El Psiquiátrico

SANVI REAPARECE - CAP 33

La estampida de cuerpos vacíos avanza. Sus pasos húmedos hacen un sonido viscoso que se mete bajo la piel. SPLAT. SPLAT. SPLAT. La otra Becky tira de mi camiseta, casi rompiéndola.

—¡MUÉVETE! —grita— ¡BECKY, TE VAN A ALCANZAR!

La Original se queda quieta, observándonos como quien mira un incendio hermoso. Yo retrocedo, pero mis piernas tiemblan tanto que se sienten ajenas. El líquido oscuro me escurre por el cuello. Los cuerpos vacíos levantan la cabeza oliéndome. Y uno, empieza a correr. Se me corta la respiración.

—¡NO LLEGAMOS A TIEMPO! —chilla mi otra versión— ¡NOS ALCANZAN!

El corredor completo se llena del sonido de la carne corriendo. Pies descalzos. Huesos chocando. Respiraciones falsas, imitadas. La Original sonríe, disfrutándolo. —Ellos saben quién eres. Tú los llamaste.

Ya no pienso. Solo me muevo. Me lanzo a la izquierda, la otra Becky me sigue, pero los cuerpos vacíos ya están demasiado cerca. Uno me agarra del brazo. Su piel es tan fría como hielo. Pego un grito. Me jala hacia él, torpe, desesperado, como un animal recién nacido intentando devorarme con una boca que no tiene. La otra Becky grita: —¡SUÉLTALA! —Le da una patada a la criatura, pero apenas se mueve.

La Original murmura: —No sirve pelearles. No tienen dolor, ni miedo, ni idea de lo que son.

El cuerpo sin rostro intenta subirse encima de mí. Siento sus dedos en mi cuello. Mi sombra interna rasguña mis costillas desde adentro. Y entonces, un sonido corto. SHHK. El cuerpo vacío se desploma. Yo caigo hacia atrás, jadeando. El pasillo queda en silencio durante un segundo, como si todo el hospital se hubiera detenido para mirar. La otra Becky me suelta el brazo.

—¿Qué... qué fue eso?

El cuerpo en el piso tiene una incisión perfecta en la nuca cortada perfectamente. Como si alguien supiera exactamente dónde apagarlo. Y entonces escucho una voz que conozco. Una voz que creí perdida.

—Dejen de gritar. Los están atrayendo a todos. Todo dentro de mí se detiene.

Mis pulmones, mis pensamientos, mi miedo. Esa voz...Esa voz no debería existir. Volteo lentamente, y allí en medio del corredor, entre las luces parpadeantes y los cuerpos retorciéndose, está ella. Sanvi. Su silueta es más delgada, su piel más pálida, como si hubiera estado meses sin dormir. La bata hospitalaria está rasgada. Tiene el cabello corto, como lo había descrito antes, pero ahora está desigual, como si lo hubieran arrancado por pedazos. Una vena inflamada recorre su cuello. Sus manos están manchadas de sangre seca. Pero sus ojos...sus ojos siguen siendo los de Sanvi. Vivos e inteligentes, pero cargados de rabia pura. La otra Becky se lleva una mano a la boca. La Original sonríe como si hubiera visto a un fantasma que esperaba desde hace años. Y Sanvi... ella me mira a mí, directo y sin pestañear. —Te dije que no volvieras sola —susurra—. Esto ya no es un hospital, Becky. Esto es un matadero.

Los cuerpos vacíos empiezan a levantarse de nuevo detrás de ella. Sanvi gira la muñeca y muestra una aguja quirúrgica larga, afilada y manchada. —Pueden imitar todo —dice tranquila— excepto cómo se mata. —Y da un paso hacia mí. —Vamos. Levántate. No te pienso dejar morir aquí. La otra Becky retrocede, desconfiada. La Original inclina la cabeza, evaluando. Pero yo siento algo deshacerse dentro de mí. Sanvi está viva. Y no viene a abrazar. Viene a pelear

Sanvi avanza sin miedo entre los cuerpos vacíos que intentan levantarse. Les pasa por encima como si fueran basura. Su mirada está fija en mí, solo en mí. —Levántate, Becky —repite—. Esto se va a poner peor.

La otra Becky me ayuda a ponerme de pie, pero se queda rígida cuando Sanvi se acerca. Es casi como si su presencia quemara el aire. La Original da un paso al frente y la observa con una sonrisa torcida. —Mírate. Siempre fuiste difícil de matar.

Sanvi la ignora. Ni siquiera pestañea. —Tú cállate —dice—. No eres real.

La Original deja de sonreír. Y el pasillo tiembla. Los focos parpadean con violencia. El polvo cae del techo. Los cuerpos vacíos se estremecen al mismo tiempo, como una sola criatura. Sanvi me toma del brazo, firme. —Ustedes dos —dice mirando a mis versiones— no me importan. La única que importa es Becky. La real.

La otra Becky se interpone, furiosa. —¿Y tú quién te crees para decidir eso?

Sanvi la mira de arriba abajo sin emoción. —Soy la que se quedó atrapada mientras ustedes desaparecían —dice—. La que vio cómo todo se caía a pedazos. La que entiende este lugar mejor que nadie.

La Original da un paso hacia Sanvi, dejando que su sombra se estire como una mancha negra en el piso. —Entonces explícame... ¿por qué sigues viva?

Sanvi sonríe por primera vez con una sonrisa peligrosa. —Porque yo no era su objetivo.

La otra Becky abre los ojos. —¿Qué... qué quieres decir?

Sanvi me suelta el brazo y camina hacia la Original, sin miedo, sin temblor. —Tú sabes muy bien de qué hablo —le dice—. Vincent no te creó a ti primero. Te creó después.

La Original se queda helada. Literalmente. No respira. No se mueve.

—Sanvi... —susurro— ¿qué estás diciendo?

Ella me mira. Firme. —Becky, tú no eres la primera versión de ti misma.

Todo en mí se desploma. La otra Becky retrocede, como si le hubieran clavado una lanza. La Original sonríe otra vez, pero esta vez es una sonrisa nerviosa, tensa.

—Cállate —le ordena—. Tú no sabes nada.

Sanvi da otro paso. El pasillo entero tiembla más fuerte. —Yo estuve ahí —dice—. Yo te vi. Vi cómo te construían. Vi cómo Vincent te probaba... una y otra vez.

La otra Becky aprieta los dientes. —¿Estás diciendo que ella... —me señala— no es la original?

Sanvi niega despacio. —Estoy diciendo que ninguna de ustedes dos sabe quién es quién... porque Vincent lo mezcló todo.

La luz parpadea. El hospital suspira. Las paredes crujen como si estuvieran respirando. La Original se lanza hacia Sanvi. Pero Sanvi estaba esperando ese movimiento. La recibe con un estrellón contra la pared y le hunde la aguja quirúrgica en el hombro. La Original grita. Un grito que no es humano. Los cuerpos vacíos empiezan a correr hacia nosotras.




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