El psicólogo incompetente

Capítulo 21

Veo el auto de Ann entrar por el portón. Yo estoy casi listo, termino de abrocharme los zapatos, hecho un vistazo a Amy que sigue dormida, ya estaba así cuando salí de mi ducha anoche. Se ve tan hermosa, aun no tengo fuerzas para despertarla, beso su frente y sin hacer ruido cierro la puerta mientras salgo de mi habitación.

—Buenos días —dice Ann al verme aunque no parece que ella los teng muy buenos.

Llegamos al hospital, ya mi padre está despierto y levantado. Me alegra verlo así, no puedo contener los deseos de abrazarlo, el me devuelve el gesto. Noto su mirada fija en la puerta, me aparto y veo que observa a Ann sin decir palabra.

—Tú fuiste quien le dijo, ¿verdad? —le pregunta.

—Papá no creo que este sea momento para esa conversación.

—Lo hice —admite Ann —Él merece saber la verdad.

—Tú no tenías derecho —ambos me ignoran. 

—Ella va a dominarlo si no le explicas la verdad. Pero tienes razón, yo no puedo explicarle, no tengo la autoridad para eso.

— ¡Pueden parar los dos de una vez! —Parece que tengo que gritar para ser escuchado —Dejen de hablar como si yo no estuviese. —Papá, tú y yo tendremos una conversación sobre esto luego, pero ahora regresemos al reformatorio, necesitas descansar. Y deberías agradecerle a Ann por la ayuda que nos ha dado. 

 Mi padre se resigna con un suspiro, sabe que tengo razón.

—Gracias.

—De nada —contesta Ann con una sonrisa de victoria que no puede disimular.

 (…)

Regresamos al reformatorio, luego de ayudarme a dejar a mi padre en su habitación. Salgo con nn hacia la cocina, nos ofrecimos voluntarios a ayudar en las taras hasta que mi padre se recupere. Debería regresar y hablar con él, no, mejor dejo que descanse.

—Gracias —me dice Ann de repente —Por defenderme con tu padre. 

—Eres la única persona que le da un poco de claridad a todo esto.

—Siento no poder contarte más, las leyes de la organización me lo prohíben, pero tu padre puede hacerlo, tiene derecho a revelarte tu legado. Aun estas a tiempo de ser parte de él. —ella respira profundamente —Te mentí en algo, el evento al que quiero que asistas no es del reformatorio.

— ¿A no?

—En realidad es un evento de la organización, Chester no sabe que vas, dudo que le grade la idea, pero yo tengo derecho a llevar un acompañante. Estar ahí te ayudará a entender ciertas cosas. —ella me quita el cuchillo y las papas de las manos —Ve a hablar con tu padre ahora, lo necesitas antes de ir allá.

Lo pienso un par de veces, pero la intuición me dice que es una buena idea. Toco a su puerta, no demora mucho en abrir.

— ¿Necesitas algo James?

—Necesito hablar contigo, terminar nuestra conversación.

El suspira y da un par de vueltas para terminar sentándose sobre la cama. 

—Ann tiene razón, debo contártelo. —se pasa la mano por el rostro —Ahora no puedo darte todos los detalles, tengo que pedir autorización para ello primero. Pero puedo decirte una cosa antes, no quice que formaras parte de la organización para que nunca tuvieses que sufrir lo mismo que yo y tu madre.

—Ella no murió cuando yo nací, ¿verdad?

—No. —me confiesa, sienta bien tener algo de certeza sobre el tema.

— ¿Puedes decirme que pasó?

—Ella murió protegiéndote, cuando tenías tres años. Imagina que hay una enfermedad en el mundo, una enfermedad muy oscura y mala. Que esa enfermedad solo ataque a los niños, y no haya una cura. Se puede controlar, pero solo por unos años, finalmente terminará matándolos. La única cura definitiva es matar la enfermedad matando al niño o pasándola a otra persona, pero para pasarla por voluntad, debe haber un vínculo de sacrificio.

 —Pare, no entiendo nada.

—Tú madre —él ignora mis palabras —Tú tenías esa enfermedad, y ella, ella se sacrificó para que tú no sufrieras ese destino, la enfermedad fue puesta en ella y destruida. Los niños que están aquí, ellos tienen esa enfermedad.

Me quedo atónito, buscándole sentido a su metáfora.

— ¿Quieres decir que ella murió para protegerme?

—Si.

Mis ojos se llenan de lágrimas por esa mujer valiente que nunca conocí, ella sacrifico su vida por la mía.

— ¿Sufrió?

—Su sufrimiento fue aliviado por el hecho de saber que tú vivirías. A veces duele menos morir que ver a alguien que amas morir.

Lo abrazo, no sé por qué pero lo necesito.

Ann ve mis ojos rojos al salir de la habitación de él rumbo a mi oficina no hace ademan de seguirme, creo que sabe que necesito espacio. Cierro mi puerta para alejarme del mundo, necesito pensar, procesar, admitir que mi vida no es la que pensaba. Entonces, por sangre soy parte de esto, pero ¿Entonces Amy también está enferma? ¿También está destinada a morir?

Llaman a mi puerta.

—Ocupado —digo pero vuelven a insistir.

La puerta se abre sin mi consentimiento, pero cualquier enojo se me quita al verla.

— ¿También está ocupado para mí, doc?

Un impulso mayor mueve mi cuerpo, me levanto de mi silla para ir a abrazarla. No puedo perderla, no puedo dejar que nada malo le pase.

— ¿Qué pasa? —pregunta ella al sentir mis lágrimas frías sobre su cuello.

—Lo sé —confieso —Se lo que te pasa.

— ¿A si? —pregunta con incredulidad.

Se aparta de mí y da unos pasos más adentro de la oficina.

—Bueno, no todo.

Leva una mano a su boca mientras camina en círculos

— ¿Qué sabes? 

—Sé que estás enferma, sé que vas a morir.

— ¿Enferma? —se queda pensativa por unos segundos. Las comisuras de sus labios suben y bajan —Es un poco más complicado que eso James, pero creo que sí, creo que puede llamarse enfermedad. Es como un cáncer ¿sabes?, es algo que se apodera de mi cuerpo de poco a poco, algo que me consume. Es irremediable James, este cuerpo está condenado, me queda poco tiempo.

—No estás condenada, hay una cura. Hay una forma de detenerlo.



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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