La atmósfera en el colegio se sentía cada vez más opresiva mientras Ryan y yo descendíamos hacia el jardín. Las luces parpadeantes apenas iluminaban el camino, y el eco de nuestros pasos resonaba en el silencio inquietante. Cada sombra parecía tener vida propia, y una sensación de ser observados nos envolvía.
“¿Sientes eso?”, le pregunté a Ryan, tratando de comprender la creciente inquietud que me invadía.
“Sí”, respondió, su voz temblando. “Es como si algo nos estuviera esperando.”
Al llegar al último peldaño, un fuerte golpe resonó detrás de nosotros. Nos detuvimos, mirándonos con miedo. “¿Qué fue eso?”, murmuré, pero no había nada más que el eco de nuestro propio temor.
“Vamos, no podemos quedarnos aquí”, dijo Ryan, intentando mantener la calma. A pesar de su valentía, podía ver que él también estaba asustado.
Descendimos hacia el jardín, pero al cruzar el umbral, una brisa helada nos envolvió. “¿Por qué hace tanto frío?”, pregunté, sintiéndome incómodo.
“Tal vez porque ya es de noche”, sugirió Ryan, aunque su voz revelaba más dudas que certezas. Era como si el propio lugar estuviera vivo, y la oscuridad comenzara a devorarlo todo.
De repente, un susurro helado atravesó el aire. “Mason... Ryan...” La voz era suave, casi seductora, pero había un tono amenazador que me hizo estremecer.
“¿Qué fue eso?”, pregunté, retrocediendo un paso.
“Creo que debemos irnos”, dijo Ryan, su rostro pálido. Pero antes de que pudiera responder, de pronto sentí que algo nos separaba. “¡No, espera!”, grité, pero él ya se estaba alejando hacia el oscuro pasillo.
“Ryan, ¡no te vayas!”, grité, pero mi voz se perdió en la negrura. El pánico se apoderó de mí mientras veía cómo su figura se desvanecía, atrapada por las sombras. “¡Ryan!”
La angustia me llenó mientras avanzaba hacia el jardín, cada paso resonando en el silencio inquietante. Allí, la oscuridad era aún más densa, como si intentara devorarme. Las plantas se mecían, sus hojas susurrando secretos que no podía entender.
“Mason...” La voz de Ryan resonó nuevamente, pero era un eco distante, como si viniera de un lugar remoto. “Mason, ayúdame...”
“¿Dónde estás? ¡Ryan!”, grité, desesperado, pero la oscuridad parecía tragarse mis palabras. Cada sombra parecía moverse, y el aire se volvía más pesado con cada segundo que pasaba.
De repente, una figura emergió de las sombras. Me detuve en seco, el corazón en la garganta. Era una silueta indistinta que se movía de manera extraña. “¿Ryan?”, pregunté, pero al acercarme, la figura se desvaneció en la negrura.
“Mason...” La voz de Ryan sonó nuevamente, más cerca, pero distorsionada. “No mires... no te acerques a ella...”
“¿A quién?” grité, sintiendo que la locura me invadía. “¿Dónde estás?”
El aire se volvió denso, y las sombras parecían cerrarse a mi alrededor. Las plantas comenzaron a moverse, y un profundo miedo se apoderó de mí. “Mason, ¡escóndete!” gritó Ryan desde algún lugar en la oscuridad. “¡Corre!”
Sin pensarlo, di la vuelta y corrí hacia el edificio, el corazón latiendo desbocado. La oscuridad me perseguía, como si las sombras quisieran atraparme en su abrazo helado. Mis propios ecos resonaban en mi cabeza, mezclándose con los susurros inquietantes que me rodeaban.
Al llegar a la entrada del colegio, me detuve de golpe, buscando a Ryan. “¡Ryan, ven aquí!”, grité, pero solo el silencio respondió. La tensión era insoportable, y la sensación de que algo maligno acechaba en las sombras era abrumadora.
La promesa de encontrar a mi amigo me llenó de determinación. “No te dejaré”, murmuré para mí mismo. Con un profundo suspiro, me adentré nuevamente en la oscuridad, decidido a enfrentar lo desconocido y a desentrañar el misterio que nos envolvía.
La oscuridad me envolvía mientras corría hacia el jardín, cada paso resonando como un eco en mi mente. Sentía que las sombras se alargaban a mi alrededor, como si intentaran atraparme en su abrazo helado. “¡Ryan!”, seguía gritando, pero la respuesta era solo el silencio que se extendía como una niebla espesa.
Al llegar al jardín, me detuve en seco. La vista era aterradora. Los árboles que antes parecían inofensivos ahora estaban distorsionados, sus troncos retorcidos como si sufrieran. Las hojas, normalmente verdes y vibrantes, estaban cubiertas de un manto oscuro y pegajoso. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras miraba más de cerca.
Las raíces de los árboles emergían del suelo, como si intentaran escapar, y algo aún más perturbador comenzó a suceder. De repente, vi que un líquido rojo, espeso y oscuro, comenzaba a brotar de las heridas en los troncos. Era como si los árboles estuvieran sangrando, y el suelo se manchaba con un charco de sangre fresca.
Un grito desgarrador resonó en mi mente: “¡Mason!” Era Ryan, y su voz estaba cargada de desesperación. “¡Ayúdame!”
Sin pensar, corrí hacia el sonido, pero cada paso se sentía como si el suelo intentara retenerme. La sangre de los árboles se derramaba, y el horror de la escena me llenaba de una angustia indescriptible. “¡Ryan, estoy aquí!” grité, pero mi voz se perdía en el aire pesado.
A medida que avanzaba, las sombras parecían cobrar vida. Las ramas de los árboles se movían con un aire siniestro, como si intentaran alcanzarme. La brisa fría se convirtió en un viento helado que susurraba mis miedos más profundos. “No mires atrás”, repetía en mi mente, pero la curiosidad y el terror me empujaban hacia adelante.
El jardín, que antes había sido un refugio de tranquilidad, se había transformado en un escenario de pesadilla. La sangre brotaba con más fuerza, formando caminos oscuros que serpenteaban entre las plantas. Miré hacia abajo y vi que mis zapatos se manchaban, el líquido caliente y espeso impregnando mis pies. El horror de lo que estaba ocurriendo me paralizó.
“¡Mason, ven rápido!” La voz de Ryan sonó una vez más, más cerca que antes. “¡No mires a los árboles!”