El motor del auto me indica que hay algo mal, solo espero que este cacharro no se pare antes de llegar al reformatorio. Este lugar cada vez parece más lejos, como oculto, como si la intención fuera mantenerlo lejos del resto del mundo. Otro salto me dice que avanzo cada vez menos — ¡Solo tienes cinco años de uso! —Un psicólogo hablando con un auto la clara demostración de la salud mental, debí haber sabido que el vendedor me mentía apenas noté que cada pocos segundos miraba al piso, al menos sé que disfrutará con culpa mí dinero. Esto me pasa por comprar cosas en rebaja, pero el salario de un psicólogo recién graduado no da para más.
Al fin veo una señal de mi destino, las enormes hileras de pinos abren paso a un alto portón de acero negro, con detalles de óxido en sus bordes, “Reformatorio Chester”, puede leerse en su centro. Puedo ver a mi padre esperándome para abrir las puertas que dejan pasar mi coche, tengo suerte de que me consiguiese este trabajo, la paga es buena y puedo pasar tiempo con él. Soy todo lo que tiene y él es todo lo que tengo.
—Bienvenido hijo —me dice mi padre con un fuerte abrazo una vez bajo del coche.
Llevo casi un año sin verlo, el último año de la universidad consumió todo mi tiempo, pero ahora al fin estaremos juntos.
—Señor James es un placer tenerlo con nosotros —se acerca a nosotros el director, mi nuevo jefe, estrechándome la mano.
—Señor Chester, es un placer verlo nuevamente. —respondo cortésmente
Lo conocí hace un par de días, mi padre me llamó para informarme de la disponibilidad del puesto. Nos encontramos en un café del pueblo que se encuentra a unas horas para discutir las formalidades del trabajo, me pareció curioso que no quisiese que nos encontrásemos en reformatorio.
Pose erguida, hombros rectos, su lenguaje corporal no me gustaba entonces y sigue sin gustarme ahora. Se nota que le incomoda que pueda mantenerle el contacto visual fijo y sin bajar la mirada. La sonrisa en su rostro es más falsa que la marca de mis zapatos, cualquiera creería que debía estar feliz por tener un nuevo empleado, tal vez no confía en mi poca experiencia.
—Señor James permítame mostrarle la institución —me ofrece, yo solo asiento y lo sigo.
Mi padre también nos acompaña a unos pocos pasos. El interior es un poco más acogedor, pero su descuidado aspecto refleja el poco presupuesto que reciben instituciones públicas como esta. El gran edificio de divide en dos alas, en el ala derecha o ala este, en el primer piso departamentos por asignaturas impartidas, su oficina, y un puesto de salud de urgencias con una pequeño local que será el mío.
En el segundo piso del ala están las aulas, según los niveles de estudio, y el tercero está en reparación desde que se fundó el lugar y no es utilizado. Su entrada la bloquean dos grandes puertas de madera. La advertencia entrar ahí me llega de una forma amenazadora y seria, que me hace preguntarme si solo es por el peligro que representa para mí ignorarla.
—En este tipo de institución permanecen alumnos huérfanos y otros con problemas de conducta. Aquí les damos un hogar, una educación y una atención que no obtendrán en ningún lugar. Todos van de los 15 a los 21 años, al cumplir el límite de edad se les ofrece un trabajo y se les permite la estancia. —me explica él
—Es un sitio excepcional, —demasiado bueno para ser verdad.
El ala izquierda u oeste, es donde se encuentran las habitaciones. Este lado del lugar parece más viejo y descuidado, el director me explica que esperan una gran suma de sus inversores para repararlos, pero sus palabras están cargadas de dudas.
Por ser el último miembro en llegar me toca una de las dos habitaciones dispuestas al final del tercer piso. Tengo una cama con un colchón duro y un escritorio de pared, soy un iluso por esperar más. Todas las habitaciones tienen acceso a un pequeño baño, al menos vivir o sobrevivir se puede.
Bajamos y caminamos hacia la parte detrás del vestíbulo donde está el comedor y escaleras más abajo la cocina.
El lugar cuenta con dos patios para recreación de los alumnos en su tiempo libre. Que era el tiempo donde más trabajaría yo, así que me recomendó estar en ellos durante esos horarios.
Al lado de estos un pequeño garaje donde iba a permanecer mi auto junto con los del personal. Todas mis salidas debían ser autorizadas por él y yo dispondría de un día libre por semana. Diez metros después el gimnasio escolar y detrás unas ruinas, a las que me pide que no me acercara si valoraba mi vida, aunque no con el mismo tono que me privó del tercer piso.
—Bueno, hasta aquí el recorrido. —el paseo termina justo en frente de su oficina. —Espero que su estancia sea agradable y venga a verme con cualquier —no creo que lo último lo diga en serio.
Después de desempacar y darle un toque familiar a aquellas cuatro paredes bajo a caminar un rato por los patios. La atmosfera del aire en esta temporada es fría y gris. Los chicos están bastante tranquilos aunque, observo a un grupo que discuten y espero que no sean mi primer trabajo. Una sonrisa sale de mis labios al ver destilada tanta inocencia.
Mi atención se desvía a ella. Apartada de todos está, sentada solitaria en un banco, una pálida y descuidada chica de cabellos negros y ojos azabaches, muy concentrados en su libro. Una delgada figura que debe tener por su nivel de desarrollo de unos desciseis o diecisiete años a la vista, ese tono de piel y su peso me parecen preocupantes para su salud. Era hermosa, así como tranquila y transparente. Me quedo admirando su tranquilidad y su belleza hasta que mis lógicos pensamientos me despiertan — Es una alumna, —. Subo y termino de arreglar mis cosas en la oficina y en el mini-consultorio.
Dos minutos después mi tranquilidad se frustra por una ruptura de brazo de un chico de unos quince años. El anterior médico no dejó registros de nada así que tengo bastante trabajo para empezar. Pero es mi primer día así que lo dejaré para mañana, mientas voy a guardar mi coche. Camino distraído por los pasillos, el estilo de vida de estos niños es algo que me intriga. Un golpe brusco casi me tira al suelo, he chocado con algo o más bien con alguien.