El psicólogo incompetente

Capítulo 37

Los rayos del sol que se cuelan por los huecos de la madera me despierta, estoy en el suelo y los amarres se han soltado. ¿Me ha liberado ella? 

¡Amy!

Me lanzo a correr, unas horas de sueño me hacen sentir más rehabilitado, espero que esté bien, que ella no haya logrado hacerle daño. Que haya podido escapar, que me esté esperando y me diga que todo lo que dijo la bruja no sea cierto. Lo necesito, no puedo perderla.

  Con la poca fuerza que queda oculta en mis músculos logro regresar a tiempo a la “casa” de la otra no bruja, por así decirlo. La puerta se abre a penas me pongo en frente, la imagen que tengo frente a mi es desgarradora, veo sangre en todos lados, cosas arrojadas. 

Amy.

Las lágrimas emergen de mis ojos a medida que avanzo hacia el cuarto buscando su cuerpo, pero no es con el de ella con el que me topo. El cadáver de nuestra anfitriona yace en el suelo desangrado a un lado, y el de la vieja bruja está decapitado sobre la cama.

No hay señales de Amy ni de las niñas, la desesperación azota mi mente, no sé qué hacer, estoy totalmente desconcertado. ¿Dónde están? ¿Qué ha pasado? ¿Escaparon? ¿Me esperan fuera? Es el único rayo de esperanza que me permite moverme.

Subo la enorme escalera con forma de caracol hacia la superficie, no veo a nadie, ni huellas tampoco que me den una idea clara de donde están. Debió ir hacia el pueblo del que escapamos, lo mejor está en nuestra casa, sabe que la buscaría ahí.

A paso apurado intento saldar la distancia lo más rápido posible, me mueve la adrenalina de querer verla. Empiezo a pasar por surcos que reconozco, lo que me anuncia que ya estoy cerca, cada vez más cerca.

Muevo la puerta improvisada y otra vez vacío, vacío como mi alma, excepto por el dolor que la llena. La impotencia me consume, la rabia, tengo que encontrarla tengo que encontrarlas. Sin saber bien a donde voy tomo el camino que sale del pueblo hacia la carretera principal, debo regresar a la ciudad, pero, ya no me queda nadie, la organización debe estarme buscando, ¿A quién voy a pedirle ayuda?

Mark, Mark debe seguir hospedado en ese hotel, el seguro podrá ayudarme, en mi auto podremos recorrer mayores distancias y encontrarlas.

Descanso mis pies sobre una piedra mientras espero que pase algún bus o algún auto. No quiero estar sentado, la impaciencia quiere que camine en círculos, pero el agotamiento de mi cuerpo mantiene mis nalgas pegadas a la roca.

Mis esperanzas se abren cuando veo un bus llegar y detenerse. Mientras espera, pero al menos sé que esta me acerca a mi destino. La gente me mira mal y es que debo lucir horrible, es que huelo horrible, no los puedo culpar, parezco indigente.

Finalmente me bajo frente al hotel pero dudo que alguien me deje pasar en estas pintas, busco una llave de agua pública para acicalar mi rostro un poco, sacudo la chaqueta dándole golpes contra una pared para devolverle el color un poco. Pareces borracho, pero al menos no indigente, los borrachos pueden permitirse hoteles.

Pido a la recepcionista el número de habitación de Mark quien de mala gana llama para confirmar mi visita.

—Segunda planta, tercera habitación —dice colgando la llamada.

—Gracias —espeto y subo buscando la dirección que me ha dado.

Toco a la puerta y él la abre de inmediato, estaba esperándome.

—James, luces horrible, —dice él observándome — ¿Qué te ha pasado?

—Es una larga historia.

—Tienes tiempo para contármela, pero primero entra a la ducha en lo que busco algo de comer.

Intento protestar pero no me lo permite, voy al baño. Extrañaba sentir el agua caliente recorrerme, el olor del jabón, cuan suave podría ser mi piel, y sobre todo, su color blanco que se había degradado a color churre.

Tomo una ropa del armario de Mark y me miro al espejo, siento que vuelvo a ser yo, James, el médico, el chico bueno. Mi amigo entra por la puerta con una gran bandeja de comida, comida de verdad, no lo que he estado consumiendo los últimos días.

—Bien, mientras comes necesito que me digas donde has estado, donde está Amy, ¿Qué te ha pasado?

—Es una historia muy complicada que no vas a creer del todo —digo mientras intento que mis palabras no me atraganten. —Amy está embarazada, de mí, pero no sé dónde está.

— ¿Huyó? 

—Sí, no. —noto que lo confundo —huyó pero no de mí, sino de unas personas que intentaron matarla, a mí me dejaron inconsciente mientras pasó. No puede estar muy lejos, necesito que busques mi auto y me ayudes a encontrarla, me preocupan las niñas.

— ¿Niñas?

—Es solo un presentimiento —Mark ha sacado cuentas rápido, no puedo decirle que sé que trae gemelas y niñas, abusaría de su confianza mi palabra. ¿Puedes hacerlo?

—Iré ahora mismo al reformatorio a buscarlo.

—Gracias amigo.

—Todo por mis sobrinas. —no entiendo cómo puede bromear en un momento como este – ¿Pero por qué intentaron matarla?

—Por las mismas razones que la saqué del reformatorio, juro que te explicaré todo al detalle luego, pero necesito que busques el auto ahora.

Mark hace una sea de “a la orden” con las manos y se detiene en la puerta.

—Oye, ¿has visto a Ann? —me pregunta.

— ¿Ann? — ¿Ann, por qué?

—Ella estuvo aquí, quería información de como encontrarte, y cuando me puso una espada en el cuello y en las bolas no me quedó más opción que dársela. ¿No los encontró?

—No —me extraña, Ann es una excelente cazadora.

—Uff, me sentí culpable por eso, te metes con chicas muy extrañas.

Sale por la puerta de la habitación del hotel dejándome solo. Ann, ella estaba buscándonos, a lo mejor cuando Amy salió de la cueva de los brujos ella la atrapó. Si es así puede estar en cualquier parte, o en la iglesia siendo víctima de la extracción, o en el tercer piso del reformatorio, retenida.

Por lo menos ya tengo dos sitios por dónde empezar a buscar. 



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En el texto hay: misterio, amor, vampiro

Editado: 10.11.2022

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