El psicólogo incompetente

Capítulo 12 ?

Abro la puerta de mi habitación para bajar a desayunar, aún estoy algo adormilado. Mis ojos chocan con los de ella que también recién despierta. Ella sonríe de forma dulce, como si quisiera evitarlo, y el corazón me da un vuelco. Siento que tiene esperanzas, que confía en mí, espero no defraudarla y juro que no lo haré.

—Hola —saluda bajando la vista y terminado de cerrar su puerta.

—Hola. 

Nos quedamos así unos segundos, creo que ninguno de los dos sabe bien que hacer.

—Debo ir a clases —explica de forma innecesaria.

Me transmite el impulso de hacer lo mismo.

—Y yo debo desayunar. 

Ella toma su camino y yo el mío, bajo las escaleras y un chico me intercepta. Trae cargado entre sus brazos lo que parece ser toda la correspondencia.

—Aquí tiene doctor —me alcanza una carta. 

No esperaba correo.

Tomo el pequeño sobre y él no espera mi agradecimiento, solo sigue su camino. Desgarro el papel con los dedos, cuidando de no romper el papel que tiene dentro Saco la carta escrita en tinta negra y una caligrafía impecable, reconozco el sello del ministerio de salud bajo la firma.

“Estimado Señor James:

Hemos recibido su misiva y analizado minuciosamente. Agradecemos su preocupación por la calidad alimentaria del centro pero hemos podido corroborar que la comida servida en el Centro Reformatorio Chesters cumple con los estándares y normas establecidas por nuestro ministerio. De igual manera intentaremos evaluar qué medidas podremos aplicar en el futuro para llevar esta a la excelencia. De igual manera gracias por informarnos.”

Que bien, en pocas palabras no meteremos las manos en el asunto. Amy me dijo que esta era gente muy poderosa, temo que esto se relacione con ello. Estrujo el papel en mis manos y lo lanzo lejos hacia un cesto de basura.

—Hola, Señor James —me divierte este juego entre nosotros de ser formales y correctos en la institución. 

—Señorita Ann, ¿me acompaña a desayunar?

—Hoy no puedo, lo siento, tengo asuntos de los que encargarme. Pero regresaré a buscarte en la noche.

—Está bien —me contagia su alegría. 

Sigo bajando hacia el comedor hasta que me encuentro a mi padre, me mira suspicaz.

—Te brillan los ojos, ¿Qué te traes con la rubia?

Mis ojos no brillan por ella, pero no pudo negar que cada día me agrada más tenerla cerca.

—Nada, solo somos amigos.

—Debes tener en cuenta las cosas que implica estar con una mujer como ella.

— ¿Cómo ella cómo padre?

Demasiado buena era mi mañana.

—Su crianza, sus principios, nunca serán iguales a los tuyos. Solo te advierto que tengas cuidado.

—Es bastante molesto que consideres que debo tener cuidado con Ann y no con Chester.

—Hijo —pone su mano en mi hombro pero yo la aparto —Lo digo por tu bien.

— ¿Pero qué hay de lo que no me dices padre? 

El guarda silencio y suspira. 

—Has lo que quieras, ya tienes edad para afrontar tus propias consecuencias. Yo solo te aconsejo.

 

(…)

Todos están en silencio y no entiendo por qué. Me miran extrañados, cuchichean entre susurros, la pelirroja no es capaz de sostenerme la mirada. Quiero y no quiero saber que pasa, no más peleas, no más problemas.

Casi puedo leer sus pensamientos: No te acerques a la loca.

— ¿De verdad quieres hacerlo? ¿De verdad quieres oírlos? Yo puedo ayudarte.

Decirle que sí a cualquiera de sus ideas me parece tan surreal como peligroso. Pero la curiosidad me pica. No necesito pedirlo, de momento sus voces llegan solas a mis oídos.

— ¿Estás segura que no es solo un sueño? —pregunta un chico de los del grupo.

—No, estoy segura que fue real, se repite demasiado vivido en mi cabeza, y está esto —se levanta la falda para mostrar el muslo izquierdo —no se acerquen a ella. 

—Nosotras tampoco queremos que esos idiotas se nos acerquen —Hay no, ¿Qué hiciste? ¿Qué haces cuando no puedo controlarte? ¿Cuándo hice eso que no lo recuerdo?

Tomo mis libros y me levanto de mi mesa, si ellos no quieren que esté aquí no estaré aquí. Yo no los necesito, no necesito a nadie. 

Camino por los pasillos, —Deja de estar enojada por unos inútiles —Es tu culpa que yo no pueda ser amiga de esos inútiles.

Caigo al suelo al chocar con algo, alguien, levanto la vista y es él.

—Deberías aprender a mirar por donde caminas —me tiende la mano para ayudarme a levantar del piso.

 —Jaja, doc. ¿Robando mis frases?

— ¿Qué haces fuera del salón?

—Yo, ellos, — ¿Quién le dijo a él que le debes explicaciones? —Ellos no me quieren ahí, y yo tampoco quiero.

No quiero que sienta pena por mí, que me tengan lástima es frustrante.

— ¿Quiere venir a jugar ajedrez a la consulta?

Creí que me obligaría a entrar en el aula. 

—Yo creo que alguien quiere pasar tiempo contigo. — ¿Qué sabrás tú? Solo eres una estúpida voz en mi cabeza.

—Claro, he leído como se juega, pero tendrá que enseñarme a ponerlo en práctica.

 

(…)

Ann llega a por mí, me pidió que la esperase un poco más lejos de la entrada del centro. No quise hacer preguntas, sus razones tendría. La causa se muestra ante mí en un hermoso vestido rojo que se ciñe a su cuerpo desde el busto hasta sus caderas y luego cae suelto hasta más arriba de sus rodillas. No quería que alguien del centro pudiese verla así.

—Estás hermosa —me aventuro a decir y ella se sonroja. —Ese vestido te queda genial, no creí que fuera tu estilo.

—Creí que te parecían atractivas las mujeres que usan ropa de este estilo.

—Tú eres atractiva con lo que uses, lo importante es que te sientas bien con ello. ¿Lo haces?

Ella se mira a si misma de arriba abajo.

—Si —afirma —Gracias por esas palabras.

Subimos a su auto. Me mira de reojo cada pocos segundos.



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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