El psicólogo incompetente

Capítulo 32

—Toc, toc — llamo a la puerta de su habitación —Hola. —le doy la sonrisa más falsa que tengo hora mismo.

Sé que mi visita le sorprende, sé que tuvo algo que ver en todo esto, él debe saber dónde está James y esa pulgosa chupasangre. Su rostro es de sorpresa, intenta balbucear algo.

— ¿Se puede saber a dónde vas tan trajeado a las 9 de la noche? —pregunto entrando sin que nadie me invite.

—Voy a bailar con unos amigos. ¿Te quieres unir? 

¿Acaso me cree idiota? Ahora mismo quiero matarlo solo por ser parte de todo esto.

—Mark, sería un placer pero ya quede con alguien esta noche. Tengo cita con tu buen amigo James —mis manos se deslizan sobre su colchón.

—A pues, que les vaya bien.

En un solo movimiento pongo la punta de mi espada e su cuello, sus ojos se abren, seguro que no esperaba esto.

—No juegues conmigo Mark, sé que sabes dónde está.

—No sé cuáles son tus asuntos con James —hace una seña con las manos para calmarme —Pero no soy parte de nada de eso.

—Sé que fue a verte antes de huir con ella, no sabes en que clases de problemas te has metido. —Veo que duda unos segundos entre traicionar a su amigo y no saber cuan seria puede ser mi amenaza —James ha sacado a una estudiante del reformatorio. Estoy seguro que te dijo que era para protegerla pero no lo es…

— ¿Esperas que le crea a la loca que tiene una espada en mi cuello y no a mi migo de toda la vida?

Tengo claro que por el camino de la violencia no lograré sacarle nada. Bajo la punta de mi espada deslizándose de forma lenta sobre su ropa hasta el suelo.

—Yo solo estoy cumpliendo con mi trabajo. Esto es un secuestro de un menor de edad.

—Tengo entendido que ya cumplió dieciocho.

—Lo que no tienes entendido es que es una persona muy, pero muy peligrosa y que lo más posible es que tu amigo ahora mismo ya esté muerto. Ahora, o me ayudas por las buenas, o me ayudas por las malas —vuelvo a apuntar hacia él con la espada. 

—Con certeza no sé dónde estarán ahora, han pasado algunos días de ello.

—Yo me encargaré de rastrearlos, solo dime lo que sabes.

—Los dejé en un pueblo a unas horas de viaje en auto de aquí.

—Solo espero que tu amigo siga vivo —guardo mi arma y camino hacia la puerta —Que te diviertas bailando.

A mí me espera mi propio baile.

(…)

—Tienes que tomarte la medicina — “medicina” un nuevo termino menos atroz para referirme a la sangre. Le aclaro besándola, pero el beso se prolonga. 

Nuestros labios se unen como imanes, y nuestras lenguas juegan en el interior de nuestras bocas. Nos adentramos en su habitación inconscientemente, por lo menos por mi parte, la aparto de mí al llegar frente a la cama improvisada.

— ¿Qué pasa?

—Solo, que no puedo, no de esta manera —le doy un beso en la frente, salgo y le traigo una botella con sangre —Aun no es el momento.

Todo está siendo tan extraño. De la noche a la mañana es suelta, abierta, sin miedo a exponerse. Tal vez cree que si se descontrola simplemente puede desaparecer los testigos. Es una nueva versión de ella más libre.

—Tranquilo, si lo es —ella deja la botella en el suelo y salta a mi cintura envolviéndome con sus piernas.

Su boca me atrapa con facilidad y yo me dejo guiar por el deseo. De a poco me agacho para depositarla sobre la cama y quedarme encima. Mis manos se muevan por su piel a la vez que las de ella me acarician el rostro.

— ¿Segura? —vuelve a asentir.

—James, yo quiero esto, tú quieres esto. Deja de poner peros.

Con los dientes muerde mi labio inferior y lo estira hacia abajo en señal de deseo. Tomo la manta y la pongo sobre nosotros para conservar el calor que ambos despedimos. La ropa se va deslizando hacia poco fuera de nuestro pequeño espacio mientras avanzan los besos. 

Los bellos de su piel se erizan cuando la roza mi aliento, subo por la pequeña curva que divide su abdomen hasta sus senos. Mi lengua escala esas cúspides que se alzan como montañas. 

—Ah —un gemido escapa de Amy y yo avanzo. Tomo esos pequeños cúmulos en i boca para jugar con ellos y chuparlos.

Ella mueve su cuerpo que atrapa al mío obligando a rozar sus zonas bajas con mi notable erección. Una de mis manos baja hacia ella, para acariciar con esos mismos movimientos la hendidura entre sus labios. Aumento el ritmo y los muevo en círculos alrededor de su clítoris.

—Si —exclama a la vez que reclama mi rostro frente al suyo con las manos.

Mis dedos se deslizan más abajo, guiados por su humedad, y buscan entrar en esa cueva nunca antes explorada. Ellos se mueven entre sus apretadas paredes, sintiendo su calor y recorren cada centímetro.

Ya no puedo aguantar más lo deseos, mi propia necesidad me pide estar dentro de ella. 

— ¿Estás lista? —ella asiente molesta ya por mi insistencia en eso.

Mi miembro entra de a poco tomando poder de cada espacio, ella hace una mueca entr el dolor y el placer.

— ¿Te duele? 

—No, solo sigue por favor.

Mi cuerpo se empieza a mover de forma lenta sobre ella, quiero que solo disfrute y no quiero lastimarla. A medida que noto que su interior cede empiezo a moverme de una forma más rápida. Nuestras respiraciones se agitan despidiendo calor desde nuestros alientos. Él frío del ambiente ya no existe, solo el cálido sentir de nuestro amor.

—Te amo Amy. —sale de lo profundo de mi alma.

—Te amo James.

(…)

En medio de la madrugada vuelvo a escuchar los gritos de sus pesadillas y corro hacia ella. Abro la puerta de la habitación y la despierto rápidamente. Abre los ojos y me abraza fuerte, un poco más y podría haberme dejado sin costillas. 

Me dice que había soñado que yo la mataba, no me veo haciendo eso. Me quedo con ella en su habitación para hacerle compañía. Fue la primera vez que adoré más que nunca despertar, verla aquí, a mi lado, me, me hace pensar que seguía soñando.



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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