El psicólogo incompetente

Capítulo 6 ?

—Hola —saludo a la mujer rubia tras el escritorio.

Me adentro en la nostálgica oficina, no me gustan sus tonos grises escasos de emoción. Puedo deducir que es unos años mayor que yo pero no mucho. Ella se levanta para extender su mano con formalismos. Casi choco con la larga manga que llega hasta su mano, y el crucifijo en su cuello cuelga por el recatado escote. 

—Buenos días en que puedo ayudarle, me responde con una sonrisa.

Por su atuendo y su comportamiento puedo deducir que es una mujer seria, recatada y al parecer muy religiosa. Mediré mis palabras para no ofenderla.

— ¿Es usted el nuevo médico, verdad?

—Sí, no he tenido el placer de conocerla, señorita…

—Señorita Ann. ¿Pero que le trae por aquí? 

Por lo que he notado el profesorado no suele intercambiar entre ellos ni con otras personas. Comen solos y se marchan solos. Solo rostros serios, me parece que ellos saben algo, cada vez que me acerco a alguien se aleja.

—Una alumna, Amy Lee —ella abre los ojos como platos al oir el nombre.

— ¿Algún problema con la señorita Lee? —suena temerosa.

—Tuvo una pelea ayer con una chica…

—Ambas están castigadas. No se permiten ese tipo de comportamientos aquí. La disciplina es primordial para poder controlarlos.

— ¿Castigadas? ¿Castigada cómo? 

Ahora que lo pienso, no he visto a ninguna de las dos chicas por los pasillos, ni he escuchado gritar a Amy con sus pesadillas.

—Eso no le incumbe. 

¿Qué no me incumbe?

— ¿Disculpe? 

—Usted no es un miembro de nuestra organización por lo cual ciertas informaciones le son limitadas. —explica con tanta calma que da miedo.

— ¿Organización?

—Este colegio forma parte de varias instituciones de la iglesia. Solo límites a hacer tu trabajo.

Intento no parecer ofendido, pero la sangre me hierve en las venas.

—No se preocupe, las chicas están bien. Y pronto regresaran a sus labores diarias.

Debo saber que pasa en este lugar, y creo que esta mujer puede ser uno de los puntos clave para lograrlo.

—Es bueno saberlo —finjo una sonrisa —Tiene razón, los niños necesitan disciplina —ella parece complacida, solo tengo que decir lo que quiere escuchar — ¿Puedo invitarla a un café, señorita Ann?

Su mirada cambia, como si me estuviese pasando por un proceso de evaluación.

— ¿Por qué? 

Que pregunta más extraña.

—Porque ambos somos personas jóvenes, solteros, asumo que usted es soltera, y me parece una mujer hermosa y muy decente.

—No permito ningún tipo de contacto indecente.

Señora es un café, no un viaje a un motel.

—Por supuesto, —me levanto de mi asiento y camino hacia la salida —Nos vemos pronto. 

 

(…)

Intento no hiperventilar, la oscuridad me consume. Las coyunturas de mis muñecas arden por las cadenas, estoy cansada, casi no puedo respirar. El latigazo en mi espalda me saca las lágrimas, pero no ha sido peor que los otros. 

¿Por qué me hacen esto? Yo no tengo la culpa, es ella, es eso que está en mi interior. ¿Por qué no la sacan y ya? ¿Por qué no me hacen como a los otros y la duermen? Otro latigazo me abre la piel, pero se cierra de forma rápida, no entiendo porque eso enoja más a mi verdugo y sus golpes se vuelven más fuertes

— ¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete de sacar tu sombra! 

Me grita presa del enojo. 

— ¡Yo no quería!

Pero no me hace caso y sigue, cada golpe es más débil que el anterior. Parece que el cansancio le gana. Al fin, puedo descansar.

Caigo al suelo, no tengo fuerza para levantar mi peso, siento el alivio en mis manos que ya no tiene que cargar mi cuerpo. Él me toma de los cabellos y me arrastra como un animal hacia mi celda oscura.

Dios, no quiero entrar ahí, hasta prefiero los latigazos. 

—No por favor, no. —suplico pero soy ignorada —Prometo que no lo haré otra vez.

Me arroja a su interior, corro hacia la luz pero cierra la puerta dejando todo a oscuras.

¿Por qué? ¿Por qué a mí?

(…)

Le abro la puerta del auto a la soberbia dama para que baje, me brinda una sonrisa fría como agradecimiento. Ambos pasamos al interior del café, una mujer joven nos atiende y observo como mi compañera reprende su corto vestido con la vista. No debería asombrarme de alguien que va tapada de pies a cabeza.

—Bueno, aquí estamos —no sé cómo empezar una conversación con alguien que parece que por segundos me dará con una regla. 

—Y bien señor…

—Solo llámame James, por favor. —sube una ceja pero no me reclama mi poco formalismo.

La mesera deja nuestros cafés sobre la mesa y se marcha sin más reparo a continuar su trabajo. Mi compañera analiza el ambiente del lugar a la que la he traído y aunque hace ciertas muecas e desprecio parece sobrellevarlo.

—Podría alcanzarme la azúcar, por favor —sé que está a mi alcance pero pedirle pequeños favores a las personas para que confíen en ti está en el libro básico de manipulación.

Ella obedece de buena gana, es una buena señal.

—Y señorita Ann, cuánto tiempo lleva trabajando en el reformatorio.

—Unos cinco años, desde que salí de la universidad.

—Interesante, ¿y en qué universidad estudió? 

—Estudié mi carrera de pedagogía en una universidad católica. —dice orgullosa —Provengo de una larga sucesión que ha estudiado allí por muchos años.

—Vaya, yo soy el primer médico de mi familia, aunque en realidad me especialicé en psicología. —no parece impresionarle.

— ¿Es bautizado?

Parecen importarle mucho los detalles religiosos

—Si —contesto de forma rápida para que no descubra mi mentira y ella asiente con la cabeza

—Bien, es importante para mi saber en caso de que esto salga bien y terminémonos cazándonos.

La misma mujer que no considera nada de contacto “indecente” me habla de bodas.



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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