El Psiquiátrico

PERSPECTIVA DE AMARA

☽⛓𝔈𝔵𝔱𝔯𝔞⛓☾

ANTES DE QUE TODO DESAPARECIERA

A veces me pregunto si la gente se da cuenta del momento exacto en que su vida cambia para siempre. Yo no lo hice. Esa mañana me desperté con el cabello hecho un desastre —como siempre— y con esa pereza que me daba vivir tan lejos de la universidad. Me miré en el espejo antes de salir y pensé que mis pecas estaban más marcadas que de costumbre. Me puse un labial suave, por costumbre más que por vanidad, y salí corriendo como si el mundo no fuera a derrumbarse horas después. La brisa olía a pan recién hecho y a gasolina. Mi mamá me gritó desde la puerta:

—¡Amara, desayuna al menos una galleta!

—¡Después! ¡Llego tarde! —contesté, sin voltear.

Me odié por no regresar a decirle "te quiero". Esas cosas siempre se dicen tarde. En el bus estudié un rato, o fingí hacerlo. Mi mente estaba en otra parte. Pensando en la presentación que tenía ese día, en si Becky ya habría llegado a la universidad como siempre, quince minutos antes para "agarrar sombra", según ella. Cuando llegué, ahí estaba. Becky sonriendo, moviendo sus rizos mientras hablaba con Santiago sobre algo que probablemente no tenía ninguna importancia, pero la hacía reír. Y yo la vi desde lejos, con esa sensación cálida de que hay personas que son hogar sin tener paredes.

—¡Amara! —me llamó cuando me vio—. ¡Está haciendo un calor horrible, casi me derrito!

—No te quejes, tú te derrites pero yo me derramo —respondí, y nos reímos las dos.

Nos abrazamos, como si cada día fuera un ritual. Y aunque ahora todo esté roto, en ese momento era fácil. Era simple. Éramos felices sin saberlo. Pasamos el día entero juntas. Almorzamos papitas y jugo como niñas chiquitas; Becky me arregló un mechón del cabello como siempre; yo le dije que estuviera pendiente cuando fuera a casa de su novio esa noche, porque la zona era medio fea. Ella rodó los ojos.

—Amara, por favor. Ni que me fueran a secuestrar.

Ojalá ese chiste no hubiera existido nunca. Cayó la tarde. Me despedí de ella en la entrada. Becky caminó hacia su casa por un lado; yo, hacia la mía por el otro. Le envié un mensaje: "Avísame cuando llegues. No seas irresponsable. – A." Ella dejó el mensaje en visto, como siempre hacía cuando estaba apurada, pero me mandó un audio de risa diciendo "yaaa Rayitaaa". Caminé tranquila. Hacía frío. El cielo estaba gris. No había nada raro. Hasta que sí lo hubo.

Primero fue el olor. Era cloro muy fuerte, demasiado fuerte para una calle vacía. Volteé, creyendo que era un carro, una fuga, algo normal. Pero no. Una camioneta sin placa dobló la esquina hacia mí. Pensé en gritar, pero no dio tiempo. Sentí el corazón reventarme en el pecho. Una mano me tapó la boca. Un brazo me rodeó la cintura. Mis pies dejaron de tocar el suelo. Intenté morder, patear, empujar. Nada funcionó. Escuché una voz masculina decir:

—Tenemos a la segunda. A la pelirroja.

Segundo. ¿Quién era la primera? Intenté gritar el nombre de Becky. No sé si salió. No sé si lo soñé. No sé si fue solo mi corazón rompiéndose mientras me arrastraban hacia la oscuridad del vehículo. La puerta se cerró. Olía a cloro, metal y algo más... algo que todavía hoy siento en los huesos. Y mi mundo se apagó.

DURANTE EL EXPERIMENTO

El primer sonido que recuerdo no fue una voz. Fue un goteo, rítmico, lento, constante. Ploc. Ploc. Ploc. Después vino el zumbido. Como si un panal entero viviera dentro de mi cabeza. Intenté mover los dedos, pero estaban atados. No sentía el cuerpo. Ni siquiera sabía si todavía lo tenía. Abrí los ojos. Había una luz blanca, demasiado fuerte que me quemó los ojos. Alguien hablaba cerca, pero las palabras se mezclaban con el pitido del monitor. "Paciente 2... actividad alta... no sedarla todavía." Otra voz respondió, más fría: "Si despierta del todo, perderemos la sincronía."

¿Que? ¿Paciente 2? ¿Quién era el 1? El olor a cloro y metal hacía que se me revolviera el estómago. Intenté gritar, pero solo salió un sonido áspero, una especie de rugido bajo. Un rostro se inclinó sobre mí. Llevaba mascarilla y tenía ojos grises. Supe, sin entender por qué, que ese hombre era Vincent.

—Tranquila, Amara —dijo con voz tranquila—. Todo irá bien si cooperas.

Supe entonces que no iba a ir bien. Sentí algo frío entrando por el brazo. Un líquido espeso, pesado. Las luces se doblaron. Las paredes se estiraron hacia atrás. Oí voces solapadas, algunas rezando, otras llorando. Y entre todas, una que no era de los médicos. Suave. Femenina. Temblorosa.

—¿Amara? ¿Me escuchas?

Intenté responder, pero mi lengua no se movió. La voz siguió:

—Resiste. No te duermas. Prometimos no soltarnos...Era...Becky. Estoy segura. Aunque en ese momento no recordaba quién era Becky, la voz me atravesó como una verdad olvidada. El corazón me golpeó el pecho, y la máquina empezó a pitar más rápido. Vincent frunció el ceño.

—Aumenten la dosis —ordenó.

Una aguja más. Un ardor subiendo por la vena. Mi respiración se cortó. Intenté abrir la boca, decirle a esa voz que no se fuera. Pero el mundo se volvió agua. Escuché los pasos alejarse. El goteo siguió. Ploc. Ploc. Ploc. Pensé en mi madre, en la galleta que no comí, en el mensaje sin responder, en una promesa que no entendía. Y cuando la oscuridad me tragó, juraría haber sentido unos dedos rozando los míos.

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La conciencia volvió solo un instante más tarde. O eso creo. Alguien me estaba observando desde la camilla de enfrente. Cabello rizado. Ojos cerrados. Electrodos en el pecho. No sabía su nombre, pero algo en mí quiso gritar "despierta". La garganta no obedeció. Y luego, el apagón.

CUANDO DESPERTÉ EN EL HOSPITAL

Desperté con el sabor del polvo en la boca. No recordaba haber dormido, ni haber soñado. Solo abrí los ojos y el techo blanco estaba allí, tan inmóvil que parecía observarme. El aire olía a cloro, y a algo más... algo viejo, como ropa guardada demasiado tiempo. Intenté incorporarme, pero el cuerpo me respondió con un tirón agudo en los brazos. Estaba conectada a tubos, agujas, una máquina que respiraba por mí con un suspiro artificial.




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