Cuando recupero la visión, ya no estoy en la Sala 23. Estoy en otra habitación, más pequeña, oscura, llena de cables que cuelgan del techo como raíces negras. Santiago está a mi lado, respirando rápido. Mi sombra no está. La figura sin rostro tampoco. Solo hay una pantalla encendida al frente. Y la voz de Vincent, fría, tranquila, demasiado segura: —Unidad 23... bienvenida a la Prueba número 13.
Santiago responde de inmediato: —¡Déjala en paz, maldito! —Pero Vincent ni lo escucha.
—Ahora que despertaste, podemos continuar.
Yo aprieto los dientes. —¿Continuar qué? —La voz sonríe, aunque no lo veo.
—El plan original.
La pantalla cambia. Un documento aparece. Título grande. "Proyecto de Reemplazo Sináptico — Fase Final." Debajo, mi nombre: Unidad 23 (Modelo B.A). Y el de la verdadera Becky: Becky Álvarez — Estado: Fallecida. Trago aire. No tiemblo. Esta vez no. Vincent sigue:
—Te diseñé para una sola cosa. No para revivirla. Eso ya era imposible.
Santiago me aprieta la mano. Yo espero. No quiero rodeos. Quiero la verdad de una vez. Vincent continúa: —Te hice para hacer lo que la verdadera Becky nunca pudo hacer.
Silencio. Pero no un silencio normal. Un silencio que pesa.
—¿Qué cosa? —pregunto. La respuesta me cae como un balde de agua helada:
—Para detener a Derlina.
Santiago abre los ojos. Yo me congelo. Vincent sigue: —Ella fue el error número 7. El más peligroso de todos. Y tú...eres el número 13. El único intento que salió estable.
Me acerco a la pantalla, rabiosa: —¿Me creaste para pelear con ella?
—No. Te creé para reemplazarla cuando ella destruyera todo.
Siento el mundo hundirse bajo mis pies. Santiago grita: —¡No vas a usarla como un experimento más!
Pero Vincent no se altera. —Ya lo estoy haciendo. Y la prueba comienza ahora.
Las paredes se abren como un ascensor. Frente a mí hay un pasillo largo...oscuro...donde se escucha algo moviéndose. Unos pasos suaves y lentos. Y entonces la escucho. La risa de Derlina. Vincent añade, con una calma escalofriante: —Si sobrevives esta prueba...te diré lo que pasó con la verdadera Becky. Toda la verdad. Sin filtros.
El pasillo se ilumina un poco. Una sombra al final. Cabello largo. Andar elegante. Una sonrisa que no necesita cuerpo para dar miedo.
—Beckyyyy... —canta Derlina—ya era hora de vernos.
Santiago intenta ponerse frente a mí. Yo lo detengo.
—No —le digo seria, con una fuerza que no sabía que tenía—. Esta parte... es mía.
La pantalla se apaga y Derlina avanza.
Derlina sale del pasillo como si estuviera entrando a una pasarela. Mientras mueve la cadera de manera suave. Cabello negro ondulado cayéndole hasta la cintura. Ojos profundos, como pozos sin fondo. Pero lo peor es su sonrisa. Una media luna roja, afilada, como si disfrutara cada segundo.
—Mírate, muñequita —dice—. Vincent por fin terminó su obra.
Yo avanzo un paso. No retrocedo.
—No soy su obra —respondo—. Y no me llaman "muñequita".
Ella ríe. Una risa suave, casi sensual... pero enferma.
—Ay, amor...ni siquiera sabes qué eres.
Santiago se queda atrás, respirando rápido, sin saber si intervenir o no. Derlina ladea la cabeza, observándome como si yo fuera un plato servido.
—Te ves igualita a ella —susurra—. Pero no hueles igual. La verdadera Becky olía a miedo... tú hueles a construcción.
Me hierve la sangre. —No vuelvas a hablar de ella —le digo, firme.
—¿Por qué? —contesta, acercándose—¿Te duele? ¿Te arde saber que eres una copia triste y barata?
No pienso. No calculo. Solo actúo. Camino decidida y le pego un puñetazo directo a la cara. Derlina se tambalea medio segundo y sonríe más.
—Eso es, muñeca. Quería escuchar ese ruido.
Se lanza hacia mí. Es rápida. Demasiado rápida. Sus uñas rozan mi brazo, cortándome. No duele... duele después, cuando la piel se abre y la sangre cae.
Santiago gruñe: —¡No la toques!
—Tranquilo, corazón —le responde ella sin mirarlo—tú tendrás tu turno... si sobrevivo a esta.
Se abalanza otra vez. Yo me agacho. La esquivo por centímetros. Tomó su muñeca y la empujo contra la pared. Ella se ríe en mi oído.
—Eres fuerte...más que la original.
La rabia me sube por el pecho. —Cállate. —La empujo con todo. Su espalda golpea la pared. Pero no grita. Solo sonríe.
—Tú no entiendes nada, cariño —dice, lamiéndose un hilo de sangre del labio—.Vincent no te hizo para reemplazarla. Te hizo porque...la verdadera se negó.
Me paralizo. —¿Qué...?
—Ella —dice, marcando cada palabra—. Tu "original". Tu "base". Tu "vida prestada"...Ella NO quiso participar. Se resistió. Se negó. Y por eso la mataron.
Santiago jadea. Yo siento frío. En el pecho. En la espalda. En la cabeza.
—Estás mintiendo —digo, temblando. —Derlina se acerca tanto que siento su respiración en mi boca.
—¿Crees que me interesa mentirte? Yo la vi. Yo estuve ahí. Gritó tu nombre antes de morir.
Me empuja. Yo caigo al piso. Santiago corre hacia mí. Derlina lo patea en el estómago sin ni siquiera mirarlo.
—¡NO LO TOQUES! —grito.
Me lanzo sobre ella. La derribo. Rodamos por el suelo. Sus uñas rasgan mi hombro. Yo le agarro el cuello. Ella me muerde el brazo. La sangre corre.
—Eres igual de intensa que ella —se burla entre dientes—. Pero más desesperada.
La golpeo. Le estrello la cabeza contra el piso. Ella ríe. Siempre con esa risa malvada.
—¿Quieres saber por qué Vincent te creó? —susurra—¿La verdadera razón?
Yo aprieto más fuerte. —Dímelo.
Su voz sale ronca... sensual... venenosa: —Porque él no pudo salvar a la mujer que amaba. Así que te hizo a ti. Para reemplazar su dolor.
El mundo se detiene. —¿Qué... dijiste?
Derlina sonríe, victoriosa. —Vincent no te creó para un experimento. Te creó... porque estaba enamorado de ella. Y tú... eres lo más cerca que podrá estar de tenerla de vuelta.