Son las seis de la mañana y el rechinar de una puerta me despierta, por un filo que abro de la mía la veo a ella salir sigilosa, para bajar a hurtadillas por el pasillo ¿A dónde ira? ¿A la biblioteca? Esas ruinas son peligrosas mejor la sigo —No, no la sigas —Intento auto aconsejarme y así mismo me ignoro. Me visto rápidamente, abrochando con torpeza el cinto en mis pantalones, casi olvido mi abrigo, hace frio afuera, el invierno está por llegar. Sí, no me equivoqué, va a las ruinas, deduzco por su rumbo. Doblo tras el gimnasio y la pierdo de vista, no entiendo cómo, me sacaba solo unos pasos de ventaja, sale de entre unos arbustos al ver que quien la sigue soy yo.
—No debería seguir a la gente —me regaña sacudiéndose.
Nuestra relación es rara, no es una amistad o algo profesional, pero tampoco somos simples conocidos. Solo sé que esa chica de ojos profundos como el océano tiene toda mi atención y preocupación.
—Y usted no debería ir a sitios en posible derrumbe —le contesto.
—Como si usted no viniese — ¿me ha visto? —Necesito un libro nuevo. —se excusa siguiendo u camino.
—Necesitas amigos —señalo y me mira asombrada. No parece agradarle la idea.
—Los libros son los mejores amigos —se defiende muy perspicaz — ¿viene conmigo? Sé que se conoce bien el camino.
Asiento con la cabeza ya que no la haré cambiar de opinión. Bajamos por la escalera derrumbada con cuidado. No importa cuántas veces pase por aquí este sitio sigue dándome escalofríos. Tropiezo con una roca y al intentar recuperar el equilibrio caigo sobre una de las columnas que se mueve, provocando un pequeño deslizamiento de pedazos del techo.
Ella se lanza sobre mí y usa su cuerpo como escudo contra las piedras que se desprenden, nos doy la vuelta, no puedo dejar que ella sea lastimada, pero el hecho de querer protegerme me parece dulce y alentador. Nos levantamos del suelo y mientras sacudimos nuestras ropas le hecho una mirada de “te lo dije” y ella sigue avanzando como si no hubiese pasado nada.
—Ves lo que te digo, este lugar es un peligro —señalo.
—Yo nunca estuve en peligro, tú si — ¿cómo puede creerse invencible? — Por torpe, tienes que mirar donde pisas —muy graciosa.
—Ya que no tienes noción del peligro me imagino que has registrado todo el lugar, incluyendo el tercer piso del lado derecho del reformatorio —pregunto curioso, ponerse en situaciones de peligro es típico de personas que necesitan atención.
Su rostro cambia, como si hubiese mencionado algo desagradable, el miedo en sus ojos es evidente.
—Sí, no hay nada allí interesante —responde nerviosa —, solo polvo y viejos muebles. Los pasadizos secretos detrás de la cocina son muy interesantes por el contrario. — ¿Por qué no le creo?
— ¿Pasadizos?
—Si, salen fuera del reformatorio.
— ¿Alguna vez has salido de aquí? ¿Intentado huir?
—No puedo hacerlo —su mirada baja. —Lo intentado.
¿Por qué no huye de este horrible lugar?
—Esperaba que me dijeras que no, pero que remedio.
—He tenido que buscar en que entretenme.
Si se relacionara con los otros no tendría que hacerlo así.
— ¿Estas feliz de estar aquí?
¿Estaré presionando demasiado?
—No quiero estar aquí, pero tampoco puedo irme, ni debo —responde con ironía —Aunque a usted todo debe parecerle muy bonito ¿verdad?, cuidan chicos desprotegidos a cambio de nada.
—Nunca he dicho eso, este lugar parece tener muchos secretos. —aquí no hay precisamente puras almas caritativas —aunque parece que sabes la clave del asunto.
Ella me aleja la mirada y comienza a rebuscar entre los libros. Sé que sabe más de lo que dice.
— ¿Por qué me presta tanta atención? —me cambia el tema y yo no sé qué responderle —siempre he sido como un fantasma para el resto ¿Qué hay de malo en ti?
¿De malo? Le parece malo que se preocupen por ella. Tal vez prefiere vivir entre las sombras o está acostumbrada a ello.
— ¿Por qué debe ser malo que alguien quiera protegerte, cuidarte?
—Los demás ven la maldad en mi interior, y eso les asusta porque saben que aunque somos iguales por fuera, yo soy diferente a ellos por dentro.
— ¿Por dentro cómo?
—Deberíamos irnos. —ya está huyendo del tema, otra vez. Aunque me alegra haber avanzado tanto.
—Solo quiero que me digas algo antes de irnos. ¿Qué pasó la semana que estuviste castigada?
Ella niega con la cabeza, sé que quiere desahogarse, pero hay algo que no se lo permite y termina tragando en seco.
—No puedo hablar de eso.
—Por favor, cuéntame —la agarro por el brazo para que no huya pero solo consigo molestarla
— ¡Ya le dije que no quiero hablar de eso! —tira su mano de la mía y con el impulso caigo hacia atrás y una de las barras de la escalera rasga la manga de mi chaqueta y abre ligeramente mi piel.
La respiración de ella se agita al ver la sangre. Sus pupilas se dilatan y veo como venas rojas salen en la parte blanca de sus ojos que me desconciertan.
—Debo irme
No alcanzo a pestañear cuando ha desaparecido.
(….)
El olor de su sangre llega hasta mis fosas nasales. —No ahora, no— Está tan cerca, tan indefenso —No, no lo hagas. Siento como la oscuridad toma posesión de mi cuerpo, lucha por salir. SU necesidad innata de alimentarse se contagia a mis labios, casi puedo sentir el sabor de su sangre en mis labios
—Hazlo —dice la voz en mi cabeza.
Siento como empieza a apoderarse de mí. No puedo dejarla, no puede dejar que tome el control, siempre ha sido más fuerte que yo, es imposible controlarla. ¿Por qué no soy como los demás? ¿Por qué la cura no surte el mismo efecto?
—Vamos, hazlo.
No, no puedo permitírselo, merezco los latigazos por dejarla apoderarse de mi mente. Merezco ese cuarto oscuro como mi alma.
—Todo está bien —intenta calmarme James —No me has hecho daño, estoy bien.