No será muy fácil ayudarla si sigue siendo tan cerrada. Me ha evadido la mayoría de las veces que me acercado para hablar con ella, la conversación no pasa de un simple hola o un buenas noches. Espero que mi insistencia sirva para algo, quisiera entenderla, saber porque se aleja tanto de los demás, de mí.
Yo también he cogido la costumbre de ir a las ruinas en busca de libros, sé que es peligroso pero aquí no hay mucho en que entretenerse aparte de proteger el dispensario. Me he enterado que algunos chicos han utilizado las pastillas que les di para dolores para sedar a sus maestros en par de ocasiones, novatadas inocentes, pero no puedo permitirlas, así que ahora la pastilla se traga frente a mí y después les reviso la boca para en caso que la hayan escondido.
Mantengo vigilado a Chester cada vez que puedo, cada vez me parece más que el tercer piso no está abandonado, algo turbio ocurre en ese lugar, pero mi padre tiene razón, necesito pruebas. A él intento no juzgarlo tan fuertemente, aunque me molesta su falta de confianza.
Las pesadillas de ella continúan y no puedo resistir el impulso de ir al rescate, pero a pesar de mis actos de caballerosidad aun no parece que haya ganado su confianza. A lo mejor es hora de dar el primer paso.
—Hola Amy —digo sentándome junto a ella en uno de los bancos del patio. Me mira seriamente, con cara de pocos amigos, y vuelve a concentrarse en su libro. — ¿De qué trata ese libro?
—Le podría decir si me dejase leerlo —responde tajante sin levantar la mirada.
Pedirme que me vaya sería más sutil.
—Solo quiero ser tu amigo —parece que camino en un risco al intentar hablar con ella, un paso en falso y nunca podré ganarme su confianza
— ¿Y quién le dijo que yo quiero que sea mi amigo?
—Es que siempre andas sola —señalo, la interacción social es muy importante en el desarrollo de los individuos.
—Me gusta estar sola y no es muy fácil con Usted rondando —son bien directas sus indirectas.
—Disculpa entonces. Pensé que podría ayudarte a ser más extrovertida
—No necesito su ayuda —ya está a la defensiva, otra vez.
— ¿Por qué eres tan despectiva?
— ¿Por qué usted es tan metiche? —cierra el libro de un golpe.
Necesito una excusa más real que pura curiosidad.
—Porque tú eres una alumna y mi trabajo es preocuparme por la salud mental y física de todos ustedes.
— ¡Yupi! Un médico preocupado —dice con ironía —Bueno, ya que le gusta tanto su trabajo váyase a ayudar a otro estudiante
—Sabes que esa agresividad es señal de que necesitas hablar con alguien.
— ¡No me diga! —contesta sarcástica
—Si le digo —respondo de la misma forma, ya incómodo con su tono.
Suena la campana y ella se levanta, feliz de la vida de tener una excusa para evadirme. Pero no se ha dado cuenta de algo, que accidentalmente se lleva mi pañuelo en sus libros.
(…)
Al fin puedo escapar de él. Subo a prisa las escaleras hacia el salón de clase, paso en silencio al interior del salón pero nadie me mira, todos conversan entre sí. ¿Por qué ellos no sienten lo mismo que yo? ¿Por qué se sienten seguros?
—Oh, llegó la rara —escucho que dice uno de los chicos de la mesa del frente.
Finjo que no oigo sus comentarios despectivos, y mantengo mi mirada en los libros. No debo dejar que me provoquen, o esto puede acabar mal.
—No la molestes, ella solo habla con los mayores, a lo mayores anda buscando que la adopten o casarse. —dice una chica a sus espaldas.
—“Deberías golpearla” —dice la voz en mi cabeza —“así no te molestarían tanto”
—El medico está demasiado guapo para fiarse en esa cosa. —la chica avanza hacia ella —Ves, ¿Quién se fijaría en eso? —se rie de forma ruidosa. —Es patética.
Soy más madura que ella, se reconocer una ofensa estúpida.
—A lo mejor por eso sus padres la dejaron aquí.
— “¿Vas a dejarlo pasar? —repite ella e intento no hacer caso.
Sus impulsos son malvados, pero mi contrincante se está metiendo en un terreno peligroso, puedo sentir mi sangre empezando a ebullir. —“solo mátala” —Su amiga me rodea por la espalda.
— ¡Mami, papi! —su imitación es absurda —por eso te tuvieron que cambiar al tercer piso. Porque eres una cobarde que aun clama por sus padres.
Siento la fuerza de mi interior bajar a mi brazo que se mueva autómata hacia su cuello, la pego en la pared con violencia apretando su piel.
—“Apriétala mas. Desgarra su piel. Divide su cuerpo”
No tengo el control, lo tiene ella. Observo como la chica a duras penas lleva aire a sus pulmones, intenta apartarme pero soy más fuertes, sus compañeros solo nos observan sin saber si intervenir.
— ¡Que pasa aquí! —grita la profesora al vernos.
Recupero el control, aflojo mi agarre y ella lleva las manos a su cuello para recuperar el aliento.
— ¡Esta loca me atacó! —ella me señala.
¿Qué? Eso no fue lo que pasó.
—Maestra yo no —hace una seña para que me calle —Ella…
—Sal del aula Amy —me interrumpe mientras señala la puerta.
Molesta obedezco, esto no es mi culpa, nunca es mi culpa. Golpeo la pared, pero no debí hacerlo. Mis nudillos están enrojecidos, duelen. ¿Por qué cuando está ella no duele, pero cuando soy yo sí? Odio esto, odio mi vida.
Debería ir a que me viesen esto, pero dios, no quiero verlo. Quiero que se aleje como los otros, que me deje en paz, no soy su problema, no soy el problema de nadie.
Camino hacia el patio, por lo menos aquí podré leer tranquila, la verdad lo prefiero a esa estúpida clase. Que deseos de por largarme de aquí, pero sé que no pasará, al menos no conmigo.
La campana suena, un recordatorio de que la paz a acabado y todos pueden salir a los patios. Mejor me largo a mi habitación , no quiero más problemas por hoy.
Voy a subir las escaleras cuando una voz me frena.