La sombra bajo la puerta permanece quieta. Demasiado quieta. Como si supiera que la estoy mirando desde el borde de la cama. Como si disfrutara la idea. Yo no me muevo tampoco. No puedo. El papel aún está entre mis dedos. "Deja de buscar la verdad. Ya la llevas debajo de la piel." Siento esa frase atravesarme como un bisturí. Lentamente, la sombra desaparece. Ni pasos, ni sonido. Simplemente... ya no está. Trago saliva. Mi garganta sabe a hierro. A miedo. Miro mis brazos. Mis manos. Mis clavículas. La marca. Las líneas. Tres cicatrices que no estaban... pero ahora duelen como si hubieran ardido desde siempre. No es solo miedo. Es rabia. Es confusión. Es esa sensación asquerosa de saber que mi propio cuerpo guarda secretos que yo nunca autoricé.
Me levanto y camino hacia el espejo. La luz parpadea. Mi reflejo parpadea también, con un retraso mínimo...como si no fuera un reflejo, sino una imitación.
—¿Qué más me escondieron? —susurro. Toco la primera línea bajo mi clavícula. Un ardor sube directo al cuello. Como si la marca respondiera al contacto. Luego sigo el camino de la segunda línea...y algo extraño pasa. El espejo cambia. Apenas un segundo. Un destello. Me veo a mí...pero con más cicatrices. Muchas más. Cubriendo el torso, el abdomen, los brazos. Formando palabras. O números. O códigos. Parpadeo y el reflejo vuelve a ser el de siempre. Sin marcas adicionales. Pero sé lo que vi. Sé que no fue mi imaginación. Se que no estoy loca.
—¿Qué hicieron conmigo? —pregunto, aunque sé que nadie va a responderme. Abro el diario otra vez. Busco desesperada alguna pista, alguna señal. Algo que me diga qué significan esas tres líneas. Paso páginas llenas de garabatos, listas de nombres tachados, notas cortadas en medio por el llanto o el terror de quien las escribió. Hasta que encuentro algo. Una página a medio quemar. Las esquinas negras, el centro aún legible. Ahí están. Tres líneas paralelas dibujadas con tinta gruesa. Y debajo: "Código 23—A. Cicatriz de activación." Mi estómago se hunde. Siento como si la habitación entera se inclinara hacia adelante, obligándome a caer en la verdad. Cicatriz de activación. Como si yo fuera un dispositivo. Un experimento incompleto. Algo diseñado para... ¿qué? ¿Para quién?
Mi respiración se acorta. No puedo quedarme aquí. Empiezo a caminar hacia la puerta. Mis pasos suenan huecos. Como si el piso estuviera vacío debajo. Pongo la mano en la manija. Antes de girarla, veo algo por el rabillo del ojo. Mi reflejo. Pero no está copiando mis movimientos. Se queda quieto. Muy quieto. Me mira de una manera inquietante. Y sonríe con una calma que me revuelve el alma.
—Ya empezaste a despertar —dice con labios que no se mueven sincronizados con los míos.
Doy un paso atrás. Tengo el diario en una mano. La nota arrugada en la otra. Las marcas quemando mi piel. El reflejo repite:
—La verdad no está en el hospital...está en ti.
La luz explota. El espejo se quiebra de golpe. Cientos de fragmentos cayendo como lluvia afilada. Mi reflejo se dispersa en mil pedazos. Pero sigo escuchándola reír...Como si hubiera quedado atrapada en cada trozo del espejo roto. Los pedazos del espejo siguen vibrando en el suelo. Lo juro. Casi como si respiraran. La risa atrapada en ellos se apaga poco a poco, deshaciéndose en un eco fino, agudo, que se mete entre mis huesos. Mis manos están temblando. El aire huele a vidrio quemado. No sé si quedarme quieta o patear todo hasta hacerlo polvo. Pero algo en mí... algo que no entiendo... me obliga a mirar el suelo. Hay un reflejo diferente en uno de los fragmentos. Un destello. Una sombra que no corresponde a mi cuerpo. Me acerco despacio. Me arrodillo y extiendo el brazo para tocar el fragmento. Y lo veo. No soy yo. Es la otra. La versión original. La que salió de debajo de la cama. Mi rostro... pero vacío, sin vida en los ojos. Ella levanta el mentón como si pudiera verme, aunque sé que es solo un reflejo. O eso debería ser.
—No ignores las marcas —dice sin mover la boca, pero la voz suena perturbadora.
El calor vuelve a mi clavícula, tan fuerte que tengo que apretar los dientes. Me incorporo con torpeza y me llevo la mano a la piel marcada. Arde más. Como si estuviera reaccionando al espejo...o a su presencia. El diario cae abierto en el suelo. Una página se dobla por el viento inexistente de la habitación. Me agacho para levantarlo, pero algo en la página me detiene. Es un dibujo. Tres líneas paralelas, idénticas a mis cicatrices. Y debajo: "Patrón 23A — Secuencia de Despertar (Etapa 1)". Mi corazón se congela.
—¿Qué... significa esto? —susurro. Paso la página. Mis dedos ya no sienten el papel; siento como tiemblo, siento el miedo puro de mi cuerpo y la adrenalina. La siguiente línea dice: "Activación registrada. Sujeto comenzará a recordar." Cierro los ojos con fuerza. Siento en la parte trasera de mi cabeza. No es dolor. Es algo más...como si una parte de mi memoria estuviera oxidada y de repente alguien la estuviera rascando desde dentro. Siento un flash, como si fuera el de una cámara, pero no lo veo. Mi cuerpo en una camilla. Manos sujetando mis muñecas. Un líquido frío entrando por mi brazo. Una voz contando números. Cinco. Cuatro. Tres... Abro los ojos de golpe. El recuerdo desaparece tan rápido como llegó.
—Esto no puede estar pasándome —balbuceo, respirando entrecortado. Miro mi piel. Las tres líneas siguen allí. Rojas y más vivas que antes, como si fueran nuevas. Y entonces lo siento. Un latido. Justo bajo las cicatrices. No del corazón. De la piel. Como si algo dentro de mí respondiera a las palabras del diario. Como si mi cuerpo estuviera siguiendo un proceso que yo no había pedido. Mi garganta se cierra. Me sostengo de la pared para no caer. Miro el diario otra vez. La siguiente línea me destroza: "Etapa 2: Reacción emocional. El sujeto verá rostros que no recuerda... pero que pertenecen a su vida real." En ese momento, la puerta cruje. No hay golpes. Ni sombra. Ni voz. Solo el sonido más suave del mundo. El de alguien apoyando la mano en la puerta desde afuera. Y escucho una respiración. Cansada y temblorosa. Alguien susurra: