procesar sus palabras, recordé cómo, al subir, había visto las plantas rotas y a los compañeros asomándose por las ventanas, con caras pálidas y asustadas. "Vi a otros mirándonos desde afuera. ¿Qué está pasando aquí?", le pregunté, sintiendo que mis preguntas se acumulaban.

"No lo sé", admitió Ryan, "pero tenemos que escondernos. Esto no es normal." Su voz se apagó mientras la oscuridad se hacía aún más densa.

"Ya está totalmente oscuro", dijo, mirando a su alrededor. "Apaga tu luz."

Obedecí y la luz se extinguió, sumiéndonos en una negrura absoluta. No podíamos ver nada, ni siquiera nuestras manos. El silencio era ensordecedor, y la sensación de vulnerabilidad se intensificaba.

De repente, desde el fondo del aula, escuchamos una suave voz. "Chicos, ¿por qué se esconden? Se perderán la fiesta", decía una voz familiar.

"Es Clara", susurré, sintiendo un rayo de esperanza, pero Ryan pareció aún más asustado.

"No la escuches", me advirtió, su voz temblorosa. Pero antes de que pudiera decir más, la música empezó a sonar suavemente, llenando el aire con un ritmo pegajoso.

Abrí los ojos, y allí estaba Clara, viéndonos con una máscara de gato. "¡Vamos, es hora de la fiesta!", exclamó con una sonrisa brillante.

Me levanté, confundido. "Pero... ¿no ves la oscuridad que hay? ¿Qué pasó?", le pregunté, sintiendo que algo no encajaba.

"¿Qué oscuridad?", respondió, como si nada de eso importara. "Es norma. No hay nada de qué preocuparse." Luego, nos ofreció a Ryan y a mí unas máscaras. "Pónganse esto. ¡Vengan a disfrutar!"

A pesar de mis dudas, la música y el ambiente festivo parecían arrastrarnos. Miré a Ryan, quien aún parecía indeciso, pero finalmente asintió. Nos pusimos las máscaras y, con un nudo en el estómago, seguimos a Clara hacia la fiesta.

Al entrar al gran salón, todos estaban allí, como si nada estuviera mal. Risas, luces y música llenaban el aire, y por un momento, el miedo se desvaneció. Pero en el fondo de mi mente, la inquietud persistía. ¿Qué había realmente sucedido? ¿Era todo parte de un extraño juego?

Mientras me unía a la celebración, no podía evitar sentir que la verdadera oscuridad aún acechaba, esperando el momento perfecto para revelarse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.