No puedo dormir, el beso con Amy sigue en mi cabeza, estoy tentado a llamar a su puerta pero no tengo el valor para confrontarla. Ya ha pasado la hora del toque de silencio, debería dar una vuelta, para despejar.
Todas las luces han sido apagadas, el ruido del crujir de una puerta me hiela los huesos. Me pregunto si aquí habrá fantasmas, espero que no, mi vela logrará protegerme. Hoy no he vistos autos nuevos en el garaje y las luces del tercer piso se han mantenido apagadas.
Tengo curiosidad por saber que hay ahí, detrás de esas grandes puertas. Ella dijo que había estado allí, así que supongo que no será peligroso, pero ella no considera peligroso meterse a unas ruinas por libros. Estás siendo el psicólogo más loco del mundo siguiendo las ideas de una chica que es más loca que tú.
Empujo una de las puertas, son menos pesadas de lo que creí. ¿Qué hace una lámpara de aceite encendida aquí? Debe ser cosa de los constructores que vienen a reparar esta área, aunque este sitio no parece en reparación. Hay un gran salón frente a mí, con un una chimenea donde el carbón apagado aun parece rojo.
Veo algunas gotas de sangre en el suelo, que caminan hacia una segunda puerta. Alguien debió lastimarse, la curiosidad me tienta a saber que hay detrás de esa segunda puerta.
— ¿Qué haces aquí? —una voz que me hala por el brazo casi hace que me muera de un infarto.
Hago contacto con sus ojos y sus cabellos rubios sueltos cayendo por los hombros. Para mi suerte es solo Ann.
— ¿Ann? ¿Y tú que haces aquí?
Ella cierra el camisón con un nudo bajo sus pechos.
—Debes salir de aquí antes de que alguien te vea —su mano me lleva con fuerza fuera del salón.
Casi me arrastra por las escaleras fuera del nivel hasta que quedamos frente a mi habitación. Ella misma abre la puerta y me lanza hacia dentro con fuerza, la cierra con un portazo.
— ¡En que estabas pensando! —me reclama — ¿Qué hacías ahí!. Ese nivel está prohibido.
—Creí que estaba en construcción —está enojada, se lleva las manos a la cabeza —pero al parecer con eso también me engañaron —ella lo sabía, ella sabe que pasa ahí.
Se muerde el labio inferior para no decirme algo.
— ¿Qué hay ahí Ann? ¿Qué me ocultas?
—No es asunto tuyo James, son cosas de la organización, cosas donde no debes meter la nariz si no…
— ¿Si no que? —me atrevo a retarla. — ¿Qué podría pasarme si no lo dejo?
—No juegues con fuego James, hay muchas cosas que no conoces y no entiendes.
— ¡Tú podrías explicarme! —le reclamo.
— ¡Yo no puedo! —su voz suena como si su garganta estuviese apretada, como si le doliese —Yo te quiero James, y quiero protegerte, pero si sigues jugando con fuego no voy a poder.
Su dedo apunta hacia mí y golpea mi pecho de forma punzante.
— ¿Qué me ocultas Ann? —pruebo con un tono más suave.
—No puedo decirte.
— ¿Qué haces aquí?
—Tuve que quedarme, por razones que…
—Que no puedo decirte —adivino el final de la frase —No pareces que confíes en mí.
—Esto no se trata de confianza James. Yo tengo un deber y mi lealtad está pactada para ese deber. Sé que no lo crees, pero lo que hacemos aquí es algo bueno, es importante.
—Podría creerte si me ayudases a entenderlo.
—Y tú podrías solo confiar en mí, en creerme. ¿No valgo nada para ti? ¿No soy digna de tú confianza?
—Ann… —quías he sido muy duro con ella.
He presionado todo lo que he podido, y es posible que haya llegado al límite.
Tomo un segundo para observar su rostro, sus ojos aguados, sus venas hinchadas, su dolor. Que facilidad tengo últimamente para hacer sufrir a la chica que se me acerque. Me siento mal por utilizarla, al fin y al cabo es solo otra persona con sentimientos, como yo.
—Ann, lo siento. —tomo sus manos, están heladas.
Ella deja que mi cuerpo se acerque y mis brazos la envuelvan con un abrazo.
(…)
Parezco otro estúpido niño escondiéndome para no confrontarla, sé que debo, pero un no tengo claro que decirle cuando la vea. Ella baja las escaleras y su vista cae en el banco donde estoy sentado y en mí. Sus ojos van de un lado otro como para no mirarme, se sienta junto a mí en silencio. Está avergonzada, lo sé porque yo lo estoy, pero quiero decirle que no siento eso, que no está siendo rechazad, solo que esto no es bueno para ella. Es muy complicado.
—Hola —su débil hilo de voz rompe el silencio.
—Hola, —pienso unos segundos sobre que decirle —Amy, quería hablar contigo.
—Ya, si ya me imagino lo que me vas a decir. — ¿A si? —Soy una tonta por creer que podría gustarte, que podrías quererme de esa manera.
Como le digo que si le quiero, pero que no podemos.
—Amy, no es eso. Siento haber huido ti ayer cuando, cuando me besaste. —trago saliva para reunir valor —No se trata de que yo no te quiera de ese modo, aunque quisiera no podemos estar juntos.
— ¿Por qué?
—Porque te saco alrededor de media década de edad y soy tu psicólogo. Es profesionalmente incorrecto.
Ella sonríe bajando la cabeza. ¿Qué le he dicho que la divierte tanto?
—Ya veo, soy muy niña para usted.
—Yo no he dicho eso.
—No ha hecho falta. Casi cumplo dieciocho doc, casi soy una adulta y si no fuera porque todos los que están aquí me odian o me temen estaría teniendo sexo a escondidas en el gimnasio.
Eso fue algo crudo de asimilar.
—La verdad es que siento que aceptar cualquier muestra romántica de ti parece que me estuviese aprovechando de tu inocencia. Espero que puedas entenderme.
—Entonces preferiría que se mantenga alejado de mí, si le provoco tanta pena y tanta lástima no lo necesito.
—Amy… —alcanzo a decir pero ya ha tomado sus libros para sentarse en el otro lado del patio.
Mejor dejo que se calme, si supiese que rechazarla me duele más a mí que a ella, pero es lo correcto. Ann baja las escaleras y se sienta a mi lado, Viene con una sonrisa, no puedo evitar notar como los ojos de Amy la siguen.