El psicólogo incompetente

Capítulo 33

Acordamos para hoy un paseo nocturno, caminar bajo las estrellas, hablar un rato. Tranquilos, como dos personas normales, como antes de saber su secreto y mi vida pasase a ser parte de algo más que despertar todos los días, a pasar a sacarle sangre a los animales y guardar el secreto que podría hacerme rico y famoso.

— ¡Aquí estoy! —me anuncia pegando un brinco que la deja justo frente a mí con su actual descarga de alegría y adrenalina —y creo que te gustará saber que ya cené

—Eso es genial, pero esta noche no eres un vampiro.

Me causa gracia su reacción al oírme decirlo, de incredulidad y la vez asustada. Paso la mano por su pelo que está suelto para ponerlo detrás de su oreja.

— ¿A no?

—No.

Intenta ocultar su sonrisa y aparta mi mano para hacer el mismo gesto con la mía.

— ¿Y que soy?

—El amor de mi vida —digo extendiendo el brazo para que ella lo tomara y comenzar nuestro paseo

— ¿Has ido a un cine alguna vez?

—No. ¿Por qué preguntas?

—Porque estar aquí contigo bajo este hermoso paisaje nocturno me recuerda una película que vi hace mucho.

Recuerdo esa noche con Pamela, los dos en mi auto frente una pantalla gigante, dejándonos envolver por la maravilla de ver personas moviéndose en un pantalla. Nunca pensé volver a enamorarme así, hasta ella. 

— ¿Y qué hacen las personas en las películas? —pregunta coqueta acercándose más a mi

—Esto —comienzo a besarla, y un beso lleva a otro y una cosa trae a la otra. 

Sus cabellos enredados en mis dedos, nuestros cuerpos y almas eran son solo uno, mis manos recorren su cuerpo y las de ella acarician mi rostro. La ropa empieza a estorbar, necesito sentir su piel contra la mía, fría temperatura fundirse con mi ardiente fervor.

—Deberíamos detenernos o acabaré haciéndote el amor a la luz de la luna.

Mi lenguaje tan directo la sorprende y me sorprende a mí mismo. No me gustaba referirme nuestra relación física así, tan literal, para mí es algo único cada vez que nuestras pieles están juntas.

— ¿Y eso que tiene de malo? —sus ojos brillan con malicia. 

Yo también rio con su perspicacia, ¿desde cuándo es tan… tan… libre?

—Fuera de que puedo agarrar una neumonía nada de malo, de hecho creo que valdría la pena.

Detengo nuestros besos unos segundos. Había aguardado hasta este momento para darle una noticia que no sé cómo asumirá, pero no puedo seguir demorándolo, la luna llena se acerca y necesito tiempo.

—Debo dejarte sola unos días, debo arreglar algo antes de que llegue el día.

Aquello que me había pedido la bruja no era algo fácil de asumir, pero debía hacerlo, por ella.

— ¿Me quedaré sola? ¿Y qué pasa si algo ocurre? Por favor, déjame ir contigo.

A mí también me da miedo dejarla sola, parece controlarse muy bien pero tal vez es solo porque la vigilo. También temo porque la organización nos esté buscando y la encuentren, y esté sola y desprotegida.

—Debo ir solo Amy, sé que estarás bien.

—Yo no estoy tan segura. No quiero estar sola.

Yo tampoco quiero dejarla sola, pero no puedo llevarla conmigo.

—Amy, por favor, lo necesito. Necesito saber que estrás bien. 

Necesito al menos esa paz y esa seguridad en mi vida. No puedo estar afrontando lo que tengo que afrontar con Amy a cada segundo en mi cabeza, aunque ella ya esté ahí.  

Un suspiro de resignación sale de ella, no pido que me entienda, bueno, en realidad sí.  

—Está bien. —le doy un beso corto como agradecimiento por darme esta calma.

— ¿Estarás bien?

—Lo estaré.

— ¿Te controlarás? 

Espero que lo haga que lo logré.

—Lo haré.

(…)

Me levanto de madrugada, Amy sigue dormida. La decisión de dejarla sola me preocupa, pero es algo que tengo que hacer. Tengo un largo camino que recorrer, mi mejor opción es pararme cerca de la carretera y esperar que alguien haga una buena obra de llevarme o pase un bus.

Para mi suerte no tengo que esperar mucho, un gran autobús amarillo parece entre el paisaje gris y se detiene a llevarme. Es solo una hora, pero cada minuto está cargado de demasiados pensamientos duros. Tengo que matar a mi padre, la persona que más amo, la persona que ha dado todo por mí, si fuera mi vida fuese distinto ¿Qué derecho tengo a exigir la de él?

Me bajo en el centro de un pueblo, camino y pregunto a la gente mostrándoles una foto de mi padre. Una señora dice reconocerlo y me manda a un pequeño hotel donde parece ser el cocinero, eso suena a papá.

Parece haber visto un fantasma cuando me reconoce, avanza hacia mí y toca mi rostro para verificar que soy yo, algo pesado corre por mi garganta y algo aún más pesado siento golpear mi cara. Como si fuera un niño me toma por una de mis orejas y me hala hacia la cocina entre chillidos.

—Auch —digo cuando me suelta — ¿Qué pasa? ¿De qué me he perdido? ¿No te alegras de verme?

—Debería matarte por tu singular imprudencia.

Su rostro es serio, reclamante, las venas de su cuello laten embravecidas. 

—Pesé que me habías entendido. —ahora lo entiendo todo, hizo lo mismo que aquel día en la cena — ¿Me engañaste?

—Sí, lo hice para buscar a Ann y trazar una alternativa.

Tiene el descaro de admitir que ha jugado con mi confianza, otra ve, que se ha ido a mis espaldas para hacer “lo mejor para mí”

Un segundo pensamiento viene a mi mente ¿Ann está bien? Seguro estaba enojada por mi traición, en el fondo me duele haberle hecho daño, no soy de esos hombres.

— ¿Cómo está ella?

—Hecha una fiera, estoy seguro que ahora mismo lo mejor para ti será no cruzarte en su camino.

Conociéndola es bastante seguro.

— ¿Volviste a decirme lo que quería oír solo para salirte con la tuya? —le reclamo.

— ¡Tú no estás pensando con claridad! ¡Ella te tiene embrujado! No puedo abrirte los ojos si te niegas a ello.



#9543 en Fantasía
#3660 en Personajes sobrenaturales
#20233 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.