El Psiquiátrico

PRÓLOGO

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Aparecí en una habitación apenas iluminada. Llevaba puesto un traje blanco, y las sábanas que me cubrían estaban manchadas... no podía distinguir de qué. Las paredes estaban cubiertas de moho por la humedad; insectos reptaban por los rincones y un olor nauseabundo lo invadía todo.

Había varias camas alrededor. Algunas tenían cuerpos... o al menos eso parecía. Estaban cubiertos con sábanas, y la poca luz no me permitía ver bien. El miedo me paralizó; sentí cómo mi respiración se volvía pesada. De repente, un temblor sacudió el suelo. Tropecé y caí. Creo que golpeé mi cabeza. Cuando abrí los ojos, estaba en un hospital.

Todo era blanco y silencioso, pero mi mente era un caos. ¿Cómo diablos llegué aquí? Un grupo de doctores y enfermeras irrumpió en la habitación, manipulando aparatos y ajustando los tubos conectados a mi cuerpo. No recuerdo más.

Debí perder el conocimiento otra vez. Al despertar, ya no estaba en el hospital. Volvía a estar en esa habitación. Esta vez, había más luz... y un enorme espejo frente a mí. No había puertas, ni ventanas. Nada.

Me acerqué lentamente. Mi reflejo mostraba a una chica con el cabello enredado, el rostro sucio y moretones en los brazos. Pero... no estaba sola. En el espejo, alguien estaba detrás de mí. Me giré. Nadie. Sentí un tirón violento del cabello, desde dentro del espejo. Un vacío me atravesó el pecho.

Estaba cayendo. Cerré los ojos y pensé:

—Tal vez así duela menos el impacto.

Cuando desperté, estaba amarrada a una silla, con una camisa de fuerza. Y esta vez... no había espejos.




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