El psicólogo incompetente

Capítulo 25

Odio esta cosa, pero Ann me hizo ponerme la túnica para esta noche. Por lo menos la tela es abrigadora ante el frío. Detiene su auto junto a la carretera a unos kilómetros de la ciudad, hay otro auto parado pero no hay nadie encima o alrededor. Frente a nosotros hay un claro, no hay nada más que algunos árboles que se van espesando a medida que nos alejamos de la carretera. 

Yo sigo a Ann en silencio, las dos veces que he hecho por decir palabra he recibido miradas amenazadoras, ¿y si me trajo para cometer un delito? ¿Y si me trajo para matarme? Deja las idioteces, Ann no es ninguna mantis.

—Pase lo que pase, no intervengas. —me ordena y yo asiento.

Entre la maleza pueden divisarse dos personas, ella me hace un seña para que me quede detrás y obedezco. Ann avanza con una destreza felina hacia la pareja, el hombre ha soltado a la mujer que cae desfallecida en el piso, con los rayos de la luna puedo ver los ojos abiertos y estáticos de la chica y una mancha de sangre en su cuello. Él hombre se limpia la boca con la maga de su abrigo, Ann camina por detrás de su espalda, mi instinto me dice que haga algo pero la curiosidad me frena.

— ¿Osas interrumpir mi comida humana? —dice la voz masculina —Puedo oír también el corazón de tu amigo, apesta a miedo.

—No soy solo una humana.

—Lo sé, eres uno de ellos. —estoy helado, mi vista no deja de caer en el cadáver de la chica —Dime humana, —se acerca tanto a Ann que juro que el humo de sus respiraciones se entrelazan — ¿Tú amigo no te ayudará?

— ¿Qué pasa? ¿Temes ser derrotado por una chica? —Ann desenvaina desde su manga algo fino y brillante, como una espada de esgrima y en la otra sostiene un relicario parecido al de su cuello.

— ¿Estas dispuesta a morir por intentar matarme?

Ann le da a nuestro acompañante una sonrisa malévola y con un solo movimiento lanza el relicario a enrollarse en su cuello. Con un movimiento que parece estar a cámara lenta el hombre se corre hacia atrás para esquivarlo. Ella mueve su espada para ensartarla en su pecho pero el atrapa la punta con las yemas de sus dedos.

—Es hora de que yo juegue.

 Con un solo movimiento hace que la espada de Ann escape de sus manos y vuele en el aire, demasiado rápido para mis ojos hace que el cuerpo de ella de una vuelta y su espalda choque contra el suelo. Se pone sobre ella, se tratan con la familiaridad de dos viejos amigos, como si más que una batalla su lucha fuese un baile.

— ¿Y si lo mato a él primero? —mi sangre se hiela al escuchar sus palabras.

Puedo ver como Ann saca una daga de su túnica y se la encaja en el cuello. Él se distrae, y ella escapa, pero no parece que esté herido. Ella logra recuperar su espada y vuelve a envestir contra él, que sigue sereno, saca el cuchillo de su cuerpo y lo usa para limpiarse los dientes.

—No puedes derrotarme —con movimientos, no perceptibles para mí por su rapidez, sigue esquivando cada estocada.

Ann ya luce cansada, y un poco molesta por desacertar, su respiración es agitada. 

—Ahora es mi turno —sin que yo vea como, el hombre la toma por detrás de los codos y pega su cuerpo al suyo. Ann intenta librarse de su agarre pero puedo intuir que no es tan fuerte como su oponente. — ¡No piensas venir a salvarla! —sé que se refiere a mí, pero no sé si obedecerle. — ¡Sal ahora o le sacaré los ojos!

Salgo de las sombras, sé que Ann forcejea para poder detenerme

—Mira nada más, si es un hombre, yo pensando que era otra chica. Debes ser nuevo en esto si ella quiere protegerte con tantas fuerzas. —aparta el pelo del cuello de Ann y mirándome a los ojos pasa su lengua por él. —Deberías prender algo antes de morir, toma la espada.

Yo no le quito la mirada mientras me agacho para tomar el arma. 

 —Bien —luce cínicamente complacido —ahora encájala aquí —Sosteniendo la cabeza de Ann con su antebrazo con la otra mano señala su corazón.

Miro a Ann en busca de respuestas, ella a duras penas niega con la cabeza. Enfilo mi espada hacia él, me acerco lento esperando que huya, que se mueva, pero no lo hace, solo sonríe. Ella aprovecha que soy el centro de atención para golpear su costilla.

— ¡Ahora! —grita Ann.

Una sensación instintiva me posee, controla mis movimientos y me lleva a atravesar con la fina espada su pecho. Ann cambia su posición y pasa a estar detrás del hombre, le envuelve el cuello con su relicario y tira hacia atrás con fuerza. Ellos se separan de mí a medida que él retrocede intentando apartar el artículo de su cuello.

Veo como los bordes de la fina cadena empiezan a rasgar la piel. Ann, da un alto increíble, estando en el aire cruza de estar en su espalda para caer en el frente, retuerce el metal, y la vez que u pies tocan el suelo la cabeza sale volando.

Nuestras respiraciones están agitadas, miro el cádaver descuartizado, miro a la chica inherte. Me acerco hacia ella, sé que está muerta pero una necesidad de que esté viva me lleva a tomarle el pulso, es claro, está muerta. En su cuello hay una gran mancha de sangre.

Veo que Ann se mueve entre las sombras, regresa con un pedazo de madera en su mano, l parecer la rama seca de algún árbol. Ella camina hacia el auto, yo sigo de rodillas ante la chica muerta, era tan joven, tan hermosa. Ann regresa con una especie de antorcha que nos ilumina y en la otra mano un bidón de gasolina.

—Ponla junto a él —yo obedezco.

El molesto olor a combustible llega a mis fozas mientras ell lo arroja sobre los dos cuerpos, recoge la cabeza suelta del piso agarrándola por los pelos.

—Tómala — ¿es una broma? Mis manos no se mueven —Que la tomes —repite y la agarro como mismo la traía ella.

Ann pone la punta encendida de la antorcha sobre los cadáveres, el fuego reconoce de forma automática el gusto por el líquido inflamable y devora todo a su paso.

—Debemos irnos. — ¿Y la cabeza? ¿Piensa que la lleve? Ella parece leer mis pensamientos —Ponla en una bolsa, la necesitarás más tarde.



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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