Dejo de peinar mi cabello y coloco el cepillo de pelo sobre la cómoda. Observo mi reflejo en el espejo. MI figura esbelta, mis ojos azules, mi largo cabello. Parezco tan normal ¿pero por qué no lo soy?
—Somos perfectas, diosas, eternas
Puedo verla en el espejo, ella no se parece mí. Sus ojos son rojos, sus orbitas negras, su cabello rizado y su piel tan blanca que puedo jurar que tiene tonos azules, las puntas de sus colmillos brillan.
—No soy como tú, y evitaré serlo a toda costa —le respondo a esa que es parte de mí.
—Di lo que quieras niña, pero solo lucharás contra lo inevitable —ella se para frente al espejo.
Veo mis ojos volverse cada vez más rojos.
— ¡Detente! —le ordeno pero no obedece a mi reclamo.
Venas negras cruzan mi rostro como patas de gallo.
— ¡Mírate! , esto somos, esta es nuestra verdadera naturaleza.
— ¡Eso no soy yo! —niego de forma violenta con la cabeza —Esa eres tú, y me obligas a hacer cosas que no quiero.
— ¿No quieres sobrevivir? —señala ella con obviedad.
— ¡No! ¡Así, no quiero! —me seco las lágrimas que empiezan a surcarme el rostro.
—Podría borrar tus recuerdos —sugiere la voz — ¿estarías en paz con tú conciencia?
—A lo mejor ya lo haces, y no me gusta, ¡no me gusta que me trates como una tonta marioneta! —replico indignada y mis iris vuelven a ser claros como cristales.
—Terminaré ganando, ya verás —la voz se apaga
(…)
He pasado unas mejores noches últimamente, aunque sigue teniendo esas pesadillas, ahora son menos frecuentes. La he observado mientras come y apenas prueba su comida. Sé que lo que pienso no tiene sentido pero no puedo hacer más. Ahora está tranquila, su libro es lo único que le importa, creo que estos días ha huido de mi, quizás es hora de averiguar sus razones.
—Hola —saludo, sentándome a su lado con mi diario bajo el brazo.
—Hola —responde sorprendida cerrando el libro de forma rápida.
— ¿Estás bien?
—Si. —ella nota la agenda bajo mi brazo— ¿Qué haces?
—Solo escribiendo tonterías mías
— ¿Cómo qué? —Está interesada en lo que hacía.
—Cosas aburridas de doctor
—Ser doctor no puede ser aburrido. Entender y curar a las personas debe ser algo fascinante. ¿Qué escribías?
—Solo tomo notas de todos los chicos.
— ¿Incluida yo? —asiento con la cabeza — ¿Qué escribes de mí?
—He notado que has bajado mucho de peso, me preocupas.
—Solo como lo que necesito. —me aclara —Debo permanecer débil.
—Pero necesitas comer más — ¿padecerá algún trastorno alimenticio? Últimamente han salido publicaciones acerca de algo que se llama anorexia.
—No, yo sé lo que hago y como lo suficiente para mí.
— ¿Lo haces porque estas molesta con tu cuerpo?
—Más bien con mi alma.
—Amy —intento sonar lo más dulce posible —Eres hermosa como eres, por dentro y por fuera. No tienes cambiar eso, ni sentirte mal por ser como eres.
—Ojalá pudiera entenderlo, doc. Ojalá viese la vida desde donde tengo que verla yo.
—Está bien—retrocedo en la idea al ver su posición —solo no quiero que te enfermes
—Tranquilo, no lo haré —parece muy convencida, como si nada pudiera contagiarla, pero las enfermedades no se vencen con fuerza de voluntad.
Suena esa fastidiosa campana que siempre evita que pasemos más tiempo junto.
—Ven a verme en la tarde —le grito mientras se aleja
Y se aleja, la observo caminar, su largo pelo negro cayendo por su espalda hasta un poco más debajo de sus caderas, ¿Cómo esta chica no puede considerarse hermosa?
(…)
Almuerzo, almuerzo, almuerzo. Es en lo único en que puedo pensar, tengo un hambre voraz revolviéndome los intestinos, más le vale a papá haber preparado algo bueno, bien mi plato ya está servido y él me espera para empezar. Aun no le perdono sus últimas actitudes, me gustaría hablar con él como lo hacía antes.
—Y esa chica que te gusta… —pregunta llevándose una cucharada a la boca — ¿Cómo vas con ella?
—Papá, te he dicho que no tengo un interés romántico en Ann —aunque no puedo negar que ha empezado a gustarme, como no hacerlo es una mujer hermosa y divertida.
Pero reconozco no estoy enamorado de ella, cada día me siento peor de estarla utilizando. Pero en realidad si hay una chica que creo que me despierta sentimientos, pero no sé.
— ¿Qué no sabes?
—Si mis sentimientos hacia ella son de amor o protección.
—Creo que una cosa se relaciona con la otra —sé que quiere preguntar, sé que lo hará — ¿Quién es?
—Es —me preparo para sus regaños —Es una alumna. —Queda en silencio unos segundos. — ¿Puedes decir algo por favor?
Es la primera vez que admito en voz alta, incluso para mí mismo, que Amy ha despertado en mi algo que no puedo explicar. Estoy en conflicto porque se supone que no sienta estas cosas por ella, es mucho menor que yo. Por eso creo que nunca daré el paso para saber si me corresponde.
—Puedo decir que te podrías meter en problemas —me advierte
—No lo digo en un sentido sexual, es más bien fraternal—me mira con incredulidad
—Hijo, te he estado observando el último par de semanas y parece que inconsciente o conscientemente te estas enamorando, pensé que era de Ann; y aunque eso me preocupaba, no lo hace tanto como esto. Son menores de edad y tú eres su médico —Me siento extrañamente culpable
—Falta más o menos de un mes para que cumpla 18 —me justifico aunque sé que no tengo razón.
—Sigue siendo una chica vulnerable menor que tú.
— ¿Pero y si no puedo elegir lo que siento?
—Deberás alejarte por sentido común. No vale la pena arriesgar tu vida por ello
— ¿Acaso mi tú y mi madre no se llevaban una diferencia de edad similar?
—Pero yo conocí a tu madre cuando era una joven de veinte años, con una personalidad formada y con madurez y control de su vida. No puedes compararlo a esto